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¿Deposita toda su confianza sólo en los bienes materiales?

¿Deposita toda su confianza sólo en los bienes materiales?

Los ahorros de toda una vida quedaron invertidos en un yate de dimensiones considerables, el cual finalmente sirvió para transportar a su familia los fines de semana interminables, de sol esplendoroso y la inconfundible brisa con olor a sal por las playas de Miami.

"Un sueño convertido en realidad", se repetía con frecuencia José Ramón al apreciar con detenimiento la estructura que se mecía perezosa en el agua.

Con lo que jamás contó era con el huracán que azotó el condado y que, como niño travieso que se asoma a una puerta entre abierta, puso sus pies primero con delicadeza y luego con fuerza, trayendo vientos de una velocidad inverosímil y olas que se levantaban por encima de la altura que todos habían visto alguna vez en épocas de tormenta.

La motonave no soportó los embates del mar. Y se volteó, con una lentitud pasmosa, como en cámara lenta, y con esa misma parsimonia comenzó a hundirse mientras el oleaje arremetía con fuerza para acabar con el maderamen.

El incidente, ajeno a toda voluntad del hombre, fue el que desencadenó la ola de desesperación en la que hallaron las autoridades a José Ramón.

Estaba inconsolable. Sólo repetía, como una canción interminable cuando se rayó el acetato: “Era toda mi fortuna. Era toda mi fortuna”.

Decisiones apresuradas, resultados lamentables

Infinidad de personas toman decisiones sin medir las consecuencias. Obran movidos por la emoción más que por la razón. En cierta medida, es previsible pero no es lo más aconsejable.

Lo fundamental es afincarnos en Dios. Entregar en sus manos todo cuanto hacemos. Él es quien nos torna vencedores. Él nos lleva hacia la victoria (Salmos 37:5)

¿Ciframos en lo material nuestra felicidad?

Pasaron varias semanas antes de que tomara conciencia de la pérdida, irreparable además. Si bien es cierto su ahorro de muchos años había sido invertido en la motonave una circunstancia inesperada había echado por la borda su más preciada posesión.

Hace muchos siglos el rey Salomón escribió: "Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé en hacerlas; y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu; y sin provecho debajo del sol” (Eclesiastés 2:8, 11).

Una lección contundente: las posesiones materiales son perecederas. Nada es para siempre, salvo el alma de una persona. Y lo que hoy tenemos, mañana puede no ser.

La búsqueda afanosa de adquirir bienes no satisface el alma. Hay elementos más trascendentes. Están representados en los seres que amamos y a los cuales quizá hayamos descuidado, y algo más importante aún: nuestra posesión eterna, aquella que no compra el dinero sino que se obtiene por fe en la obra redentora del Señor Jesucristo.

Es probable que por trabajar y ocuparse en mil tareas haya descuidado a su familia. ¿Es esto lo que Dios quiere para su existencia? Sin duda que no. Ahora resta que reconozca qué es lo que realmente tiene valor en su existencia.

A propósito, ¿Ya recibió a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador? No deje pasar la oportunidad. Hoy es el día para hacerlo.

Publicado en: Estudios Bíblicos


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