El Discipulador desarrolla amistad espiritual con el Discípulo
(Lección 2)
La autoridad para discipular a otras personas, parte de nuestra decisión de vivir a Cristo, de reconocer cuando hemos fallado y disponer nuestro corazón para levantarnos y seguir adelante.
En esa dirección, usted y yo como Discipuladores debemos desarrollar una relación estrecha con el Discípulo y aplicar el principio bíblico: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano.” (Proverbios 18:24. RVR 1960)
¿Cómo podemos ganar autoridad con un Discípulo si nos ve distantes, súper espirituales y— de paso— no tendemos puentes de amistad que lleven a una amistad espiritual, de compañerismo y de apoyo que genere confianza genuina?
El primer paso, entonces, es eliminar barreras y sentar las bases para que el nuevo creyente encuentre no solo una guía oportuna sino ayuda cuando se presente alguna duda, o quizá por circunstancias de la vida, esté tentado a volver atrás. Eso por supuesto, parte de asumir usted y yo una mentalidad distinta en la que las ovejas no nos miren como líderes sino como mentores.
¿Algunas sugerencias? Por supuesto que sí:
a.- Imparta instrucción bíblica al Discípulo y esté dispuesto a despejar todos sus interrogantes, con paciencia.
b.- Anímelo a experimentar crecimiento diario. Háblele de las ventajas del crecimiento personal, espiritual y familiar en una persona.
c.- Tómese el tiempo de llamar al Discípulo en semana para preguntarle cómo avanza en su proceso de caminar con el Señor Jesús cada día.
d.- Provéale lecturas edificantes que le ayuden en su proceso de crecimiento en todas las áreas de su vida.
Tenga presente que todas estas acciones tienen un propósito específico: Llevar al Discípulo a un nivel tal que pueda reproducirse espiritualmente entre otros Discípulos cuando él mismo se convierta en Discipulador.
Cuando leemos el relato de Lucas sobre el llamado de Jesús a sus discípulos, encontramos que Él caminaba en medio de la multitud que lo estaba siguiendo. A partir de ese grupo base escogió a los que designó como apóstoles (Lea Lucas 6:12, 13). Estaba dando ejemplo sobre la única forma de hacer crecer a la gente. El Discipulador debe mantener una compañía íntima con sus discípulos a lo largo de un buen tiempo. El pastor está haciendo lo que hizo Jesús.
Reuniones semanales
¿Con cuánta frecuencia debemos reunirnos con el Discípulo? Al menos una vez por semana para impartirle instrucción bíblica, pero a partir de ahí, cuantas veces creamos oportuno en la medida que el nuevo creyente atraviese por situaciones complicadas y requiera de nuestro acompañamiento.
Un elemento a considerar en esos encuentros semanales, es que abramos espacio para que el Discípulo pueda participar, expresar sus ideas, manifestar sus inquietudes e incluso, temores. La clase no se puede convertir en un monólogo en el que solamente nosotros tenemos la palabra.
En lo posible, acuda una y otra vez a las Escrituras que son el fundamento de sus enseñanzas y acompañe los principios que encuentra ahí con ilustraciones tomadas de la cotidianidad de manera que se facilite por parte del Discípulo la asimilación de los contenidos principales de la clase.
Recuerde que el eje fundamental del trabajo del Discipulador es dedicarse a una persona o a un grupo con el propósito de llevarles al crecimiento en todas las áreas. El principio es sencillo y práctico, y lo aprendemos por ejemplo de la relación de Moisés con Josué, de Elías con Eliseo y de Pablo con Timoteo.
Poder transformador
Cuando mantenemos estrecha comunicación con el Discípulo, esa amistad y clima de hermandad cristiana le llevará a replicar los pasos que hasta el momento hayamos dado. Puedo asegurarle que muchas personas se olvidarán hasta del nombre del predicador pero jamás, del acompañamiento que le brindó el Discipulador.
A su turno, cuando ellos desarrollen la labor de discipular a otros, replicarán el modelo que con sus hechos, usted les enseñó.
Ahora, en el proceso usted es un facilitador, la responsabilidad final está en el discípulo quien debe asimilar y poner en práctica las enseñanzas. Lo digo porque generalmente cuando un discípulo cae espiritualmente o se estanca, el discipulador tiende a sentirse culpable.
Nuestro llamado primario, tal como lo encontramos en las Escrituras, es “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (Efesios 4:12). En esa dirección, Discipular a otros es un paso fundamental.
Enseñarles no significa que dependan enteramente de nosotros. Es otro elemento que debemos considerar. Hay que enseñarles a dar sus propios pasos. ¿Recuerda las águilas? Enseñan a sus polluelos a volar lanzándolos desde las alturas. Cada discípulo debe aprender a caminar prendido no de nuestra mano sino del Señor Jesús.
La premisa alrededor de la cual nos movemos es que los discípulos se hacen en las relaciones y no en los programas. No basta con inscribir personas sino en orientarlas, acompañarlas y brindarles apoyo.
Preguntas para la reflexión y fortalecimiento del Curso de Discipuladores:
Le animo para que lea cada una de las preguntas que encontrará a continuación, reflexione en las enseñanzas antes de escribir su respuesta, y repase constantemente lo aprendido. Lo más aconsejable en todos los casos es que tome anotaciones en un cuaderno.
a.- ¿Desarrolla usted amistad cristiana con el Discípulo?
b.- ¿Brinda usted ejemplo a la persona o personas a quienes está discipulando?
c.- ¿Les brinda apoyo y acompañamiento en los momentos de crisis que atraviesan los nuevos creyentes en Jesucristo?
d.- ¿Con cuánta frecuencia llama o tiene contacto con su discípulo?
e.- ¿Permite usted que en las clases el discípulo opine u aporte ideas en el proceso de enseñanza que viene recibiendo?
f.- ¿Pide orientación a Dios en oración para cumplir la tarea de Discipulador?
Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial
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