¿Cómo enfrentar la muerte de un ser querido?
Apenas iba llegando del trabajo, cuando lo llamaron por teléfono. Jamás lo esperó. Un golpe muy fuerte. Mientras asentía con la cabeza, indicando que comprendía el mensaje, las lágrimas surcaron su rostro. El dolor lo embargaba. Dejó el auricular sobre la mesa, luego miró a su esposa y se atrevió a musitar:
— Murió mi madre… Hace unos minutos apenas; me lo acaba de confirmar Raúl. Creo que es mejor que te arregles. Vamos para allá. —
Rebeca lo abrazó. Fue lo único que atinó a hacer. Ella misma estaba consternada. La escena era inconcebible para una pareja que siempre había gozado de tranquilidad.
— No te preocupes. Cálmate. Todo saldrá bien — , trató de tranquilizarlo.
— ¿Qué tome las cosas con calma? ¡Por Dios, Rebeca! Es mi madre la que acaba de morir. ¡Claro, a ti no te afecta como a mí!. —
La mujer se quedó mirándolo aterrada. No salía de su asombro. Jamás había sido así. En lo más profundo de su ser se sintió herida. Aquello era más de lo que podía esperar. Ella también comenzó a llorar, en esa extraña mezcla de tristeza por la pérdida de su suegra y desconsuelo por lo que había ocurrido con su marido.
Él por su parte, debía conjugar dos momentos dramáticos: de un lado la sensación de vacío que le despertaba la pérdida de su madre, y de otra parte, el desaliento tras comprobar que había ofendido a su cónyuge. No sabía cuál de los dos sentimientos encontrados le provocaba más angustia. De camino al hospital no podía concentrarse mientras conducía… ¡Aquél día se le había convertido en una tragedia.
Enfrentando situaciones inesperadas
La pérdida de un ser querido jamás estará dentro de nuestras expectativas inmediatas. Por una extraña razón, inherente al ser humano, pensamos en todo menos en que algo malo pueda ocurrir. En momentos así lo menos aconsejable es abordar a la persona con recomendaciones tales como: "No te preocupes", “Hay que resignarse", “A todos nos puede ocurrir", “No importa, al fin y al cabo la vida sigue", “Tienes una familia que te ama, y todo volverá a ser normal", entre otras expresiones.
En momentos así, en los que se confunden las emociones, lo más probable es que la persona reaccione con molestia ante las instrucciones para conservar la serenidad. Incluso, es posible que interprete esos consejos como una manifestación de incomprensión e intolerancia por parte de su interlocutor.
Una inclinación, muy natural, es a querer morirse también. En medio del dolor, el mundo se torna gris y llegan a concebir que nada tiene sentido, ni siquiera la existencia. Pueden incluso razones que nadie alrededor alcanza a imaginar siquiera lo que está experimentando.
Para ser sinceros, usted y yo jamás dimensionamos lo que está sintiendo el otro. Es probable que hayamos pasado por situaciones similares, pero no habremos sentido lo mismo.
Recuerde que cada uno tiene su propia forma de asumir los períodos de dificultad. Con ese precedente, lo más aconsejable es permitirle que se desahogue, bien sea hablando o llorando. No interrumpirle, simplemente permitirle que saque todo el dolor que lleva dentro. Es esencial que vivan el duelo particular a su drama.
¿Cómo podemos ayudar a alguien en momentos de dolor?
Cuando alguien atraviesa por el dolor de perder un ser querido, lo esencial es que le brindemos acompañamiento. No juzgarle, señalarle o indicarle qué es lo que debe hacer. Simplemente acompañarle, estar a su lado, que sea que hay alguien que desea brindarle su respaldo.
