Decídase a cambiar la historia a través de la oración
Por más de tres semanas estuvo buscando empleo. Una verdadera maratón que comenzó veinticuatro horas después de que lo desvincularan laboralmente. Estaba literalmente destrozado y sin esperanzas. Todos los lugares a los que iba parecían reunir un común denominador: le cerraban las puertas. En toda parte le decían que no había vacantes.
Y él estaba allí, desesperado, con varias cuotas del apartamento por cancelar, la colegiatura de sus dos hijos sin cancelar, y ni siquiera un poco de arroz para poner a cocer en la olla.
Fue el desasosiego y no otra cosa lo que le llevó a orar a Dios. Le pidió su ayuda. Volcó todo lo que tenía en el corazón. En un momento del clamor hasta las lágrimas saltaron a sus ojos. Pero al día siguiente, todo era diferente. Entregó más copias de su hoja de vida con confianza. Y la respuesta llegó. ¡Dios hizo el milagro en respuesta a su oración!
Una oración que desata el poder de Dios
Tenga presente un hecho: La oración tiene poder, desata el poder, nos lleva a movernos en la dimensión del poder. Cuando vamos al Señor en oración, Él responde. Es algo que está intrínsecamente ligado a nuestra disposición de corazón. Es una enseñanza maravillosa que podemos leer en Mateo 18:18-20.
El evangelista Mateo hace especial énfasis al relatar una enseñanza del amado Señor Jesús: “También les digo lo siguiente: si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra con respecto a cualquier cosa que pidan, mi Padre que está en el cielo la hará.” (Mateo 18:19. Nueva Traducción Viviente)
Allí el Señor Jesús nos enseñó que aquello que pidiéramos y ordenáramos desde el plano físico, se daría en el plano espiritual y viceversa. No hay límites. Los límites los ponemos nosotros. ¿De qué manera? A través de la incredulidad.
La duda levanta a nuestro alrededor una enorme barrera que es difícil de derribar, a menos que con corazón sincero volvamos la mirada al Señor. Él hará posible lo imposible.
Todas las formas de orar
Es esencial que aclaremos algo: hay dos maneras de orar: una de manera individual, que es cuando vamos a la Presencia del Señor pidiendo algo, y la otra, cuando nos unimos varios creyentes para solicitar la intervención de Dios en un asunto específico.
Y por último, nos enseñó el principio de la unidad que va ligado de otro más: La permanencia en Dios. Sabemos que el Poderoso Señor en el que hemos creído está con nosotros, y cuando esa conciencia gobierna todo nuestro ser, las barreras caen al suelo.
El autor cristiano, Myles Munroe, lo describe de la siguiente manera: “Cuando se trata de cosas en la dimensión terrenal, el cielo actúa conforme a lo que hacemos. El cielo ata lo que nosotros atamos y desata lo que nosotros desatamos… Si queremos que Dios continúe interfiriendo, debemos seguir orando. La oración es un asunto serio. Cuando oramos nos comunicamos con un gobierno divino del cual somos embajadores.” (Myles Munroe, “Redescubra el Reino”. Editorial Peniel. Buenos Aires, Argentina. Pg. 58)
Tres elementos que revisten importancia. Esencial que los revisemos y apliquemos a nuestra vida práctica de oración diaria. Es el único cambio para que traigamos transformación poderosa al curso de la historia, tanto a nivel personal como colectiva.
Tenga presente que nuestras oraciones tocan el corazón de Dios y producen que desde Su presencia, se liberen milagros, los mismos que hemos venido necesitando.
Si no ha recibido a Cristo Jesús como su Señor y Salvador hoy es el día para que lo haga. Es una decisión que traerá transformación a su vida y le permitirá ejercer una influencia positiva entre quienes le rodean.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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