El Discipulador no es quien llama sino el Señor Jesús
(Lección 4)
Por muchos años Jorge estuvo inmerso en las drogas. A sus veintidós años podía decir que había probado de todo: desde marihuana, pasando por el bazuco, cocaína hasta la peligrosa heroína, que lo convirtió en un adicto perdido en un callejón sin salida.
María Luisa no recuerda cuándo tuvo su primera experiencia sexual, pero sí podría descibir en detalle la sensación de vacío que le producía cada nuevo encuentro y el deseo insaciable que tenía de encontrarle sentido a la vida. “Llegué a pensar en el suicidio —relata--porque comprendí que los hombres sólo andaban detrás de mi cuerpo. El amor verdadero que tanto anhelaba en cada nuevo noviazgo, se circunscribía a ir a la cama, después un adiós y la promesa de: “Te llamaré uno de estos días”, llamada que nunca se producía”.
Diomar aprendió a beber porque lo hacían sus padres, y en las fiestas de fin de año era bien visto que él tomara vino. “Ese es mi hijo; un marcho como su padre”, solía repetir su progenitor que a los cuarenta años era un alcohólico que se bebía los viernes el producido de toda la semana.
José Miguel comenzó a robar para sostener su vicio. Los que consideraba amigos lo indujeron a consumir drogas pero cuando estaba cayendo en una espiral sin fondo y no podía conservar la calma si antes no consumía un cigarrillo de marihuana, le dijeron que debía conseguir dinero como fuera. “Nada es gratis en la vida. Ve en busca de cada peso para mantenerte bien”, le dijo uno. Relata que un día asaltó a una joven mujer que salía de un supermercado. Lo que jamás imaginó es que la mujer era policía, y lo persiguió varias cuadras hasta que lo capturó. “Pasé tres semanas en una celda y lo más terrible es que no podía drogarme”, relató.
A diferencia de todos ellos, Gabriel tiene otra historia. Su hogar se estaba desintegrando. Pasaba muchas horas trabajando como ingeniero electrónico. Llegaba cansado a casa, con deseos de dormir. Sólo tomó conciencia de que su matrimonio y relación familiar caminaba al abismo cuando su esposa le dijo que quería el divorcio. “Sentí que mi vida se desmoronaba y que todo se hundía bajo mis pies. Amaba a mi familia y no podía aceptar que esa fuera la consecuencia de haberlos dejado solos”, dijo.
Un momento de crisis que marcó la diferencia
La historia de estas cinco personas tuvo un punto de quiebre cuando sintieron que estaban en un callejón sin salida y que nada podría salvarles de su destino inmediato: El suicidio o dejarse arrastrar por la corriente hasta tocar fondo, y finalmente —temprano o tarde —morir en la soledad de una habitación o quizá de una acera, rodeados de muchas personas ajenas a su dolor y desesperanza.
¿Qué determinó un cambio en sus vidas? Que un día, el que menos esperaban, escucharon el susurro del Señor Jesús llamando a su corazón.
Hay un texto maravilloso del libro del Apocalipsis que pone las cosas en su punto. Dice el amado Salvador en su memorable carta a la iglesia de Laodicea: “¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos. Todos los que salgan vencedores se sentarán conmigo en mi trono, tal como yo salí vencedor y me senté con mi Padre en su trono.” (Apocalipsis 3:20, 21. NTV)
Ese pasaje jamás pasará de moda. Aplica a nuestras vidas. Es para usted y para mí, ahora, en este instante.
Le invito a considerar dos cosas importantes: La primera, es que nuestro amado Señor Jesús siempre ha estado llamándonos, y la segunda, que si le abrimos las puertas de nuestro corazón, Él hace la obra. Invitación acompañada de una aceptación sincera, de corazón, trae como consecuencia el principio de un maravilloso proceso de cambio y crecimiento.
No somos usted y yo en nuestra condición de Discipuladores quienes llamamos, sino Jesús mismo. Él lo dijo: “Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre.” (Juan 15:16. NTV)
Es importante dejar el asunto claro y en perspectiva por dos razones esenciales: La primera porque a veces nos creemos los héroes de la jornada y dejamos de lado a nuestro Redentor, quien verdaderamente debe ocupar el puesto protagónico, y la segunda: porque en ocasiones cuando el discípulo falla nos echamos encima toda la culpa olvidando que si bien Jesús llamó, quien fue llamado debe perseverar. Usted y yo les brindamos acompañamiento, pero cada uno debe observar fidelidad en el caminar con Él.
Una enorme responsabilidad sobre los hombros
Usted y yo como Discipuladores tenemos una enorme responsabilidad: Dar cuenta a Dios por cada alma que Él nos delega, a quien tomamos en nuestras manos para llevarles a caminar en el discipulado.
Jamás podemos olvidarlo. Y me permito citar aquí la parábola del Señor Jesús referida a tres siervos a quienes entregó dinero. Recuerde que dos de ellos hicieron producir más recursos. En cambio el tercer siervo de la historia fue negligente. No valoró la responsabilidad que tenía a cargo. La historia la leemos en Mateo 25, versículos del 14 al 28.
