De la mano de Jesús no volveremos atrás
(Lección 6 – Nivel 5)
Quiso irse de farra cuando se anunciaron los carnavales municipales en todo su esplendor. La sangre le hervía en sus venas. Cuánto deseaba darse una vuelta para ver el jolgorio, y bueno, para ser sinceros, participar también. ¡Hacía tanto tiempo que no se bebía una cerveza! Y aquella parecía la oportunidad ideal.
Felipe iba atravesando la calle principal del pueblo. Se escuchaba a lo lejos la música y la algarabía de la gente. Pero se detuvo. Aquél no era su mundo. “Mal haría en participar, si ahora soy cristiano.”, reflexionó.
Con la misma decisión que emprendió su camino hacia la algarabía, se devolvió. Aquella noche y en los días sucesivos se quedó en casa viendo televisión.
¿Cuántas veces no se sintió quizá tentado a volver atrás en su andar con Cristo? Lo más probable es que muchas veces. Es la disyuntiva a la que nos enfrentamos quienes profesamos fe en el Señor Jesús.
Le invitamos a considerar tres aspectos importantes en su vida de fe para lograr crecimiento en el discipulado:
1.- Decídase a morir en Cristo
Cuando creemos en la obra redentora del Señor Jesús en la cruz, debemos dar un paso esencial: morir a nuestra vieja naturaleza.
El apóstol Pablo lo explicó en los siguientes términos: “¿O acaso olvidaron que, cuando fuimos unidos a Cristo Jesús en el bautismo, nos unimos a él en su muerte? Pues hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo; y tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva.” (Romanos 6: 3, 4. NTV)
La decisión es nuestra y nada más que nuestra. Es necesario dar ese paso. Morimos al viejo hombre. El pasado de pecado fue sepultado y ahora somos nuevas criaturas en Cristo. En otras palabras, comenzamos a escribir los nuevos capítulos de nuestra vida.
2.- Disfrute la nueva vida que le ofrece Dios
Con la muerte en la cruz de Jesucristo, nos hizo libres y perdonó nuestros pecados. No es por que tuviésemos méritos, sino por la inmensa misericordia y amor del Padre hacia nosotros.
Hasta allí, todo bien. Pero, ¿estamos experimentando esa nueva vida? Y de la mano con este interrogante, otro: ¿Aún estamos viviendo atados en el pasado, sujetos al viejo hombre?
Estas dos preguntas son fundamentales porque, dependiendo de la respuesta que demos, tendremos una aproximación al tipo de cristianismo que vivenciamos cada día.
El apóstol Pablo escribió que “Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!” (2 Corintios 5:17. NTV)
Aceptar a Cristo como Señor y Salvador, creyéndolo firmemente, nos lleva a una nueva dimensión: ser nuevas criaturas.
Es un tránsito que damos del viejo hombre al hombre nuevo, nacido de Dios. Y con esa dinámica, está implícito que tenemos la capacidad de experimentar transformaciones.
En la carta a los creyentes de Colosas leemos: “Él los hizo aptos para que participen de la herencia que pertenece a su pueblo, el cual vive en la luz. Pues él nos rescató del reino de la oscuridad y nos trasladó al reino de su Hijo amado, quien compró nuestra libertad y perdonó nuestros pecados.” (Colosenses 1:12-14. NTV)
Si somos aptos, es evidente que tenemos las capacidades para avanzar en esa dirección. En otras palabras, no podemos justificarnos en el hecho de que ser cristianos— vivir a Cristo— se nos dificulta. ¡Dios nos ha dado la capacidad para experimentarlo exitosamente!
¿En dónde está el secreto? En el sometimiento al Señor. Rendirnos a Él y permitirle que tome el control de todo nuestro ser, pensamientos y acciones. Si Él ocupa el primer lugar en nuestra existencia, será posible.
3.- Debemos marcar una diferencia entre el antes y el después
Recibir a Jesús como Señor y Salvador, marca una diferencia; es el punto que determina un antes y un después. Y esa transformación debe evidenciarse en nuestra condición de cristianos no solo al mirar cómo anda nuestro mundo interior ahora que somos creyentes, sino también, en la forma como interactuamos con otras personas.
La decisión es nuestra. Dios abrió las puertas pero no nos obliga. Es una de las manifestaciones de Su amor que trasciende nuestra comprensión limitada.
En el apóstol Juan leemos una enseñanza maravillosa del Señor Jesús: “El ser humano solo puede reproducir la vida humana, pero la vida espiritual nace del Espíritu Santo.” (Juan 3: 6. NTV)
Observe cuidadosamente: Rendirnos a Dios es esencial para experimentar esa nueva vida en Cristo. Ahora, si nos hemos rendido al Señor, el Espíritu Santo se mueve con poder en nuestra existencia. Nos transforma y permite que lleguemos siempre a nuevos niveles.
Si Dios toma el control de nuestro ser y sometemos a Él pensamientos y acciones, traerá cambios que saltarán a la vista cada día.
Recuerde que es su decisión. Dios no lo obligará. Pero si toma la decisión de permitir que el Padre celestial gobierne su vida, experimentará la nueva vida en Cristo que tanto anhela.
Preguntas para auto evaluar su avance como Discípulo de Jesús:
Le invitamos esta semana a repasar la Lección y responder los siguientes interrogantes, que le ayudarán a profundizar en las enseñanzas y a tornarlas prácticas en su vida diaria:
a.- ¿Se ha visto tentado para volver atrás en su vida cristiana?
b.- ¿Podría mencionar cuáles han sido los factores que le han tentado a volver atrás?
c.- ¿Cómo cree usted que podría vivenciar realmente a Cristo en la cotidianidad diaria?
d.- ¿Qué ocurrió cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador (Romanos 6: 3, 4)?
e.- ¿Cómo podemos experimentar una nueva vida en Cristo?
f.- De acuerdo con 2 Corintios 5:17, ¿qué ha ocurrido con nosotros ahora que aceptamos a Cristo como Señor y Salvador?
g.- Si leemos Colosenses 1:12-14, ¿qué podríamos decir que ocurrió con nuestras vidas?
Publicado en: Escuela de Discipulado
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