Cristo nos liberta de las “cárceles espirituales”
(Parte 2)
Millares de personas hoy están bajo ataduras que los sumen en profundas “cárceles espirituales”. ¿Quiere saber de algunas? Ataduras sexuales: la pornografía, el adulterio, la fornicación, el adulterio, perversión a través de pensamientos e incluso, exhibicionismo.
También encontramos otras cárceles espirituales como son la ruina, la enfermedad — muchas veces sin explicación médica —, la falta de perdón, el desánimo, el temor y los deseos de quitarse la vida.
Una mujer me decía que le resultaba imposible perdonar a sus padres, y un joven –sin aparente motivo— ha intentado suicidarse en varias ocasiones. Están en lo profundo de cárceles espirituales que el enemigo espiritual está interesado en avivar.
Estas prisiones espirituales son el producto de abrir puertas al demonio o como consecuencia de la influencia del enemigo espiritual.
La posesión demoníaca sume en una cárcel espiritual
Quien abre puerta al mundo de la maldad, se expone a ser poseído por Satanás y quedar apresado en oscuras cárceles espirituales de las que se considera, nadie puede escapar. Es la mentira que el adversario espiritual se ha encargado de diseminar por ahí.
Un caso dramático de posesión satánica lo encontramos en Genesaret. El evangelista Marcos relata:
“Entonces llegaron al otro lado del lago, a la región de los gírasenos. Cuando Jesús bajó de la barca, un hombre poseído por un espíritu maligno salió del cementerio a su encuentro. Este hombre vivía entre las cuevas de entierro y ya nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. Siempre que lo ataban con cadenas y grilletes — lo cual le hacían a menudo— , él rompía las cadenas de sus muñecas y destrozaba los grilletes. No había nadie con suficiente fuerza para someterlo. Día y noche vagaba entre las cuevas donde enterraban a los muertos y por las colinas, aullando y cortándose con piedras afiladas. Cuando Jesús todavía estaba a cierta distancia, el hombre lo vio, corrió a su encuentro y se inclinó delante de él. Dando un alarido, gritó: «¿Por qué te entrometes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡En el nombre de Dios, te suplico que no me tortures!». Pues Jesús ya le había dicho al espíritu: «Sal de este hombre, espíritu maligno».“ (Marcos 5:1-10, Nueva Traducción Viviente)
La situación de aquél hombre era lamentable. ¿Cuándo lo poseyeron los demonios? El texto no lo explica, pero sí encontramos reflejadas las consecuencias que se derivaron de esa dominación que ejercía Satanás sobre este hombre, a tal punto que vivía entre los sepulcros, mantenía desasosiego en su “prisión espiritual”, procurada causarse daño físico al cortarse con piedras afiladas y, además, no podía resistir la fuerza que lo dominaba.
Formas de cautividad espiritual
Incluso, los hombres de Dios son atacados. ¿Recuerda a Elías? Dios lo utilizó poderosamente y horas después que ocurrieran por su mano hechos portentosos, Jezabel profirió contra él amenazas y maldición:
“Cuando Acab llegó a su casa, le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, incluso la manera en que había matado a todos los profetas de Baal. Entonces Jezabel le mandó este mensaje a Elías: «Que los dioses me hieran e incluso me maten si mañana a esta hora yo no te he matado, así como tú los mataste a ellos». Elías tuvo miedo y huyó para salvar su vida. Se fue a Beerseba, una ciudad de Judá, y dejó allí a su sirviente. Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, Señor; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron».” (1 Reyes 19:1-12)
Elías enfrentó al menos tres consecuencias de un ataque satánico que le llevaron al cautiverio, temporal, pero al fin y al cabo, cautiverio: el temor, el desánimo y el deseo de morirse. Igual que ocurre con millares de personas en todo el mundo, muchas de ellas, fieles servidoras de Jesucristo.
Cuando enfrentemos situaciones adversas y las circunstancias parezcan todas en contra nuestra, no podemos ni debemos hacer otra cosa que orar. Dios es quien obra poderosamente a nuestro favor. Nos guarda y ayuda.
Un enemigo que no descansa
Además de moverse alrededor del propósito que le asiste: destruir la creación de Dios, y a usted y a mí que somos lo que más ama, Satanás no descansa en ese propósito y genera ataques por todos los medios posibles.
