¿Cómo es la nueva vida en Cristo?

Base bíblica: Colosenses 3:1-15

Introducción:

Hay dos hechos que se deben producir en toda persona al abrir su corazón a Jesucristo. De un lado, tener una comprensión de la obra maravillosa que realizó el Señor Jesús en la cruz. La redención permitió que fuéramos rescatados del pecado y experimentáramos una vida renovada. Y de otro  lado, la respuesta que estamos llamados a dar una vez comprendemos lo que hizo Cristo en la cruz, al lavar nuestros pecados con su sangre.

Incluso, puede que una persona lleve algún tiempo de convertida; es probable que aún no haya alcanzado a dimensionar lo que ocurrió con su existencia el día que recibió a Jesús en su corazón como su único y suficiente Salvador.

La obra salvadora de Jesucristo nos limpió de la vieja naturaleza de pecado, y nos revistió de una nueva, llamada a vivir cambios permanentes hacia el cambio y el crecimiento personal, espiritual y familiar.

Todo parte de una decisión. Involucra nuestra actitud. Cuando nos decidimos por ese cambio, permitimos que el Señor Jesús obre una transformación progresiva pero profunda en nuestra forma de pensar y de actuar. Sobre esa base, podríamos preguntarnos entonces:

¿Qué ocurre cuando recibimos a Cristo?

I.- CUANDO RECIBIMOS A CRISTO, EXPERIMENTAMOS UNA NUEVA VIDA ESPIRITUAL (vv. 1-4)

1.- Quien recibe a Cristo ha muerto a la vieja vida (Romanos 6:3, 4; 2 Corintios 5:14, 15)

2.- Quien recibe a Cristo, enfoca su interés en las cosas celestiales, en aquello que es eterno (Colosenses 3.1)

3.- Quien recibe a Cristo, deja de enfocarse en los asuntos terrenales (Colosenses 3:2; Filipenses 3:20)

a.- Nuestra conducta ética y moral cambia, cuando dejamos que Cristo gobierne nuestra vida (Colosenses 3:8; Filipenses 4:7)

b.- Debemos vivir para Cristo cada nuevo día (Mateo 6:31)

4.- Quien recibe a Cristo, muere al pecado y no puede vivir en él (Romanos 6:2)

5.- Quien recibe a Cristo, camina en Su presencia con una vida renovada, hasta que lo veamos en la plenitud de su gloria, en la eternidad (Colosenses 3:4; Efesios 2:4-6)

II.- CUANDO RECIBIMOS A CRISTO, RENUNCIAMOS A LA VIEJA NATURALEZA (vv.5-11)

1.- Quien recibe a Cristo, hace morir su vida pecaminosa (v. 5) con todo lo que eso  implica:

a.- Inmoralidad sexual

b.- Impureza

c.- Bajas pasiones

d.- Malos deseos

e.- Avaricia

2.- Quien recibe a Cristo, crucifica su vieja naturaleza carnal (Romanos 6:5, 6; 8: 5; Gálatas 5:16, 17)

3.- Quien recibe a Cristo, renuncia a toda manifestación de pecaminosidad (Colosenses 3:6, 7; Efesios 2.1-5)

4.- Quien recibe a Cristo, experimenta una nueva naturaleza (Colosenses 3:8-11; Efesios 4:25-31)

a.- La nueva vida en Cristo nos lleva a abandonar la ira, el enojo, la calumnia y las palabras deshonestas (Colosenses 3:8)

b.- Tomamos la decisión de despojarnos del viejo hombre (v. 9)

c.- Vamos creciendo cada día revestidos del nuevo hombre en Cristo (vv. 10 11)

III.- CUANDO RECIBIMOS A CRISTO ENTRAMOS A FORMAR PARTE DE SU PUEBLO ESCOGIDO (vv. 12-15)

1.- Quien recibe a Cristo, se reviste de la nueva naturaleza como santo y amado de Dios (Colosenses 3:12)

2.- Quien recibe a Cristo, permite que el amor, el perdón y la tolerancia gobiernen su vida (Colosenses 3:13, 14; Efesios 4:2, 32)

3.- Quien recibe a Cristo, experimenta la paz de Dios en su vida (v. 15)

Conclusión:

El mayor error que cometemos, es pretender que los cambios en nuestro ser, se produzcan como consecuencia de nuestro esfuerzo. En realidad es Jesucristo quien los produce, cuando le abrimos las puertas del corazón. Él sabe qué transformaciones necesitamos, en nuestra forma de pensar y de actuar, y las produce.

Cada día crecemos en Cristo. Ese vivenciar permanente al Hijo de Dios en nuestra existencia, nos lleva a despojarnos de la vieja naturaleza para vivir en nuestra nueva condición de escogidos del Señor, como Su pueblo.

La sangre de Jesús no fue vertida en vano en la cruz. Nos limpió para hacernos libres y darnos la oportunidad de experimentar una vida renovada, siempre. Y es en esa dirección en la que estamos llamados a movernos, prendidos de la mano del Señor Jesús. ¡Él nos hace victoriosos hasta el momento en que vamos a encontrarnos en su gloriosa presencia!