Consejos prácticos para experimentar una vida plena
Problemas. Sí. Problemas. Y bastantes. No los soportaba. Es más, en las tardes cuando concluía su jornada laboral, lo pensaba dos veces antes de encaminarse al hogar.
Anticipaba en su corazón que sostendría una diferencia, cualquiera que fuera, con su esposa y las consecuencias generalmente eran muy desalentadoras: palabras soeces, como solía expresarse la mujer cuando estaba fuera de casillas.
¡Qué diferencia de las imágenes festivas y de rostros sonrientes que se tomaron de la ceremonia matrimonial! Todas las fotografías mostraban una faceta feliz del evento. Como si estuvieran posando para un comercial de televisión. Sin embargo era real. En ese momento todo iba bien.
Meses después comenzó el calvario. Lo que jamás imaginó; los enfrentamientos se producían por cualquier insignificancia. Era una mujer sumamente celosa. Veía amantes hasta en las vecinas a las que saludaba.
Un día que sonrió a una señora que le concedió puesto en una fila, su esposa la ofendió. Y después, delante de todos, lo trató de descarado por relacionarse públicamente con sus enamoradas.
El sacerdote le recomendó tener paciencia. Le sugirió incluso que entregara el sufrimiento a uno de los millares de santos del catolicismo. La vecina de enfrente le habló sobre pócimas mágicas que desalentarían a su esposa de cualquier discusión.
Solamente un pastor evangélico a quien consultó al respecto, le sugirió ir a Jesucristo en oración. “Es la solución a las situaciones de crisis, porque Él calma la tempestad.”, le dijo.
Permítale a Dios que tome el control
La tendencia natural es tratar de resolver los problemas a nuestra manera, bajo las fuerzas que nos acompañan. Generalmente no produce buenos resultados. Desencadenados enfrentamientos. Hay malentendidos. Se llega a herir verbalmente a los demás.
Sin embargo el panorama es distinto cuando le permitimos al Señor Jesucristo que tome control de la situación. Él sabe cómo obrar. Interviene en el momento apropiado. Obra como mejor conviene. Lleva nuestra embarcación a puerto seguro.
En el evangelio de Mateo podemos leer un relato impactante: “Jesús subió a la barca, y sus discípulos lo acompañaron. En esto se desató sobre el lago una tormenta tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido. Entonces sus discípulos fueron a despertarlo, diciendo: — ¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!. Él les contestó: — ¿Por qué tanto miedo?¡Qué poca fe tienen ustedes! Dicho esto, se levantó y dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente tranquilo.” (Mateo 8:23-26).
El curso de su vida puede variar positivamente si no libra la batalla confiando en sus capacidades sino que involucra a Jesucristo; Él como poderoso gigante se hará cargo del problema, por grande que parezca, y traerá una solución oportuna y eficaz.
¿Cómo vive su vida?
Los siete jóvenes salpicaron aquella tarde de sábado con risas y expresiones de alegría que testimoniaban su estado de ánimo. En la camioneta iban siete personas. Tomaron a gran velocidad la autopista que conducía hacia las afueras de la ciudad. Tenían la radio a todo volumen.
Atrás quedaban las obligaciones de la universidad y las mil y una ocupaciones que habían agotado su tiempo durante la semana.
En el recorrido mezclaron su euforia con alcohol. ¿Acaso no era a divertirse que habían salido? A pocos kilómetros de casa, su gozo se transformó en gritos de dolor. El vehículo rodó cuando atravesaba un puente y chocó violentamente contra un poste de conducción de energía eléctrica.
Tras unos segundos que parecieron eternos, cada quien buscó abandonar el auto antes de que las llamas comenzaran a tomar fuerza en el amasijo de hierros retorcidos en que terminó convertido. Tres salvaron su vida, cuatro más murieron incinerados.
El trágico hecho ocupó los principales titulares de los diarios en Sudamérica. Una tarde de placer que concluyó en desgracia. Nadie pudo hacer nada por las víctimas del fuego que creció rápidamente. El incidente despertó varios interrogantes. El primero, ¿hacia dónde va una juventud que no valora la vida?; la segunda, ¿acaso muchos de nuestros motivos de desgracia no son motivados por no pensar detenidamente en lo que hacemos? Y el tercero, ¿de qué manera invertimos la vida?.
A esta última pregunta se debe poner sumo cuidado. No tenemos asegurada la existencia terrenal para siempre. En cualquier momento, cuando menos lo esperamos, se puede producir nuestra partida hacia la eternidad.
En la Biblia leemos un principio que tiene aplicación en nuestros días: “Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. Un soplo nada más es el mortal, un suspiro que se pierde entre las sombras. Ilusorias son las riquezas que amontona, pues no sabe quién se quedará con ellas.” (Salmos 39:5, 6. Nueva Versión Internacional).
¿Cómo está invirtiendo cada segundo, cada minuto y cada día de su existencia? Es hora de reflexionar y tomar una decisión: es la de emprender el cambio. Viva cada instante a plenitud, pero vívalo de acuerdo con las pautas trazadas por Dios. Hacerlo, nos aseguran victoria y vida plena.
Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, es hora de hacerlo. Basta que le abra las puertas de su corazón. Puedo asegurarle que, si lo hace, emprenderá una vida poderosa, llena de satisfacción y en la que cada nueva experiencia será enriquecedora y gratificante.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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