Decídase a perdonar y libere su corazón
Resulta sorprendente que muchas personas a nuestro alrededor tengan una enorme capacidad para odiar.
Alimentan su corazón con rencor. Y esa disposición de albergar resentimiento, no les permite vivir en paz.
¿Conoce personas así? Quizá usted mismo sea uno de aquellos que no encuentran sosiego porque en su mundo interior solo afloran odios que les roban la tranquilidad y que les impiden vivir plenamente.
David, el legendario guerrero que llegó a gobernar a Israel, rompió todos los esquemas. Él logró vencer la falta de perdón.
Le animo a leer el capítulo 24 del primer libro de Samuel. Hágalo con detenimiento una y otra vez. Allí encontrará una escena interesante:
“Por el camino, llegó a un redil de ovejas; y, como había una cueva en el lugar, entró allí para hacer sus necesidades. David estaba escondido en el fondo de la cueva, con sus hombres, y estos le dijeron: ―En verdad, hoy se cumple la promesa que te hizo el Señor cuando te dijo: “Yo pondré a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca”. David se levantó y, sin hacer ruido, cortó el borde del manto de Saúl. Pero le remordió la conciencia por lo que había hecho, y les dijo a sus hombres: ―¡Que el Señor me libre de hacerle al rey lo que ustedes sugieren! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del Señor.” (1 Samuel 24:3-6. NVI)
Recuerde que en aquella ocasión el rey Saúl perseguía a David. Quería matarlo. Le acompañaban tres mil hombres fuertemente armados.
Aun cuando pudo quitarle la vida, David no lo hizo. Le perdonó la vida. Él no consideraba a Saúl como su enemigo.
De David aprendemos siete principios de vida que describo a continuación:
1.- Los hijos de Dios no permiten que nada ni nadie alimenten el odio en sus corazones (v. 4)
2.- Nuestra naturaleza como hijos de Dios no es el odio ni la venganza (v. 5)
3.- Si tenemos que elegir entre odiar y perdonar, elegimos perdonar (v. 5)
4.- En toda persona debemos ver la imagen de Dios (v. 6: Cf. Génesis 1:26)
5.- Cuando perdonamos, recibimos liberación interior y exterior (vv. 8-13)
6.- El hijo de Dios paga bien por mal (vv. 17, 18)
7.- El hijo de Dios no actúa como todos los demás (v. 19)
La decisión de ser totalmente libres no la toma Dios. Es un paso que debemos dar usted y yo. Está en sus manos. Con ayuda del Señor podrá lograrlo.
¿Y si me están acusando injustamente?
Es lo más frecuente, que nos acusen injustamente. En todos los casos, más que preocuparnos por defendernos, debemos depender de Dios.
Cuando vamos a las Escrituras, encontramos este principio:
"La verdad brota desde la tierra, y la justicia sonríe desde los cielos." (Salmos 85:11. NTV)
Aun cuando parezca ilógico, lo que aprendemos es que defendernos no es el camino. Dios sabe cómo y cuándo sacar a la luz nuestra inocencia.
La justicia es de Dios
Vengarnos tampoco es la solución. Lo aprendió David, quien luego llegaría a ser rey de Israel. Dios se manifiesta con poder cuando lo dejamos obrar.
El apóstol Pablo escribió:
"Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras: «Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen», dice el Señor." (Romanos 12:19 |NTV)
No es usted quien debe tomar justicia por mano propia. El Señor sabe de qué manera hacerlo, a pesar de que quizá usted no esté de acuerdo con la forma como Él lo hace. Permita que Él intervenga.
Tres elementos clave: perdone para ser libre, no se defienda luchando en sus propias fuerzas y, por último, deje que el Padre celestial haga justicia.
No podría despedirme sin antes invitarle para que le abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Hoy es el día para que tome esa decisión y emprenda, tomado de la mano de Jesús, un nuevo camino a nivel personal, espiritual y familiar.
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Publicado en: Estudios Bíblicos
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