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¿Cómo es tu servicio a la obra de Dios?

¿Cómo es tu servicio a la obra de Dios?

¿Sirve usted al Señor en la extensión del Reino? Maravilloso. Un gran privilegio. Pero ligado al primer interrogante, otro que sin duda le llevará a reflexionar: ¿Qué tipo de servidor de Cristo es usted? Lo planteo porque si hay algo está perjudicando enormemente la proclamación del evangelio, lo constituyen quienes— predicando a Cristo— dejan de lado a Cristo y son ellos quienes desean llamar la atención.

Pensemos por un instante en Juan el Bautista, en ese maravilloso relato que encontramos en Marcos 1:1-8. ¿Qué imagen tiene usted de Juan el Bautista? ¿Que se trataba de un orador tremendo? ¿Un líder de amplio reconocimiento que fue clave en el proceso de presentar el ministerio del Señor Jesús? ¿Un líder que aprovechó su posición para lograr el reconocimiento de todas las personas? Definitivamente no.

Juan el Bautista rompió los esquemas. Se consideraba así mismo, simplemente un instrumento en las manos de Dios, como lo dijo a las multitudes: “Juan anunciaba: «Pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de inclinarme como un esclavo y desatarle las correas de sus sandalias.  Yo los bautizo conagua, ¡pero él los bautizará con el Espíritu Santo!” (Marcos 1:7, 8. Nueva Traducción Viviente) Él encarnaba el cumplimiento de las profecías (Isaías 40:1-3) No era el protagonista sino quien servía al verdadero protagonista: el Señor Jesús.

Fichas en el ajedrez del Reino

Uno de los pasos más significativos para el crecimiento personal y espiritual y que el ministerio que desarrollamos experimente crecimiento, estriba en tener claro que Él –nuestro amado Salvador Jesucristo —es quien debe recibir la gloria, no nosotros que simplemente somos instrumentos en Sus manos.

Aun cuando Juan el Bautista era uno de los hombres de más significación en la obra de Dios, siempre reconoció la grandeza de Jesús y que sólo con Su poderosa ayuda, podría avanzar. Hasta tal punto puso de relieve al Señor, que se consideraba él mismo más indigno que un esclavo de tal manera que no podría siquiera desatarle el calzado al amado Maestro  (Marcos 1:7, 8)

Esa actitud humilde hace pensar en el sinnúmero de líderes que llegan a un grado de arrogancia tal, que se consideran el centro de todo y olvidan que— en todo momento— es a Cristo  nuestro amado Señor, a quien debemos exaltar.

El valor de la perseverancia

El profeta Isaías enfatizó que el enviado— Juan el Bautista — era una voz en el desierto proclamando un mensaje: Es una voz que clama en el desierto: “¡Preparen el camino para la venida del Señor! ¡Ábranle camino!” (Marcos 1:3. Nueva Traducción Viviente)

¿Se ha sentido alguna vez que el ministerio que desarrolla pareciera no rendir frutos? ¿El desánimo tocó alguna vez a su puerta? Tenga presente que, si somos instrumentos de Dios,  una característica que debe identificar lo que hacemos es la perseverancia. Avanzar, no detenernos y— en caso de encontrar oposición, burlas y críticas, inclinarnos por la persistencia —. Es el distintivo de los triunfadores.

Ahora, apreciando la vida de Juan el Bautista, hallamos que a la perseverancia, sumaba otra impronta: la humildad, que evidenciaba en su ser: “Juan usaba ropa tejida con pelo rústico de camello y llevaba puesto un cinturón de cuero alrededor de la cintura. Se alimentaba con langostas y miel silvestre.” (Marcos 1:6. Nueva Traducción Viviente)

Un hombre sencillo, que no procuraba llamar la atención. Elemental y austero en su forma de vida. ¡Cuán distinto de los súper-evangelistas de nuestro tiempo que gastan cuantiosas sumas de dinero para promover su ministerio, cuando es Dios quien se encarga de exaltar lo que hacemos!

Y ante un hombre así, sencillo, humilde, sin mayores pretensiones y el único propósito— indeclinable y permanente de servir al Señor— acudían las multitudes para escuchar su mensaje: “Ese mensajero era Juan el Bautista. Estaba en el desierto y predicaba que la gente debía ser bautizada para demostrar que se había arrepentido de sus pecados y vuelto a Dios para ser perdonada.  Toda la gente de Judea, incluidos los habitantes de Jerusalén, salían para ver y oír a Juan; y cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán.” (Marcos 1:4, 5. Nueva Traducción Viviente)

Era un mensaje que confrontaba, que llamaba al arrepentimiento y la conversión, y a pesar de ser mensajes fuertes, todos querían oírlo y ser transformados por el mensaje. ¿El secreto? Él exaltaba al Señor, siempre.

¿Desea ser instrumento útil?

Si usted desea ser un instrumento útil en manos del Señor, no debe perder de vista el hecho de que le sirve a Él, a Jesús, y que es Él quien debe ocupar el primer lugar en todo lo que usted piensa y hacer. Cristo es realmente quien importa. Usted y yo sólo servimos a la mesa, donde Él se encuentra. Él es el centro de todo, no nosotros.

Mi sugerencia es que revise su vida y si halla que el orgullo le toca su corazón, es importante reconocer el error, y someternos totalmente a Jesucristo a quien servimos. Es el paso para que el ministerio en el cual trabajamos, realmente crezca y alcance un mayor número de personas. ¡Hoy es el día para cambiar, con ayuda del Señor!

Publicado en: Estudios Bíblicos


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