A su tiempo cosecharemos lo que sembramos hoy
1.- Lectura Bíblica: 1 Corintios 9:10, 11
2.- Versículos para memorizar:
“...porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto...” (1 Corintios 9: 10b, 11).
3.- Reflexión en la Palabra de Dios:
Ocurrió cuando menos lo esperaba. Estaba solo y sin un peso en el bolsillo para regresar a Colombia. Lo habían robado horas antes. Por momentos lo dominaba la angustia. No sabía qué hacer. Además, en Tijuana era un desconocido. A esas horas de la noche, lo primero que pensó era que tendría que dormir en la acera, a la espera del nuevo día.
Ya se disponía a acomodarse en el suelo, cuando Sigifredo escuchó una voz amiga: — ¿Profesor Triana?— enfrente un hombre joven, con uniforme de piloto, le sonreía —. No me diga que usted es el profesor Triana, el de Buga... El mundo es un pañuelo ¿No me recuerda? Yo soy Alberto... Alberto Barrera ¿Recuerda ahora?— El docente no salía de su asombro.
El joven se acercó, le ayudó a recoger sus cosas y seguía hablando, sin parar, como una catarata rumbo al río —. Vamos, tomémonos un cafecito y me explica qué hace por acá...— le invitó con una amplia sonrisa. Ninguno de los dos salía de su asombro.
Y entre café y café recordaron lo ocurrido más de veinte años atrás. Justo aquél había sido un estudiante por el que nadie daba un peso. Todos vaticinaban que sería un fracaso. Sólo él –como educador — creyó en el muchacho. Y le animaba a seguir adelante. A no permitir que los comentarios absurdos le hicieran desistir de sus sueños. Pasado un tiempo, el joven partió a prestar servicio militar y el profesor Triana no lo volvió a encontrarlo, hasta ese momento.
No solo le llevó a su apartamento, sino que durante una semana le invitó a recorrer sitios de interés turístico de Tijuana y ciudades vecinas, en Méjico. De regreso a Colombia, mientras el avión tomaba ruta en la pista para despegar, Sigifredo reflexionaba en la importancia que tuvo sembrar –años atrás— en alguien que llegó a ser un excelente profesional. Y él mismo había podido ver el resultado de esa siembra, gracias a la ayuda que recibió cuando más la necesitaba.
Jamás debemos cansarnos de ayudar a quienes nos rodean. Puede que nos asalte la duda de si valió la pena colaborar con alguien. Sin embargo no podemos permitir que esa idea tome fuerza.
Obrar en favor del prójimo, impacta más que mil palabras hermosas que le compartamos. Los hechos hablan más que los discursos. Y nunca podremos medir el alcance del apoyo que brindamos a quien lo requiere. Como el profesor Triana, es probable que veamos los frutos y participemos de la cosecha muchos años después.
Esta lección de vida cristiana práctica la esbozó el apóstol Pablo cuando escribió “...porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto...” (1 Corintios 9: 10b, 11).
¿Está brindando su colaboración a alguien? Puede ser un amigo, un familiar, un compañero de trabajo o un conocido. Pues no renuncie. Siga adelante. Lo que usted siembre hoy, lo cosechará mañana... ¡Amino!
Si no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que no se arrepentirá.
4.- Preguntas para el crecimiento personal y espiritual:
a.- ¿Es usted de los que hace el bien sin mirar a quién?
b.- ¿Encuentra enriquecedor para su vida espiritual ayudar a los demás?
c.- ¿Qué le impide ayudar a quienes lo necesitan?
d.- ¿Sabe que Dios honra y bendice a quienes ayudan a su prójimo?
e.- ¿Ha pensado que el ayudar al prójimo es parte de su vivenciar a Cristo cada día?
Publicado en: Devocionales Diarios
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