Disposición para cambiar, camino a la victoria
(Vida Victoriosa – Cap. 3)
Hace pocos días mientras me lustraban el calzado en una magnífica área arborizada en pleno centro de Santiago de Cali, la Plaza de Caycedo, me dijo aquél hombre mientras daba brillo a los zapatos: “Soy uno de los lustradores que más buscan aquí. ¿Se da cuenta? Pues no siempre fue así. Al comienzo hasta echaba betún en las medias de los caballeros. Todo por hacer mi trabajo rápido y atender a nuevos clientes”.
— ¿Le trajo problemas? — , le pregunté.
— No, realmente la gente fue muy decente. No me hicieron reclamos. Pero perdí bastante: no me volvieron a buscar para lustrar calzado. Sólo cuando me dispuse a hacer las cosas bien, la demanda de mis servicios volvió a ser como al comienzo; es más, ahora con mayor interés me buscan. Saben que trabajo bien… — , explicó con sano orgullo.
Coincidí con él. Hacía un muy buen trabajo como lustrador.
Reconocer las fallas fue el principio para mejorar y dar pasos hacia la excelencia, un punto fundamental para alcanzar el éxito.
Reconocer los yerros es esencial para cambiar y crecer. Encierra un principio esencial: Disposición. Y si estamos orientados al cambio, si es el más caro anhelo que alberga nuestro corazón, es Dios quien nos está abriendo las puertas para dar esos pasos concretos, de corregir lo malo y reemprender el camino hacia lo bueno, hacia el crecimiento personal, espiritual y familiar, que es el fundamento para la victoria.
El apóstol Pablo escribió que acongojarnos por el mal que hayamos hecho, consciente o inconcientemente, es una buena señal y nos orienta a una nueva dimensión de cambio: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. ” (Romanos 7:9, 10)
Para infinidad de personas que han incurrido en errores en su vida, lo más valioso es identificar que han fallado y disponerse a cambiar.
Recuerdo el caso de una joven profesional que por años vivió de manera licenciosa. Aunque fue criada bajo sólidos principios bíblicos, cuando ingresó a la universidad se reveló contra sus padres y se dejó arrastrar por el torbellino del desenfreno.
Cada nuevo noviazgo estaba rodeado por la promiscuidad. Incluso, en alguna oportunidad le transmitieron una enfermedad.
— Creí que cada vez iría más lejos. Comencé a experimentar con drogas. Era como si estuviera cayendo en una espiral sin fondo — , me dijo.
Por fin la crisis llegó. Un día, tras terminar una relación con otro estudiante, descubrió que solamente la había utilizado como mujer. Pensó en el suicidio. Preparó todo para ingerir una buena cantidad de pastillas en la noche. ¡No despertaría jamás!
De camino a su apartamento alguien le regaló una pequeña publicación bíblica.
Pensó que no perdería nada al leerla, antes de quitarse la vida. Conforme iba leyendo cada párrafo, Dios le habló. Era como si todas las líneas las hubiese escrito alguien que la conocía hasta en los más mínimos detalles.
Aquella noche se arrepintió de nuevo, pidió perdón al Señor y llamó a sus padres. Les pidió perdón por hacerlos sufrir.
— Hemos estado orando por ti hija. Y nos alegra que Dios haya respondido a nuestras oraciones — , le respondió su madre.
Se disposo a cambiar con ayuda de Aquél que todo lo puede. Concluyó su formación universitaria, contrajo matrimonio y hoy es la orgullosa madre de dos pequeños hijos.
— El día que tomé la decisión de cambiar, sentí como Jesús me iba acompañando en todo el camino, día a día — , me dijo.
Cuando disponemos el corazón, hemos tomado sin duda la mejor decisión. Nuestro amado Hacedor trabaja en las vidas de aquellos que se disponen. Él hace obras maravillosas en hombres y mujeres que consideraron alguna vez que era imposible comenzar una vida renovada.
¿Ha pensado en la importancia de disponerse para el cambio?
Jamás podré olvidar a un hombre con quien compartí espacio en la sala de espera de la Unidad de Cuidados Intensivos en una clínica de la ciudad. Mi hijo estaba a pocos metros librando una lucha contra la vida y la muerte, mientras que él tenía, también a pocos metros, a su esposa debatiéndose contra un cáncer.
— Si tan solo Dios me diera la oportunidad de que mi esposa sanara, yo sería diferente. Saldría a caminar con ella al atardecer, le diría palabras hermosas, llegaría a casa con un ramo de rosas, le haría la vida feliz — ,se lamentaba.
¡Descubrió que amaba a su esposa, veinte años después de compartir la vida juntos!
Días después murió ella, pero aquella dolorosa experiencia— que ojala no hubiese ocurrido — , le llevó a cambiar. Se arrepintió de dedicar tanto tiempo a su trabajo y poco a su familia, y en adelante, su forma de pensar y de actuar fue diferente. ¡Dios le fortaleció en la crisis y pudo salir airoso!
El arrepentimiento, en el buen sentido de la palabra, fue para bendición; el puntal para crecer en las dimensiones personal y espiritual. ¡Igual puede ocurrir con su vida hoy! Si ya se arrepintió, debe añadir un segundo componente también importante: la disposición de corazón para emprender el cambio.
Haga una valoración de cómo anda todo en casa, en el trabajo, en el estudio y donde quiera que se desenvuelva socialmente. Sin duda apreciará que ha cometido múltiples errores y que, si se arrepiente de corazón y se dispone a cambiar, podrá aplicar correctivos y ver cómo el rumbo de su existencia toma un nuevo norte.