Un vivo ejemplo de su accionar destructor, que incluye a hombres y mujeres de Dios, lo encontramos en las asechanzas que puso contra el patriarca Job. La biblia dice que:
“Un día los miembros de la corte celestial llegaron para presentarse delante del Señor, y el Acusador, Satanás, vino con ellos. El Señor le preguntó a Satanás: — ¿De dónde vienes? Satanás contestó al Señor: — He estado recorriendo la tierra, observando todo lo que ocurre. Entonces el Señor preguntó a Satanás: — ¿Te has fijado en mi siervo Job? Es el mejor hombre en toda la tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal. Satanás le respondió al Señor: — Sí, pero Job tiene una buena razón para temer a Dios: siempre has puesto un muro de protección alrededor de él, de su casa y de sus propiedades. Has hecho prosperar todo lo que hace. ¡Mira lo rico que es! Así que extiende tu mano y quítale todo lo que tiene, ¡ten por seguro que te maldecirá en tu propia cara! — Muy bien, puedes probarlo — dijo el Señor a Satanás—. Haz lo que quieras con todo lo que posee, pero no le hagas ningún daño físico. Entonces Satanás salió de la presencia de Señor.” (Job 1:6-12, Nueva Traducción Viviente)
Lea el texto cuidadosamente y encontrará que nuestro enemigo espiritual procuraba generar caos y destrucción alrededor de la vida física y espiritual de Job, así como a su familia y propiedades. Una desgracia total, que lo arrinconara hasta el nivel de la desesperación y la desesperanza. Ah, y recuerde que Job era un hombre de Dios, lo que pone en evidencia que al igual que en el caso de Elías, y tantos hombres registrados en la Biblia, usted y yo somos el blanco de los ataques satánicos.
¿No es acaso lo mismo que procura hacer hoy? Sin duda que sí. Para lograr su propósito, de tener dominio sobre toda la tierra como lo describe el pasaje Escritura, despliega todo un abanico de tentaciones y posibilidades de pecar, acudiendo a la proclividad del ser humano a trasgredir los mandatos de Dios.
Cristo nos libra de las cárceles espirituales
Todos los seres humanos estamos expuestos a los ataques de Satanás. No podemos permitir que siga invadiendo nuestro territorio, sin hacer nada. Recuerde, en Cristo tenemos asegurada la victoria y nos corresponde librar las batallas contra Satanás y sus huestes de maldad.
El Señor Jesús impartió claras instrucciones de cómo ser libres de las “prisiones espirituales” en las que busca meter Satanás a todas las personas. “Jesús contestó: — Les digo la verdad, todo el que comete pecado es esclavo del pecado. Un esclavo no es un miembro permanente de la familia, pero un hijo sí forma parte de la familia para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres.” (Juan 8:34-36, Nueva Traducción Viviente)
Las palabras del amado Maestro son reveladoras por que ponen de presente que, si nos descuidamos, e incurrimos en pecado, Satanás tendrá “derecho legal” para esclavizarnos. Ese es el mayor problema de quienes, aún siendo cristianos, consideran que no hay ningún problema en abrir puertas a la maldad. ¡Tremendo error! El mundo de las tinieblas toma fuerza.
Pero el mensaje también es alentador porque nos enseña que, si nos sometemos a Dios, su caminamos de su mano, Jesús mismo nos hace libres de toda atadura al pecado. Él rompe las cadenas. No importa si es una atadura a la inmoralidad sexual, un hábito del que considera que no puede salir o quizá, el temor, la duda, el desánimo, la incredulidad o el deseo de morir. ¡Cristo nos hace libres!
No siga encarcelado espiritualmente. Dios tiene enormes bendiciones para su vida y basta que las tomemos. No obstante, es necesario que rompa todas las cadenas, no en sus fuerzas sino en el poder de Jesús, el Señor. Recuerde: usted fue concebido para ser libre…
¿Ya tomó la mejor decisión?
La mejor decisión de todo ser humano, es recibir a Cristo como Señor y Salvador de su vida. Es el paso para emprender una nueva vida. Basta que le diga en oración, allí donde se encuentra: “Señor Jesucristo, gracias por morir en la cruz por mis pecados, y traer perdón. Reconozco mi pasado de pecado y vengo a tu presencia a pedir perdón. Entra en mi vida como mi Señor y Salvador, y haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”
Puedo asegurarle que esta sencilla oración marcará la diferencia en su vida desde hoy. Su vida será renovada por el poder de Dios. Ahora tres recomendaciones finales. La primera, haga de la oración un principio de vida. Orar es hablar con Dios. El segundo, lea la Biblia; en ella aprenderá principios que le llevarán al éxito y, por último, comience a congregarse en una iglesia cristiana. Puedo asegurarle que jamás se arrepentirá de haber tomado esa determinación.
Publicado en: Guerra Espiritual
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