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El Discipulador debe asumir la paternidad espiritual


(Lección 6)

El Discipulador debe asumir la paternidad espiritual (Lección 6)

Martha aceptó a Cristo Jesús en un servicio dominical al cual le invito su amiga de oficina. Todo le pareció maravilloso: El trato de las personas, la música de adoración y la conferencia. Pero dos días después de aquella experiencia que calificó de única, estaba deseosa de volver atrás. Incluso, cuando llegaron algunos tropiezos, le dijo a sus amigas: “No nací para ser cristiana”.

Tiempo después y al analizar su caso se concluyó que el problema fue no hacerle el seguimiento a Martha e incorporarla en un proceso de formación como Discípula.

Una de las mayores dificultades es que nos acostumbramos a que, al término de una charla o mensaje, las personas reciban a Jesús como su Señor y Salvador y nos circunscribimos a desearles lo mejor. No les brindamos el acompañamiento necesario.

El asunto lo aborda el autor cristiano, Mario E. Fumero, de la siguiente manera:
“Cada vez hay más gente convertida pero sin cobertura, huérfanos de la ayuda humana, pero con expresiones cristianas. Esto trae como consecuencia una iglesia deforme que no es un cuerpo, una vida cristiana de muy baja calidad. Esto hace que muchas personas tomen el cristianismo como una moda, como una distracción, como una religión, sin entender que “tenemos que recibir para poder dar más y que debemos vivir para después transmitir.” (Mario E. Fumero. “La paternidad espiritual” Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 5)
Un Discípulo debe constituir una prioridad para la comunidad de creyentes. No basta con que acepten a Jesús como Señor y Salvador. Debe ser una experiencia que permanezca en el tiempo. No una mera decisión sino algo con mayor profundidad que le permita al nuevo creyente mantenerse arraigado en su fe, prendido de la mano del Señor Jesús.

¿Recuerda el mandato original del Señor Jesús? No fue construir templos o abrir denominaciones aquí y allá, sino hacer Discípulos (Marcos 28:19). Incluso, cuando vamos al Nuevo Testamento, encontramos que el concepto griego de Discipulado se repite por lo menos 70 veces. Es evidente que reviste una importancia particular.

No basta que hagan decisión de fe

Cuando una persona recibe a Jesús como Señor y Salvador, apenas comienza el proceso. Es alguien a quien debemos prestar especial atención porque el enemigo espiritual querrá sacarlo del camino (Cp. 1 Pedro 5:8)

Incluirlo en una clase de Discipulado es muy importante, pero hay que ir más hallá. Es necesario hacerle seguimiento hasta que se convierta, a su vez, en Discipulador.
El conferencista y autor Fumero instruye: “El discipulado envuelve algo más que una clase, que un grupo de personas que asiste a una reunión. Es todo un proceso que implica relación y actitud en la evangelización y conservación de los perdidos que vienen a Cristo. Es una de las tartas formas retóricas para exponer la relación personal que envuelve el proceso de formación de un cristiano una vez que nace de nuevo. No puede haber formación sin relación, tampoco puede haber relación sin entrega y menos, una entrega sin asumir responsabilidades.”(Mario E. Fumero. “La paternidad espiritual” Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pgs. 7, 8)
Lo esencial en nuestra condición de Discipuladores es que asumamos la paternidad espiritual con los Discipulos.

Este principio fundamental para el liderazgo cristiano lo enseñó a los primeros creyentes de Corinto: “Pues, aunque tuvieran diez mil maestros que les enseñaran acerca de Cristo, tienen solo un padre espiritual. Pues me convertí en su padre en Cristo Jesús cuando les prediqué la Buena Noticia. Así que les ruego que me imiten.” (1 Corintios 4:15, 16. NTV)

Observe que Pablo les predicó el Evangelio pero, aprendemos, asumió el compromiso de hacerles seguimiento a los nuevos creyentes. Se convirtió en su padre espiritual, como le recuerda a los corintios.

Una de las ventajas que encierra la paternidad espiritual es que le permite al Discipulador mantener estrechos vínculos con el Discípulo. Estar caminando junto a él constantemente para exhortarlo, animarlo y transferirle enseñanzas que fundamenten su fe y caminar en Cristo Jesús.

