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Con ayuda de Dios su relación familiar puede cambiar

Con ayuda de Dios su relación familiar puede cambiar

“La situación familiar es compleja. Lo he comprobado y me sorprende más, cuando las situaciones difíciles se viven al interior de hogares cristianos. ¿Puede establecerse una relación familiar sólida? ¿Cuál es el camino a seguir? Necesito una orientación…”

L.M.G., desde Managua, Nicaragua.

Respuesta:

El hecho de ser cristianos no nos exime de que haya dificultades familiares. Es previsible que surjan. El centro del asunto está, y lo repetiré hasta el cansancio, en saber manejar los conflictos y permitir que Dios gobierne.

Mantener la unidad familiar es una meta que nos debe asistir a todos. La primera estructura social que Dios estableció durante el proceso de creación, fue la familia. Nuestro primer y más grande compromiso es velar por su solidez cada día. No es algo que se consigue de la noche a la mañana. Obedece a un proceso.

La forma de ser exitosos en cada nuevo paso, es depender enteramente del Señor y permitirle que ocupe el primer lugar en nuestro núcleo familiar. A partir de ahí, tenemos unas recomendaciones que vale la pena tener en cuenta siempre.

Hay esperanza para los matrimonios

¿Cuándo se acabó el hogar? Ni Luisa ni Santiago tienen memoria de cuándo se produjo el deterioro de la relación entre ellos y con los hijos. Ella se quejaba del trabajo de su marido que lo absorbía todo el tiempo; él se lamentaba que su cónyuge pasara tanto tiempo con sus amigas, y a su vez los hijos consideraban que tenían padres pero en el papel. “Nunca dialogábamos”, dijo su hija menor, de 13 años.

Ahora, en apariencia no había nada qué hacer. Santiago deseaba divorciarse, Luisa estaba tranquila por la manutención permanente que debía recibir y los hijos no querían siquiera regresar a casa.

Esto se volvió un infierno”, dijo la esposa. “No nos hablamos y cada nueva conversación desemboca en enfrentamientos”.

¿Habría esperanza? Para la mayoría de los conocidos, ninguna. “No te sigas haciendo daño— le dijeron a Santiago —. Esa relación no conduce a nada. Terminarás frustrado.” Y Él lo asumió así hasta que alguien le dijo que estudiara otra posibilidad. No era jurídica, no se relacionaba con aburridas terapias de familia ni tratar de conciliar nada. Era simple: Buscar a Dios y permitirle que Él reinara en el hogar.

No fue nada fácil, pero aun cuando los enfrentamientos de Luisa y Santiago eran constantes, ninguno de los dos quería separarse.

¿Cuál es su situación? ¿Atraviesa por un momento de crisis? Si es así permítame decirle que no todo está perdido. Hay esperanza. Todavía hay una salida al laberinto.

El autor y conferencista internacional, Stephen R. Covey, señala: “Dentro de nosotros está la profunda añoranza por el “hogar”, por las relaciones e interacciones ricas y satisfactorias de la vida familiar de calidad. Nunca debemos darnos por vencidos. No importa lo lejos que creamos encontrarnos del camino; siempre podemos dar los pasos hacia el camino correcto. Le recomiendo firmemente: No importa lo lejos que su hijo o hija parezcan estar, siga intentándolo. Nunca se de por vencido. Sus hijos son su sangre, carne de su carne, ya sea físicamente por nacimiento o emocionalmente por los vínculos del compromiso familiar que ha hecho. Eventualmente, como el hijo pródigo, volverán. Usted los reclamará. De hecho, la jornada es realmente parte del destino, porque en la familia, como en la vida, la manera en que viajamos es tan importante como el destino que llegamos” (Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. México. 1998. Pg. 31)

La puerta para salvar el matrimonio parte de una decisión: La suya y la mía. Nadie nos obliga. Es un paso que damos cuando reconocemos la necesidad de permanecer unidos, y además, admitimos que en nuestras fuerzas no es posible lograrlo.

El Señor Jesús compartió con sus discípulos y con nosotros hoy, una reflexión que le invito a considerar con detenimiento: “Sin embargo, no comiences sin calcular el costo. Pues, ¿quién comenzaría a construir un edificio sin primero calcular el costo para ver si hay suficiente dinero para terminarlo? De no ser así, tal vez termines solamente los cimientos antes de quedarte sin dinero, y entonces todos se reirán de ti. Dirán: “¡Ahí está el que comenzó un edificio y no pudo terminarlo!” (Lucas 14:28-30. NTV)

Es más fácil perdonar y empezar de nuevo, sentando las bases de una relación familiar renovada, que enfrascarnos en un enfrentamiento prolongado que termina generando heridas emocionales a todos.

¿Divorciarse? Ese no es el camino…

Piénselo detenidamente. Podrá divorciarse pero su vida emocional terminará hecha añicos al tiempo que se fracturará cualquier relación con sus hijos; finalmente ellos serán quienes lleven las peores consecuencias.

