Corrija cualquier factor que genere violencia en la familia
1.- Lectura Bíblica: Efesios 5:25; Colosenses 3.19; 1 Pedro 3:7
2.- Meditación familiar:
Lo que Dayana nunca quiso decir, delante de su pastor y que afloró aquella mañana— en medio de la tormenta en la que se había convertido su vida — , era que por diecisiete años su esposo la había abusado.
“No entiendo; ¿por tanto tiempo fue víctima y no dijo nada?”, interrogó el funcionario judicial que realizaba la diligencia en una Comisaría de Familia, llena de estantes con folios y papeles, algunos de ellos amarrados con cordeles para evitar que se desperdigaran ante la fuerza del ventilador.
— Sí, sí, realmente preferí callarlo… — admitió la mujer para prorrumpir seguidamente en llanto, al enfrentar la cascada de imágenes que vinieron a su mente y en la que se sucedían incidentes en los que Rodolfo pretendía intimar con persuasión, y si no lo lograba, recurría a la violencia.
La gota que rebosó la copa ocurrió la noche que— ante la negativa de su joven esposa— decidió tirar la lámpara con violencia, desde la mesita de noche. Luego empezó a gritar furibundo, dando vueltas como león enjaulado en la habitación y, finalmente, en lo que ella interpretó como locura— producto de la frustración— despertó a su hijita y la llevó— cerca de la medianoche— a ver televisión en la salita de estar.
— Y tú no digas nada, Dayana. Ni te acerques porque soy capaz de golpearte— le advirtió ante sus ruegos de que dejara ir a dormir a la menor. La niña no hacía otra cosa que llorar.
Aquel incidente, como por arte de magia, tornó más largas las horas, el reloj parecía marchar con nostalgia y lentitud, la misma que despierta ver morir la tarde junto al mar oyendo el murmullo de las horas, y las primeras luces del día la sorprendieron sin conciliar el sueño. Esa situación desesperada fue la llevó a tomar la decisión de denunciar a su marido.
— Llegué al límite— le dijo al empleado judicial que aporreaba el teclado del computador, como si en cada tap tap estuviera imprimiendo la fuerza contundente de una noticia de última hora.
Terminaban largos meses y años de sufrimiento. Salió de aquél edificio con la misma sensación de quien acaba de liberarse de una pesada carga.
La violencia intrafamiliar, y más aún, la violación literal del cónyuge— avivado por el carácter machista que prima en muchos países del continente americano— , representa un fenómeno que cobra cada día mayor fuerza y que en una sociedad que privilegia los derechos del hombre sobre los de la mujer, termina aceptándose como algo “normal”.
En criterio de la presidenta del Centro Latinoamericano de Salud y Mujer (CELSAM), Diana Galimberti, el asunto es más serio cuando el agresor sexual es el compañero y no un desconocido. A su turno el coordinador del Centro Internacional de Investigaciones sobre la Mujer –ICRW en inglés — , Gary Barker, considera que:“Cuando se trata de un extraño para la mujer, hay un mayor reconocimiento de que se trata de una violación, por cuando ocurren dentro del matrimonio en muchos países se piensa que— como ella aceptó una vez— lo hará siempre”.En este último concepto coincide la especialista brasilera Ley María da Penha, quien señala que “La violencia sexual es cualquier conducta que obligue al cónyuge a mantener o participar en una relación sexual no deseada, bien sea mediante intimidación, amenaza, coacción o uso de la fuerza”.
¿Cuál es el problema? Que en la mayoría de las culturas la intimidad se considera una obligación al interior del matrimonio. Pero, ¿es esto lo más apropiado? ¿Está esa posición en coincidencia con la voluntad de Dios? ¿Qué dice la Biblia al respecto?
En un alto porcentaje de los casos de violencia intrafamiliar y en el hecho específico de violación sistemática al cónyuge, es la mujer quien lleva la peor parte. Históricamente ha sido así.
Lo interesante es que cuando vamos a la fuente de nuestra orientación, la Biblia, encontramos que Dios le da una posición privilegiada. La definición la hizo el apóstol Pedro cuando escribió: “ Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. ” (1 Pedro 3:7)
La concepción resulta a todas luces interesante. Propone, dentro del marco de la vida cristiana práctica, un trato sabio para la esposa, lo que indudablemente está ligado a un trato amable, amoroso, considerado y respetuoso.
Cuatro principios que honran el matrimonio y glorifican a Dios. Obligar a la esposa a tener relaciones sexuales, además de violentar su voluntad y representar un comportamiento agresivo, va en contravía de lo dispuesto por Dios.
Hay que agregar el hecho de que las mujeres son “co-herederas de la gracia”, característica que les hace igual a usted y a mí delante del Señor. No somos más importantes. Hombre y mujer, en Su presencia, tenemos igual nivel.
Un tercer aspecto que debemos considerar es que un hogar inmerso en problemas, y más aún, en el que la mujer sufre mal trato, genera un ambiente adverso para que las oraciones sean escuchadas.
Sólo con ayuda de Dios podemos corregir a tiempo los errores en que hayamos incurrido a nivel familiar. No hay problema, por grande que parezca, que no encuentre solución en el Señor. Sobre esa base, nuestra recomendación es que le conceda el primer lugar a nuestro amado Dios y Padre. Y también, que reciba hoy a Jesucristo como su Señor y Salvador. Él transforma nuestras vidas y familia.
3.- Oración familiar:
“Amado Dios y Señor Jesucristo, gracias por regalarnos otro nuevo día de vida en familia. Hoy sometemos en tus manos las situaciones difíciles que podamos estar viviendo, al tiempo que pedimos tu sabiduría para resolver los conflictos que puedan surgir cada día. Sometemos en tus manos nuestro hogar y te pedimos que ocupes el primer lugar en todo cuanto hacemos. Amén”
4.- Una Meta familiar para hoy:
Con ayuda de Dios haré mi mejor esfuerzo hoy por reducir cualquier factor que pueda generar violencia verbal o física al interior de la familia.
Publicado en: Altar Familiar
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