Avance hasta la meta sin desanimarse
(Conclusión – Nivel 4)
El sol moría en las montañas, escondiéndose con desgano detrás del volcán Puracé mientras que la ciudad de Popayán, en Colombia, comenzaba a iluminarse con los faroles que adornan sus casas grandes, blancas e imponentes, últimos vestigios de la arquitectura colonial de hace dos siglos.
Eduardo Discoli entró como conquistador de la antigüedad, montando su fiel amigo “Chalchalero”, el moderno rocinante en el que ha recorrido más de cinco mil kilómetros desde cuando salió de su pueblo natal, San Pedro, en Argentina, en procura de conocer gran parte del mundo...
Este quijote del siglo veintiuno no lucha contra molinos de viento sino contra la indiferencia.
Su expedición la emprendió el 19 de agosto del 2001, cuando decidió materializar el sueño que acarició por 34 años: cabalgar por América, llegar a los Estados Unidos, embarcarse hasta España y desde allí, a lomo de caballo, hacer el rodeo necesario hasta Egipto, en el norte de Africa, país que constituye su más caro anhelo.
Cada día recorre alrededor de treinta kilómetros. En su mente guarda las imágenes de los paradisíacos lugares que ha visitado, los que desde la distancia semejan postales de múltiples colores y que se convierten — para propios y extraños — en una réplica del paraíso terrenal.
A cada lugar donde llega, habla del amor, de la tolerancia y de la necesidad de ponernos los zapatos del otro para aproximarnos a su forma de pensar, de actuar y sentir.
“Es la mejor forma de comprender a los demás”, razona. Sabe que le resta mucho camino, pero sigue con optimismo, fe y confianza.
Llegará a su meta. Lo tiene claro. Lucha por ese propósito. Sabe que los ganadores no se rinden.
¿Detenerse? Ni lo piense
Cuando escribía estas líneas sobre este soñador argentino, meditaba en dos elementos que le asisten: una meta por la que lucha y la indeclinable decisión de procurar alcanzarla, por encima de los obstáculos que encuentre en el camino.
Igual en nuestra vida práctica. Y permítame direccionarlo en esta conclusión del Nivel 4 de la Escuela de Discipulado: No podemos detenernos. Debemos ir hacia la meta. Y esa meta no es otra cosa que caminar cada día con Cristo Jesús, avanzar tomados de Su mano y llegar a nuevos niveles en las áreas personal, espiritual y familiar.
Debemos orientar esfuerzos y desvelos a nuestras metas, y el ser discípulos comprometidos es una de ellas. Nuestro propósito permanente, entonces, debe ser el de ser vivir a Jesucristo.
El apóstol Pablo lo expresó así: “ Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:13, 14).
No importa que se levanten grandes dificultades. Si vamos asidos de la mano de Señor, nada nos podrá derrotar. Por el contrario, nos levantaremos en victoria, aún después de cada tropiezo.
Fuimos llamados a ser vencedores y no derrotados, jamás lo olvide...
Publicado en: Escuela de Discipulado
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