El primer fundamento que debe colocar, en el propósito de reconstruir el hogar, es abrirle su corazón a Cristo y el segundo, permitirle que Él le guíe en todo momento. Es una decisión de la que no se arrepentirá jamás. Cuando Dios gobierna nuestra vida y familia, las cosas comienzan a funcionar y reverdece la esperanza, a pesar de que creamos que no hay salida al callejón en el que nos encontramos.

Hoy es el día de intentarlo de nuevo. Su familia vale la pena. Decídase por el restablecimiento de las relaciones. Con ayuda de Dios podrá lograrlo de la noche a la mañana. Persevere. El Señor le acompañará en cada nuevo paso.

Sea cuidadoso en la relación familiar

¿Ha pensado alguna vez que los grandes problemas de pareja e incluso en la relación con los hijos, surgen de aparentes trivialidades? Por un instante haga un alto en el camino y revise si muchos de los conflictos a nivel intrafamiliar se produjeron por situaciones pequeñas que se pudieron resolver fácilmente con el diálogo, o incluso, haciendo alguna recomendación considerada y no con palabras ásperas o reconvenciones amenazantes.

La mayoría de las personas hemos pasado por una situación similar. Somos impulsivos e impulsivas por naturaleza. “Reñí con mi esposo esta mañana. El día se ha vuelto insoportable. Lo lamentable es que la discusión surgió por la falta de azúcar en el café del desayuno”, dijo Lucía al escribirnos para pedir oración en procura de que el conflicto se resolviera. “Castigo a mis hijos con frecuencia, muchas veces sin necesidad porque bastaría un llamado de atención”, admitió Luis Ángel, un trabajador de la construcción que ha tenido muchos problemas por sus reacciones airadas.

Mida el alcance de sus acciones

Lo aconsejable es pensar antes de actuar, y en esa dirección, evaluar si aquello que consideramos una “provocación”, cualquiera que sea, en realidad lo es. Un experto analiza el asunto con las siguientes palabras: “Entre cualquier cosa que me suceda y mi respuesta a ese estímulo que puede ser negativo, hay un espacio. En ese espacio está mi libertad y poder para elegir mi respuesta. Y en esa respuesta está mi crecimiento y felicidad.” (Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. México. 1998. Pg. 35)

Por supuesto, no es algo nuevo. Ya el rey Salomón recomendó desde la antigüedad: “El justo piensa bien, antes de responder; la boca de los impíos profiere malas palabras.” (Proverbios 15:28. RVR contemporánea)

Jamás olvide: Todos tenemos la posibilidad de elegir. Podemos escuchar con detenimiento antes de actuar y evitar así confrontaciones con nuestro cónyuge. Es viable, incluso, medir cuidadosamente el tipo de sanción a un hijo que cometió un error, sin necesidad de recurrir a la violencia o el castigo físico. La decisión está en nuestras manos. Ahora, si considera que es difícil, pida dirección a Dios quien nos ayuda en el proceso.

Covey, el autor y conferencista que ha volcado sus esfuerzos también hacia las relaciones en el hogar, advierte: “…la vida familiar sería mucho más fácil si las personas actuaran con base en sus valores más profundos, en vez de reaccionar movidas por las emociones o las circunstancias del momento. Lo que todos necesitamos es un “botón de pausa”, algo que nos permita detenernos en el momento oportuno en el que algo nos sucede y nuestra reacción, y elegir nuestra propia respuesta.” Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. México. 1998. Pg. 37)

Cuando surgen conflictos, deben primar los sentimientos de amor y comprensión que debemos a nuestra familia. Y lo decimos porque es muy fácil ser reactivo y, arrastrados por nuestras emociones negativas, herir con palabras cargadas de rabia, a los seres que más amamos. El problema después es procurar un acercamiento.

Algunos consejos finales

Los expertos coinciden en tres recomendaciones como muro de contención ante nuestras respuestas incontroladas a lo que consideramos una “provocación” de nuestra pareja o de los hijos:

a.- Actuar con base en principios y valores, que nos ayudan a regular nuestras reacciones.

b.- Procurar con ayuda de Dios mantener el control de cada situación conflictiva.

c.- Perseverar en el propósito de mantener la unidad familiar.

La decisión de dar lo mejor de nosotros para afirmar y fortalecer cada día el hogar, es nuestra y nada más que nuestra. Podemos lograrlo, por supuesto, si Cristo Jesús va delante de nosotros. No estamos solos en esta meta. Él nos guía en cada paso que debemos dar.

No podría despedirme sin antes invitarle para que le abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Puedo asegurarle que no se arrepentirá porque prendidos de la mano de Dios emprendemos el proceso de crecimiento personal y espiritual que tanto anhelamos.

Publicado en: Consejería Familiar


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