Déjese encontrar con Dios para que transforme su vida familiar
1.- Lectura Bíblica: Lucas 15:8-10
2.- Oración familiar
Por 21 años estuvo desaparecido de casa. Una tragedia que su madre, María Mancia, no olvidaba jamás. Desde que despuntaba el alba en San Bernardino, hasta que las sombras de la noche cubrían la ciudad, la mujer no dejaba de recordarlo. Miraba por la ventana, en la distancia, esperando que un día tocara a su puerta. Siempre estuvo allí, expectante.
Salió un día de 1995 de su vivienda en Rancho Cucamonga, en California (EE.UU.), y su hijo, Steve, quedó en casa. Cuando regresó, el niño de apenas año y medio de nacido, no estaba.
A partir de ese momento la mujer vivió un verdadero martirio. La desaparición del pequeño se la atribuyó a Valentín Hernández, el padre del menor, con quien sostuvo una tormentosa relación conyugal. Se separaron y un día cualquiera él decidió llevarse a su hijo.
Lo único que le quedó a Mancia desde entonces fue una foto en blanco y negro de su pequeño. Cada año, María veía más lejana la posibilidad de reencontrarse con Steve.
Alguna vez alguien le dijo que su hijo, estaba en Puebla, México, al sur de Ciudad de México. Las autoridades se comunicaron con el joven y cotejaron su historia. Comprobaron que era el mismo Steve que María buscó por años. La historia fue corroborada con las pruebas de ADN que les practicaron a la progenitora y al muchacho.
Él siempre creyó que su madre lo había abandonado. Guardaba un profundo resentimiento contra ella.
Cuando María se enteró de que su hijo estaba vivo, rompió en llanto. Se reencontraron con un emotivo abrazo de 3 minutos en la frontera de México y EE.UU.
Él la perdonó. Se dispuso a vivir de nuevo, ahora al abrigo de una relación familiar. “Podría decir que somos felices.”, coincidieron en decir.
Una historia emotiva que nos habla de la búsqueda, del amor, de la reconciliación y del perdón. Un relato de la vida real, con un final feliz.
El mismo final que puede tener su existencia si deja de experimentar esa afanosa carrera por vivir la vida a su manera. Ese curso diferente pero gratificante cuando decidimos rendirnos a Dios y permitirle que tome el control de nuestros pensamientos y acciones.
El evangelista Lucas relata una escena que ilustra esta situación: “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” (Lucas 15:8-10)
Dios anda en su búsqueda. Déjese encontrar. Más aún: permita que Él ocupe el primer lugar en su vida matrimonial y en la relación con los hijos. Todo será diferente.
Si el Señor es quien toma la carta de navegación en nuestro hogar, la relación de pareja cambia. Igual, con los hijos. Se genera entendimiento y armonía, y se retoman sueños y metas que nos llevan a un puerto común: una vida familiar plena.
Si todavía no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para hacerlo. Cuando él entra en nuestro corazón, experimentamos una nueva vida a nivel personal, espiritual y familiar. Emprendemos un camino renovado de transformación permanente.
3.- Oración familiar:
“Dios de los cielos, no podemos dejar de agradecerte por regalarnos un nuevo día. Gracias. Gracias también por permitirnos experimentar crecimiento en la relación familiar. Con tu divina ayuda aprendemos en qué hemos cometido errores y la manera de corregirlos. Sometemos en tus manos nuestros sueños, metas y proyectos, y te pedimos que si están en consonancia con tu voluntad los bendigas. Amén”
4.- Una Meta familiar para hoy:
Permitiré que Dios ocupe el primer lugar en mi relación familiar: con mi cónyuge y mis hijos.
Publicado en: Altar Familiar
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