Disponiendo el corazón para servir a Dios
(Lección 12 – Nivel 3)
Nadie la miraba con otros que no fueran para cuestionarla. Joven. Hermosa, dirían algunos. Algo casquisuelta, comentaban otros. Lo cierto es que a su paso, algún comentario hacían.
A nadie le preocupó su condición humana y menos su situación sentimental. Alguna vez se enamoró o tal vez dos, pero sus relaciones inevitablemente terminaban en fracaso y emprendía una nueva aventura, con la esperanza de que algo saliera bien.
La samaritana, de quien las Escrituras no mencionan su nombre, se levantó un día con la sensación de que sería rutinario, como tantos otros. Sin embargo ese día marcó la diferencia en su existencia. Cambió el curso de su historia. Ese día, con el calor que producía un sudor pegajoso e insoportable, tuvo un encuentro personal con el Señor Jesús.
Un diálogo corto pero profundo con el Maestro, que le abrió los ojos a la realidad. ¡Había visto a Dios hecho hombre, y en su rostro, la esperanza para comenzar de nuevo! "La mujer dejó su cántaro junto al pozo y volvió corriendo a la aldea mientras les decía a todos: «¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho en mi vida! ¿No será este el Mesías?». Así que la gente salió de la aldea para verlo.” (Juan 4:28-30. NTV)
Una llama poderosa, arrolladora, transformadora, que no se podía extinguir fácilmente, había comenzado a arder en su corazón.
¿Y qué hizo? Esta seguidora de Jesús se convirtió en multiplicadora de las Buenas Nuevas. Fue a los suyos, a la gente con la que compartía diariamente, y les testificó de haber tenido un encuentro personal con el Maestro. Los inquieto, los motivó, los llamó a comprobar esta realidad.
Relata el apóstol Juan que "Muchos samaritanos de esa aldea creyeron en Jesús, porque la mujer había dicho: «¡Él me dijo todo lo que hice en mi vida!». Cuando salieron a verlo, le rogaron que se quedara en la aldea. Así que Jesús se quedó dos días, tiempo suficiente para que muchos más escucharan su mensaje y creyeran. Luego le dijeron a la mujer: «Ahora creemos, no solo por lo que tú nos dijiste, sino porque lo hemos oído en persona. Ahora sabemos que él es realmente el Salvador del mundo».” (Juan 4:39-42. NTV)
¿Se da cuenta? El proceso fue sencillo pero eficaz. Llevó a la mujer a un encuentro personal con Jesús, pero inmediatamente, a compartir las Buenas Nuevas de Salvación a otras personas. No se quedó con el mensaje de Salvación para sí misma. Ardía en lo profundo de su ser el deseo de contar a otros de Jesús, el amado Maestro, Aquél que cambió su existencia para siempre...
Crecer y compartir
Un Discípulo de Jesús progresivamente se va sumergiendo en la nueva vida. Los cambios puede que no sean inmediatos pero podemos asegurarle que una modificación, así parezca mínima, en su forma de pensar y de actuar, terminará por ejercer influencia en las personas de su entorno.
El impacto que haga Jesús en nuestro mundo interior será profundo en la medida que permitamos que sus enseñanzas traigan transformación y crecimiento. Si es así, evidenciaremos esos cambios a otras personas, como lo enseñó el amado Señor:
"Ustedes son la sal de la tierra. Pero ¿para qué sirve la sal si ha perdido su sabor? ¿Pueden lograr que vuelva a ser salada? La descartarán y la pisotearán como algo que no tiene ningún valor. Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial.” (Mateo 5:13-16. NTV)
¿Cómo testimoniamos? Con hechos, y esos hechos toman fuerza cuando parten de una vida dispusta para Cristo. Una forma sencilla de experimentar crecimiento, obtener fortaleza, guía para no caer y la sabiduría para permanecer en el camino, es mediante la oración.
Testificamos con la vida, y al hacerlo, ya estamos comenzando a servir en la extensión del Reino de Dios que es uno de los objetivos que tiene todo cristiano: Ir y hacer Discípulos a todas las Naciones. Ganar hombres y mujeres para el Reino de nuestro Padre celestial (Cp. Mateo 28:19)
Crecer para servir
Ahora, le invito a considerar otro hecho importante: No solamente recibimos transformación por la obra del Señor Jesús, sino que Él espera que como Discípulos, nos convirtamos en instrumentos útiles.
El evangelista Lucas relata que: "Después el Señor escogió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos delante de él a todas las ciudades y los lugares que tenía pensado visitar. Y les dio las siguientes instrucciones: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos. Ahora vayan, y recuerden que los envío como ovejas en medio de lobos.” (Lucas 10:1-3. NTV)
El propósito no es que se quedaran allí, en el lugar de reunión, sino que una vez experimentaran ese encuentro transformador, también alcanzaran a otras personas.
Resulta curioso pero las personas que son más útiles en el Reino de Dios, son las que recién se convierten. El fuego de Dios arde en sus corazones y quieren hablarle a otros de Cristo, y aprovechan todos los medios para hacerlo: Mediante el diálogo, prestándoles un libro, orando por ellas o quizá a través de las Redes Sociales.
Serle útil a Dios parte de una decisión a la que nadie nos obliga: Disponer el corazón para Él. Si lo hacemos, Dios se manifiesta con poder, utilizándonos conforme Él quiera.
Creer y depender
¿Cuándo podemos ser útiles para la extensión del Reino de Dios? Cuando aprendemos a depender enteramente del Señor Jesús.
Nuestro amado Señor enseñó: "Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada.” (Juan 15:5. NTV)
Cuando Cristo ha obrado con poder, y se lo permitimos, otras personas irán a los pies del Maestro. Basta que dispongamos nuestro corazón. Esa debe ser hoy y siempre la meta que nos fijemos al abrir los ojos cada nueva mañana. ¿Estás dispuesto a ser instrumento útil en manos de Dios?
Las tareas que ocuparán esta semana mi proceso de Discipulado en el Nivel III son:
a.- Me fijaré la meta esta semana, de compartir al menos con dos personas, el mensaje transformador del Señor Jesús para que también ellas experimenten un encuentro personal con el Salvador.
b.- Oraré por las personas a las que voy a compartirles el mensaje de Salvación, para que Dios toque y transforme sus corazones.
c.- Cada día de esta semana consultaré las Escrituras. Permitiré que su enseñanza sea atesorada en mi corazón para experimentar crecimiento en todas las áreas de mi vida tomado de la mano del Señor Jesús.
Versículos para memorizar durante la semana:
"Pero se acerca el tiempo — de hecho, ya ha llegado— cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.” (Juan 4:23, 24. NTV)
Publicado en: Escuela de Discipulado
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