Otras sugerencias en casos así son:
a. Escuchar sin interrumpir
b. No procurar que cambie de tema
c. Aconsejarle— en caso que haya lugar— pero midiendo mucho cada palabra
d. No colarnos como ejemplo de alguien que sí sabe manejar situaciones traumáticas
e. No imponerle tiempos o un cronograma para que haya “resuelto” su situación de duelo
f. No espere que la persona resuelva el conflicto de la noche a la mañana
g. En caso que la persona reaccione agresivamente, comprenda que está viviendo un momento difícil
Todos hemos pasado o tal vez atravesaremos por situaciones traumáticas, que desencadenan un conflicto interno.
En nuestra condición de cristianos, es a Dios a quien recurrimos en momentos complejos, para pedirle sabiduría, que nos ayude a encontrar las palabras apropiadas para aconsejar a quien vive una etapa de dolor emocional.
El manejo del dolor emocional a la luz de la Biblia
Las Escrituras, que siempre tienen una respuesta a nuestros interrogantes y nos brindan principios prácticos y sencillos para avanzar hacia la superación de los conflictos, enseña que es natural sentir que todo alrededor se vuelve gris cuando el dolor embarga nuestro corazón.
El rey David escribió: “El dolor me nubla la vista; ¡se me nubla por culpa de mis enemigos!.” (Salmos 6:7)
En momentos así, enfrentamos desánimo, y la concepción de que todo en torno nuestro no constituye más que un laberinto sin salida: "¡El dolor y los lamentos acaban con los años de mi vida! La tristeza acaba con mis fuerzas; ¡mi cuerpo se está debilitando!.” (Salmos 31:10)
Aunque los pasajes bíblicos se escribieron muchos siglos antes de que la psicología hiciera los modernos descubrimientos en el manejo de las situaciones de conflicto, los autores sagrados tenían claro que es fundamental el proceso del desahogo: "Cuando pienso en estas cosas, doy rienda suelta a mi dolor. Recuerdo cuando yo iba con la gente, conduciéndola al templo de Dios entre gritos de alegría y gratitud. ¡Qué gran fiesta entonces!.” (Salmos 42:9), sobre todo cuando se experimenta la sensación de amargura, desánimo y profundo dolor, difícil de describir con palabras (Cf. Salmos 39:2; 73:21; 116:3; 119:28)
Entregar el dolor emocional a Dios
El paso más apropiado, tal como lo enseña la Biblia, es entregar a Dios toda nuestra angustia y tristeza: "El Señor le dará fuerzas en el lecho del dolor; ¡convertirá su enfermedad en salud!” (Salmos 41:3)
Nuestro amado Padre, promete cuidarnos: "…pues te cubrirá con sus alas y bajo ellas estarás seguro. ¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!” (Salmos 91:4)
Por su parte, el apóstol Pedro recomendó que todos esos sentimientos encontrados, que provocan dolor y desaliento, debemos someterlos al Señor: "Dejad todas vuestras preocupaciones a Dios, porque él se preocupa de vosotros.” (1 Pedro 5:7)
Entregar al Señor todo cuanto nos doblega, no es otra cosa que dejar esos hechos dolorosos en Sus manos y permitir que obre en nuestra existencia, trayendo paz, como dice el apóstol Pablo: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6, 7)
Le invito a considerar el hecho de que, para el autor, es imprescindible que vayamos al Padre celestial en oración. Volcarle todo cuando hay en nuestro corazón. Es decirle cómo nos sentimos, el temor que nos embarga y el desasosiego que gana terreno. Él nos comprende, no nos cuestiona y abre puertas para encontrar soluciones.
La respuesta, tal como la describe el apóstol Pablo, proviene de Dios y se evidencia en una “paz que sobrepasa todo entendimiento”. Esa paz traerá sosiego a nuestras emociones y nos ayudará a controlar los pensamientos que nos avivan el dolor y la tristeza.
¡Hay salida para el sufrimiento! Está en Dios. Él quiere ayudarnos, pero es necesario que le abramos las puertas del corazón. Vuelva su mirada Él, sin temor, ya que no quedará avergonzado.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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