Cristianos nadando contra la corriente
Base Escritural: Marcos 3:1-6
Introducción:
¿Qué se puede hacer en trece minutos? Muchas cosas. Beberse el café del desayuno, entre amargo y dulce, acompañado de unas buenas tostadas con mantequilla o mermelada; leer todos los titulares del diario para comenzar la jornada matutina; disfrutar al máximo la Quinta Sinfonía de Beethoven o mirar la tercera parte de un noticiero de televisión.
Pero trece minutos fueron una eternidad para el hombre que nadó contra la corriente de un río crecido, en el Perú.
Se proponía salvar la distancia hasta la orilla más próxima. Las aguas habían inundado el caserío. Nadie estaba allí. Sólo quedaba él y por ese instinto natural que asiste a los seres humanos, sin pensar en los riesgos, se lanzó a la travesía.
“Fue una eternidad. Cada segundo parecía un siglo. Pensé que jamás llegaría a la otra orilla”, comentó a la prensa. En un embarcadero próximo, cuando faltaban pocos metros, podía ver los rostros ansiosos de las personas que le extendían sus manos, como si quisieran alcanzarle para brindarle su ayuda.
Desarrollo del tema
1. No debemos esperar que el mundo entienda nuestra nueva actitud frente a la vida (versículo 12).
“... Y había allí un hombre que tenía seca una mano. Le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría...” (versículos 1 b y 2 a).
Quienes se encuentran alrededor no comprenden el cambio que se operó en nuestra existencia. Y menos que, como en el caso del Señor Jesús, nos importe más el ser humano que el tradicionalismo religioso. El maestro veía en aquél hombre a alguien que necesitaba la sanidad. No le preguntó a qué denominación eclesial pertenecía. Le importaba esa vida como tal, antes que su vinculación social, sus inclinaciones políticas o sus convicciones religiosas.
a. Los religiosos no entienden ni quieren asumir la nueva vida (versículo 2).
“... y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría...”
Para los religiosos de la época era importante el día sábado. Su tradición pesaba sobre todo lo demás. El enfermo podía seguir enfermo. Lo primordial era que se respetara el día de reposo, olvidando que el Señor vela por su pueblo y desea para usted y para mí, lo mejor.
b. Los nuevos principios de vida chocan con los parámetros del mundo (versículo 2).
En ocasiones, sin importar el bien que hagamos, nuestra generosidad, buena voluntad o quizá amabilidad en el trato con quienes nos rodean, es probable que encontremos opositores. En el vecindario, el lugar d trabajo, la universidad, incluso en el hogar. Ser cristiano evangélico despierta aversión en una sociedad llena de pecado. Es un reto diario vivir a Cristo. Pero debemos seguir adelante.
2. Los cristianos siempre estaremos en la mira de los críticos (versículo 2).
“... y le acechaban...”
Los encontramos por todas partes. Son los críticos. Aquellos que están atentos a cualquiera de nuestros movimientos para cuestionar. Pareciera que su único propósito en la vida es vigilar las actitudes del cristiano para esgrimir un dedo señalador. Los hallaremos en cualquier lugar donde residamos. Son inevitables, como la sombra que nos acompaña a todas partes.
a. A los críticos es mejor ignorarlos
Por mucho que se esfuerce, difícilmente cambiará la actitud de los críticos. Ellos siempre estarán al acecho. Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de conservar un buen testimonio. Pero el hecho de que ellos se empeñen en hacernos la vida imposible, no podemos pagarles con la misma moneda. Por el contrario, nuestra actitud hacia ellos debe estar signada por el amor, la tolerancia y la comprensión.
b. Los críticos representan un reto para nuestro testimonio
Entre más críticas encuentre a su paso, más debe orar al Padre para que le permita la fortaleza que le lleve a permanecer firme en sus convicciones. Si bien es cierto no podemos vivir conforme a los parámetros que demandan quienes cuestionan, es necesario cuidarse al hacer algo o expresar opiniones. Si su visión de los críticos cambia, les verá como un reto y no como un problema.
3. Frente a los ataques, debemos permanecer firmes y fortalecernos en la fe (versículos 4 al 6).
“... y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle” (versículo 2).
La frase es breve pero contundente: “... poder acusarle”. En otras palabras, hacerle la vida imposible. ¿Le ha ocurrido alguna vez? Incluso en su propia congregación o en el hogar. Es probable que el propósito soterrado que les asiste es hacerle volver atrás. La decisión está en sus manos ¿Qué hacer? ¿Regresar por el camino andado? ¿O asirnos firmemente de la mano del Señor Jesucristo? Sólo Dios le dará la fuerza necesaria y la victoria, en circunstancias así.
a. ¿Qué es más importante? ¿La tradición o el hombre? (versículo 4).
“Y les dijo:¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar una vida, o quitarla?...” (versículo 4).
Cuando Dios ve a una persona, no aprecia en ella al drogadicto, al adúltero, el mentiroso, el ladrón o quizá al estafador. Por su infinito amor, ve en aquél ser a alguien que tiene derecho a una nueva oportunidad por la obra que hizo el Señor Jesucristo en la cruz. Para nuestro amado Padre, la vida está por encima de la tradición o quizá de los preceptos humanos.
b. Dios no comparte la hipocresía religiosa (versículo 5).
“Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones...” (versículo 5 a).
Es evidente que en esos críticos había más religiosidad que una auténtica disposición de cambio en sus corazones. Profesaban creer en Dios, pero distaban mucho de El. Prima el orgullo denominacional, las convicciones particulares y hasta el cargo que ocupamos. De Dios, poco... de la carne, mucho. Y con una actitud así, no agradamos al Padre, por el contrario, le ofendemos.
c. Dios es quien nos fortalece frente a los ataques (versículo 6).
“Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle” (versículo 6).
Antes que salir corriendo cuando enfrentamos adversidad, debemos seguir firmes, tanto en nuestras convicciones de fe como en el testimonio cristiano.
La salida está en depender de Dios. Pedirle fortaleza. Confesarle nuestras debilidades y clamar por su ayuda. Jamás olvide que los cristianos nadamos contra la corriente, pero aún en medio de las peores circunstancias, fuimos llamados a vencer.
Conclusión:
Quienes se rigen por los parámetros humanos, no comparten esa forma extraña de ver la vida que es justo la que asiste a los cristianos. No la entienden. La rechazan. Cuando no tenemos a Dios en nuestro corazón, difícilmente podemos entender cómo piensan los cristianos. Esto ha sido así desde siempre. Igual, los cristianos no podemos dejarnos mover por las críticas o por las actuaciones de los que todavía no han tenido una experiencia personal con el Señor Jesucristo.
Publicado en: Sermones
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