Enséñele al Discípulo a hacer bueno uso de la libertad

Cuando asumimos la paternidad espiritual del Discípulo, es importante que le enseñemos cuatro cimientos que le ayudarán a vivir la libertad que le ofrece Cristo a cada persona redimida:

a.- Somos ahora parte de un cuerpo espiritual (1 Corintios 12:27; Colosenses 1:18)

b.- Somos parte de un edificio, Su iglesia que somos todos los creyentes (Efesios 2:21)

c.- De la mano de Cristo Jesús experimentamos crecimiento permanente (1 Corintios 3:8)

d.- Somos ahora miembros de una familia (Efesios 2:19; Gálatas 6:10)

La paternidad espiritual (Cp. 1 Corintios 4:15) demanda que estemos al tanto de las inquietudes de los Discípulos pero al tiempo, que las despejemos con la debida disposición de tiempo, paciencia, tolerancia y perseverancia.

Uno de los aspectos críticos que debemos enfrentar, es enseñarle al nuevo creyente a experimentar libertad en Cristo y hacer buen uso de ella.

Pablo lo dejó claro el principio cuando escribió a los creyentes de Galacia: “Pues ustedes, mis hermanos, han sido llamados a vivir en libertad; pero no usen esa libertad para satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa. Al contrario, usen la libertad para servirse unos a otros por amor.” (Gálatas 5:13. NTV)

¿Cómo pueden ellos, los Discípulos, experimentar la libertad en Cristo sin que la naturaleza pecaminosa los arrastre de nuevo a la mundanalidad? Ese sin duda es un gran reto que debemos asumir.

Lo que más peso tiene en todo el proceso es que les impartamos la enseñanza acompañada con el ejemplo. Pablo mismo lo hizo y le escribió a los creyentes de Filipos: “Amados hermanos, tomen mi vida como modelo y aprendan de los que siguen nuestro ejemplo.” (Filipenses 3.17. NTV)

El apóstol estaba muy seguro de su fe, de su testimonio de vida y de la disposición de vivir a Cristo en todo momento. Enseñar con el ejemplo es un fundamento de la paternidad espiritual que estamos llamados a ejercer.

Una relación permanente con Dios

Cuando impartimos enseñanza con el compromiso de  ejercer la paternidad espiritual, llevamos al Discípulo a desarrollar intimidad con Dios y afianzar su crecimiento en Cristo hasta que su nivel de crecimiento espiritual vaya acompañado de madurez (Filipenses 3:17; 1 Corintios 2:6).

Pablo que entendió la importancia de la paternidad espiritual (Cp. 1 Tesalonicenses 2:11; Filemón 10), amonestaba a sus hijos espirituales (Cp. 1 Corintios 4:14; 2 Corintios 2:4; 1 Corintios 3:2). Entendía que el concepto de discipulado encierra el mismo esquema de la relación padres-hijos; también llevarlo a experimentar el proceso: Nacer, crecer y reproducirse en su condición de Discípulo.

Un Discípulo es como un hijo. Y hay que cuidar de él hasta que aprende a defenderse solo… No lo olvide jamás…

Preguntas para la reflexión y fortalecimiento del Curso de Discipuladores:

Le animo para que lea cada una de las preguntas que encontrará a continuación, reflexione en las enseñanzas antes de escribir su respuesta, y repase constantemente lo aprendido:

a.- ¿Por qué la experiencia de un cristiano, convertido en Discípulo, debe ser duradera?

b.- ¿Qué error comete la iglesia con los Discípulos?

c.- ¿Recuerda el propósito original de Dios según leemos en Marcos 28:19?

d.- ¿Por qué afirmamos que no basta con el hecho de que una persona haga decisión de fe?

e.- ¿Qué significaba para el apóstol Pablo la paternidad espiritual (Cp. 1 Corintios 4:15, 16)?

f.- ¿Cómo definiría usted la paternidad espiritual (Cp. 1 Corintios 4:15)?

g.- ¿Qué papel juega el ejemplo del Discipulador en el proceso de la paternidad espiritual?

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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