Tenga presente que— por encima de la maldad que haya anidado y desarrollado a lo largo de muchos años— es el amor de Dios— infinito y apacible— el que le lleva a arrepentirse y es una puerta que no debe dejar que se cierre: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2.4)
¡Hoy es el día para tomar una decisión que le llevará sin duda a la victoria en todos los órdenes!
¡No desperdicie esta maravillosa oportunidad!
Ocurrió en un gran centro comercial. Un almacén de comidas rápidas ofreció grandes rebajas. El lleno fue total. Pero ¡calcularon mal las promociones! Sobró demasiada comida.
— Traigan al primero que pase — , dijo el gerente —. Y ¡gratis!— Los dependientes se dispusieron a cumplir la orden. Y un hombre, que estaba recorriendo el lugar, extasiándose en las vitrinas, casi fue obligado a entrar:
— ¡Usted tiene la oportunidad!— le dijeron. Y lo obligaron literalmente a sentarse y pedir lo que quisiera.
Permítame compartir esa ilustración aplicada a su existencia. ¡Uste también tiene la oportunidad de arrepentirse! No se deje arrastrar por ese pasado en que fue mal padre, o madre sin sentido de compromiso en el hogar, o tal vez hijo intolerante con sus padres. ¡Usted también tiene la oportunidad de arrepentirse y disponerse para el cambio!
El Señor Jesús, nuestro amado Salvador, ilustró bellamente este principio del Reino en cierta ocasión que estaba reunido con una multitud: “Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.” (Mateo 9:12-14)
Arrepentirse es para aquellos que reconocen de corazón, con honestidad, con radicalidad, que han fallado y quieren imprimir un giro a su vida. ¡Usted tiene la oportunidad. Recuerde que es una posibilidad que está a sus puertas y que lo aconsejable, es no dejar pasar por alto.
Un gran autor con quien compartí varios correos, el sacerdote jesuita Carlos G. Vallés— quien por muchos años vivió en Ahmadabad –India — , decía que un derecho de todo ser humano es a equivocarse y el segundo, arrepentirse.
Si usted encamina sus pasos hacia una auto evaluación sincera, podrá salir adelante: recuperar su hogar, la relación con sus hijos, recobrar sueños metas y esperanza y, por supuesto, remontarse a nuevas alturas en procura de ser exitoso.
Recuerde que no es en sus fuerzas sino en el poder del Señor Jesús.
Lo más importante en un ser humano
La mujer golpeó con fuerza a su hijita. ¡No podía concebir que— producto de su inquietud— hubiese volteado el jarrón con jugo! Fue una golpiza como nunca antes. “La letra con sangre entra”, se repetía furibunda recordando un viejo dicho de su abuela.
Aunque la chiquita imploraba misericordia, ella se dejó arrastrar por la ira. Saciada su molestia, la dejó escapar y la menor, como un animalito herido, corrió a refugiarse bajo la cama, en su cuarto.
El reloj marcó las diez de la noche. Lorena ni siquiera se atrevía a subir donde estaba su hija. Estaba sinceramente arrepentida. ¡No sabía cómo decírselo! Pensó una y otra vez que no podía seguir igual. ¡Era necesario cambiar!
Por fin venció todos los temores a enfrentar la realidad. Estaba sinceramente arrepentida y así se lo hizo notar a la chiquita, que no cesaba de llorar:
— Reconozco que hice mal; perdóname. Puedo asegurarte que no volverá a ocurrir — , dijo.
Se abrazaron y, sí, lloraron las dos. Pero aunque fue un momento muy doloroso, se convirtió en el comienzo de una nueva vida para esa familia.
En adelante Lorena midió cuidadosamente todas sus reacciones cuando estaba presa de la molestia.
Pues bien, medite por un instante que no hay nada más maravilloso delante del Señor, que una persona como usted, comprometida con el cambio y el crecimiento personal y espiritual, reconozca que ha fallado: “Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán. ” (Oseas 5:15)
El rey David, inspirado por Dios, lo expresó de la siguiente manera: “El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios ” (Salmos 50:23 )
Pero a esto sumamos algo más: que realmente haya cambio. Que permita, usted que ha sido concebido para el éxito, que Dios obre la transformación que sólo Él en sus fuerzas, puede hacer en un ser humano. Un principio de realización personal que enseñó un gran hombre del primer siglo: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento…” (Mateo 3:8)
Frutos dignos de arrepentimiento no es otra cosa que evidenciar de qué manera estamos cambiando. Tenga presente que no es sus fuerzas sino en el poder de Dios. Y ese cambio comienza por cosas pequeñas, modificaciones que a los demás pueden pasar inadvertidas pero que usted más que nadie conoce. Los pequeños grandes cambios.
La mejor ilustración es la de una pared de ladrillos. Una vez terminada la estructura se ve majestuosa, pero realmente es la sumatoria de uno y otro y otro ladrillo unidos con argamasa. Así es el cambio. No es algo inmediato. Es integrar un pequeño cambio a otro y otro más…
Tenga presente que si desea ser un triunfador, un principio o Ley infalible que debe aplicar, es la disposición de corazón.
¡Su vida será diferente cuando haya dado ese paso! Podrá dar pasos firmes hacia el crecimiento personal y espiritual, alcanzando sueños, metas y proyectos que para otros resulta difícil de conquistar…
Publicado en: Libros Electrónicos
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