Desea renunciar al liderazgo cristiano
“En cinco años que llevo como pastor, siento que no he tenido mayor respaldo ni de Dios ni de la comunidad. A veces me pregunto: ¿Por qué estoy aquí? Y también: ¿No habría sido mejor proseguir como Administrador Empresarial? Estoy viviendo un conflicto interno tremendo. ¿Acaso Dios me dejó solo en el ministerio?”
J.L.A., desde Buenos Aires, Argentina
Respuesta
Cuando Dios nos llama a servirle, permite que experimentemos crecimiento progresivo en aquellas áreas que son fundamentales para el ministerio. No obstante, no podemos esperar que todo sea un camino de rosas. Es natural que surjan dificultades, para las cuales Dios también nos ayuda a salir victoriosos. En ningún momento nos deja solos.
La sensación de abandono cuando enfrentamos dificultades y, más cuando tal desamparo lo generan aquellos a quienes servimos, es enorme y amenaza con llevarnos a un revés espiritual. Comprendo el período que atraviesa. Sin embargo recuerde que antes que cualquier cosa, está el servicio que prestamos en la obra de Jesucristo. Por tanto, le invito a considerar los siguientes elementos:
1.- El llamamiento al servicio ministerial proviene de Dios y no de los hombres.
El apóstol Pablo tenía claro este asunto y en cartas, como la que dirigió a los creyentes de Roma en el primer siglo, escribió: “Los saluda Pablo, siervo de Cristo Jesús llamado por él para ser apóstol y apartado para anunciar el evangelio de Dios” (Romanos 1:1).
Usted fue escogido por Dios mismo. Es una decisión que Él tomó desde antes que se creara el Universo. Usted estaba en Sus pensamientos desde siempre.
En estos momentos usted está poniendo la mirada en las dificultades antes que en Aquél que lo llamó, Jesucristo. Él fue enfático cuando le dijo a sus discípulos: “Ustedes no me escogieron a mi, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca” (Juan 15:16).
Dios espera que usted de resultados allí donde está ministrando. Es probable que pocos entiendan cuáles han sido sus esfuerzos en la obra, pero Él sí los conoce y los valora.
2.- Es necesario seguir adelante, por encima de los obstáculos.
La misión es una y es necesario cumplirla. Nuestro amado Señor Jesucristo no recibirá su carta de renuncia. Supongamos que se la envía por correo. ¿Sabe qué ocurriría? Que días después la recibirá de vuelta, sin destapar siquiera y con un rótulo que diría: “Te felicito por estar sirviendo en mi obra. Sigue adelante. Te devuelvo algo que creo que me remitiste por equivocan. Los siervos de Jesucristo no renuncian, sino que perseveran”.
Esa es la perspectiva que Dios tiene de sus ministros y que llevó al apóstol Pablo a escribir: “Delante de Dios y de Cristo Jesús, que vendrá glorioso como Rey a juzgar a los vivos y a los muertos, te encargo mucho que prediques el mensaje, y que insistas cuando sea oportuno y aun cuando no lo sea. Convence, reprende y anima, enseñando... Pero tú conserva siempre el buen juicio, soporta los sufrimientos, dedícate a anunciar el evangelio, cumple tu trabajo.” (2 Timoteo 4:1,2,5. Versión Popular).
3.- Es previsible que encontraremos oposición
El Señor Jesús no previó que estaríamos en un camino de rosas; por el contrario, Él advirtió a sus discípulos: “!Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas. Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades, los golpearán en las sinagogas y hasta los presentarán ante gobernadores y reyes por causa mía; así podrán dar testimonio de mí delante de ellos y de los paganos” (Mateo 10:16-18).
Cuando aceptamos el llamamiento a la obra ministerial, debemos tener en cuenta que enfrentaremos oposición. Si esa conciencia es clara, también lo será nuestra disposición de luchar contra la corriente, porque es natural que aflorarán dificultades. No obstante fuimos llamados a vencer y, con ayuda del Señor Jesucristo lo haremos.
4.- El llamamiento de Dios no se echa por la borda
El llamamiento es único e irrepetible, en la mayoría de los casos. Por supuesto hay excepciones, pero son contadas. Es por esa razón que no se puede echar por la borda.
Al respecto el apóstol Pablo escribió: “Pues lo que Dios da, no lo quita, ni retira tampoco su llamamiento” (Romanos 11:29).
Ahora bien, este texto bíblico se enfoca en primera instancia a la Salvación pero tiene aplicabilidad en la convocatoria que Dios nos hizo al ministerio pastoral.
Lo que puedo aconsejarle, pastor, es algo que usted ya sabe: no se puede ni se debe renunciar. Quien nos llamó a servirle en la obra es Cristo y Él nos concede la victoria en todas las circunstancias.
Publicado en: Consejería Familiar
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Un consejo oportuno con fundamento en la Biblia.