Dar testimonio de Cristo en el trabajo
“Vivir a Cristo. Interesante. Es una palabra que escucho una y otra vez en la iglesia en la que me congrego. Mi pregunta es, ¿qué hacer cuando queremos vivir a Cristo no en el hogar o la iglesia, donde considero que es relativamente fácil, sino en el trabajo? Allí si que las cosas son a otro precio, ¿no le parece?”
J.O.P. desde Valencia, en España.
Respuesta:
Responder a esta pregunta amerita que iniciemos con una ilustración. Pablo Pérez va al templo. Es un hombre entregado a la adoración del Señor Jesucristo. Alaba a Dios con fervor. En casa es buen padre y ejemplo de esposo... Pero en el trabajo... Si le piden que trabaje un minuto más, dice: “No puedo, debo llegar temprano al templo. Hoy es día de culto”. Exagera en sus llamadas telefónicas que generalmente y de manera innecesaria, pasan de media hora. Reclama por todo y, si alguien obra en su contra, no se guarda para elevar críticas en su contra. Si puede, toma ventaja y “saca partido” de cualquier circunstancia para vengarse. ¿Cuál es el testimonio cristiano de Pablo Pérez? Sin duda que es pésimo. “Con cristianos así — pensará alguien— prefiero seguir siendo miembro de la religión tradicional”.
Es necesario vivir a Cristo donde quiera que nos encontremos. En nuestro desenvolvimiento laboral con mayor razón sobre la base de que generalmente muchos de nuestros compañeros no han tenido un encuentro personal con el Señor Jesucristo.
Sobre este particular es importante que vamos a las Escrituras. El apóstol Pablo escribió a los creyentes de Éfeso: “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre” (Efesios 6:5-8).
Alguien que profesa a Jesús como Señor y Salvador, testimonia su fe sirviendo como bien lo anota el texto, con “sencillez de corazón, como a Cristo”. Si obramos por amor a Jesús el Señor, nuestro desempeño será con excelencia.
Un segundo elemento que resalta Pablo es que debemos servir “...de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor...”.
Estas líneas dejan sentado que, al hacer las cosas, no es para el lleno de unos requisitos o quedar bien y no sentir peso de conciencia por ganar el salario sin hacer nada; por el contrario, debe generarse un servicio dando todo lo mejor de nosotros. Es una forma de tributar honra a Dios. ¿Había pensado en este aspecto? Es probable que no. Pues asúmalo desde hoy: un buen empleado glorifica al Padre. El apóstol utiliza un verbo que deja sentado el hecho de que no es para un día sino siempre. Es tornarlo nuestra actitud permanente: “Siervos obedeced a vuestros amos terrenales...”.
Respeto a nuestros superiores
¿Tiene jefes que son imposibles y que a pesar del buen trato que les prodigamos son sumamente difíciles en su trato y comportamiento? En tales casos también estamos llamados a servirle con excelencia tal como lo advierte el apóstol Pedro: “Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente, Pues, ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado por Dios” (1 Pedro 2:18-20).
Nuestra predicación no es tan eficaz como cuando respaldamos nuestras palabras con hechos concretos, por supuesto, también en el sitio de trabajo.
Hay unas reglas de juego establecidas. Una de ellas como lo señala Pedro, es el respeto a los superiores. Anarquizarnos, es decir, querer hacer las cosas a nuestra manera, no solamente nos granjeará problemas sino que además, deshonra al Señor Jesucristo y al Padre, que mora en nosotros por la obra del Espíritu Santo.
Resaltan las escrituras este mandato: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17 Cf. 1 Corintios 10:31). Quien obra así tiene una promesa: “...sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa, porque Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23, 24).
El desenvolvimiento con excelencia debe evidenciarse no solo cuando el jefe está cerca, también cuando no se encuentra en la oficina o espacio de trabajo. Es honradez. Eso glorifica al Señor y Dios.
En tal sentido es imperativo que una de las metas que debe fijarse, con ayuda del Señor Jesucristo, es testimoniar su fe con un comportamiento acorde a aquello que profesa con los labios. Ser excelente más que un compromiso es una obligación de un cristiano en el trabajo.
Publicado en: Consejería Familiar
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