El Dios de la sanidad que entra en su familia
1.- Lectura Bíblica: Marcos 1:29-31
2.- Meditación familiar:
Nadie sabe cuánto tiempo llevaba enferma. Tampoco hay mayores datos de cuál era su afección. Lo que sí es evidente que nada en casa iba bien. Alguna ropa lucía revuelta en un rincón de la habitación, las ventanas estaban cerradas y solo se colaba por las hendidas, un débil rayo de luz. Contrario a lo que se esperaba, en la cocina no se había encendido el fogón.
— No lo lleves a casa; ella está enferma.
Pedro lo pensó un instante, los segundos suficientes para ver cómo el Maestro avanzaba por la calle polvorienta camino al hogar, y se alejaba.
— No podré detenerlo. Hay que ir allá. — , respondió.
El evangelista Marcos relata: “Después Jesús salió de la sinagoga con Santiago y Juan, y fueron a la casa de Simón y Andrés. Resulta que la suegra de Simón estaba enferma en cama con mucha fiebre. Se lo contaron a Jesús de inmediato. Él se acercó a la cama, la tomó de la mano y la ayudó a sentarse. Entonces la fiebre se fue, y ella les preparó una comida.” (Marcos 1:29-31. NTV)
La jornada terminó como Pedro no lo había imaginado. Como en las buenas historias, con un final feliz. Jesús trajo sanidad a casa.
Ese mismo Jesús sigue obrando hoy. Desea obrar en su hogar. Puede que se trate de alguien enfermo, quizá su cónyuge o los hijos, que necesitan el toque divino. Basta orar y creer. Él lo hará.
Pero vamos más allá: ¿Qué tal si no se trata de una dolencia física sino de heridas del alma que han permanecido en el tiempo en su cónyuge e hijos? Durante todo este tiempo esa situación, antes que resolverse, quizá se hizo más profunda. Hay dolor, resentimiento, deseos de renunciar incluso a la relación conyugal. Tal vez ya no hay diálogo con los hijos. Se rompió todo contacto con ellos.
¿Qué hacer? Hay dos opciones: Rendirnos ante las circunstancias, o luchar de rodillas, en oración. ¡Dios sabe transformar vidas y también circunstancias, aun cuando luzcan desfavorables!
No todo está perdido. Quizá en medio de los conflictos, haya perdido la esperanza. Incluso, es posible que haya pensado en el divorcio como la única solución. ¡Todavía hay una salida al laberinto! Está en Jesucristo.
Él puede sanar su mundo interior, el de su cónyuge y el de sus hijos. Si le abrimos las puertas del hogar, Jesucristo trae cambios profundos y duraderos. Decídase hoy por un hogar diferente. ¿Cómo hacerlo? Comenzando por usted. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo. Es una decisión que marcará la diferencia en su existencia y en la de su familia.
3.- Oración familiar :
“Dios de los cielos, Padre nuestro, gracias por este nuevo día que nos regalas como familia. Te pedimos que intervengas en la solución de los conflictos que a veces tocan a nuestra puerta y obres por tu infinito amor, trayendo sanidad en nuestro mundo interior. Sometemos nuestras vidas, planes y proyectos en tus manos. Amén.”
4.- Una Meta familiar para hoy :
Con ayuda de Dios dispondré hoy mi corazón para cambiar. Permitiré que Él transforme mi relación conyugal y con mis hijos.
Publicado en: Altar Familiar
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Un consejo oportuno con fundamento en la Biblia.