Y leemos hacia el final del relato, cuando el siervo negligente se excusó que: “... el amo le respondió: “¡Siervo perverso y perezoso! Si sabías que cosechaba lo que no sembré y recogía lo que no cultivé, ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”. Entonces ordenó: “Quítenle el dinero a este siervo y dénselo al que tiene las diez bolsas de plata. A los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más y tendrán en abundancia; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen. Ahora bien, arrojen a este siervo inútil a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes." (Mateo 25:26-30. NTV)
Tenga presente que quizá no somos los mejores predicadores e incluso, no sobresaldremos por un liderazgo arrollador, pero en la humildad del trabajo que desarrollamos debemos ser comprometidos, rendir lo mejor de nosotros. Que al ir delante de nuestro Padre celestial no tengamos motivos en que ampararnos sino que podamos decirle: “Señor hice hasta lo humanamente posible….”. Rendir más, caminar una milla más, servir más…
¿Tiene discípulos a cargo? Entonces de lo mejor que pueda. No se detenga. Avance, entréguese, dependa del Señor Jesús. Es un distintivo muy particular de los Discipuladores.
Camine de la mano del discípulo
Cuando nos damos a la tarea de discipular, debemos caminar de la mano del nuevo creyente en Jesús. La tarea de formarlos gira alrededor de llevarles a experimentar una nueva vida, la que procede del Maestro, y enseñarles a perseverar en ese sendero.
Cada nuevo diálogo con el discípulo debe enfocarse en enseñarle, a partir de la Palabra, a tener una experiencia personal con Cristo. Que experimente en su propia existencia el poder transformador de Aquél que todo lo hace posible.
Quizá se pregunte cuándo podemos concluir que hemos cumplido nuestro propósito. La respuesta se orienta en dos direcciones. La primera, cuando el discípulo deja de depender de usted y de mí como Discipuladores y depende enteramente de Jesús. Y la segunda, cuando esa persona —sin importar la edad —se dispone a ganar otras almas.
Un ejemplo claro lo hallamos en la historia de Andrés, considerado el primer discípulo: "Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de estos hombres que, al oír lo que Juan dijo, siguieron a Jesús. Andrés fue a buscar a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que significa «Cristo»). Luego Andrés llevó a Simón, para que conociera a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: «Tu nombre es Simón hijo de Juan, pero te llamarás Cefas» (que significa «Pedro»).” (Juan 1:40-42. NTV)
Son unas cuantas líneas en el Evangelio que encierran una enseñanza poderosa por el proceso que siguió Andrés y que cobra particular vigencia en nuestro tiempo:
1.- Andrés escuchó hablar de Jesús el Señor.
2.- Andrés tuvo una experiencia personal con el Señor Jesús.
3.- Andrés compartió a su hermano Simón acerca del Señor Jesús.
La ruta es sencilla: Escuchamos el Evangelio, vivimos la experiencia con Cristo y ese encuentro nos motiva a compartir con otros ese maravilloso encuentro transformador.
Cuando el discípulo puede expresar como el salmista David: "Prueben y vean que el Señor es bueno; ¡qué alegría para los que se refugian en él!” (Salmos 34:8. NTV), entendemos que nuestra tarea está llegando a su fin y que es necesario comenzar a formar otro discípulo que a su vez se convierta en multiplicador de las Buenas Nuevas de Salvación.
Le invito a considerar que el mismo modelo de escuchar de Jesús, tener un encuentro con Él y convertirse en multiplicador del Evangelio, se cumple en la vida de Felipe:
"Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Ven, sígueme». Felipe era de Betsaida, el pueblo natal de Andrés y Pedro. Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo: — ¡Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas escribieron! Se llama Jesús, el hijo de José, de Nazaret. — ¡Nazaret! — exclamó Natanael—. ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? — Ven y compruébalo tú mismo — le respondió Felipe. Mientras ellos se acercaban, Jesús dijo: — Aquí viene un verdadero hijo de Israel, un hombre totalmente íntegro. — ¿Cómo es que me conoces? — le preguntó Natanael. — Pude verte debajo de la higuera antes de que Felipe te encontrara — contestó Jesús. Entonces Natanael exclamó: — Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel! Jesús le preguntó: — ¿Crees eso solo porque te dije que te había visto debajo de la higuera? Verás cosas más grandes que esta. Y agregó: «Les digo la verdad, todos ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre, quien es la escalera entre el cielo y la tierra »." (Juan 1: 43-51. NTV)
¿Por qué un discípulo encuentra más fácil multiplicarse? Por una razón sencilla que incluso hallamos en los dos pasajes que estudiamos hoy: Un profesional puede llegar más fácilmente a un círculo de profesionales lo que quizá no le resulte tan probable a usted o a mí. Una ama de casa que vive a Cristo puede ganar otras amas de casa en su círculo de amistades. Y así sucesivamente, una oveja puede ganar más ovejas en el redil en el que se halla.
Hay que concluir evaluando cómo ha sido nuestro desenvolvimiento como Discipuladores, y de otra parte, si estamos afianzando la vida del nuevo creyente de cara a que en un futuro él o ella mismos se conviertan en Discipuladores y sigan el camino que les hemos trazado hoy.
Preguntas para la reflexión y fortalecimiento del Curso de Discipuladores:
Le animo para que lea cada una de las preguntas que encontrará a continuación, reflexione en las enseñanzas antes de escribir su respuesta, y repase constantemente lo aprendido. Lo más aconsejable en todos los casos es que tome anotaciones en un cuaderno:
a.- ¿Cómo podría describir que fue su experiencia de conocer al Señor Jesús?
b.- ¿Cuál es generalmente el hilo conductor previo que lleva a una persona a la experiencia transformadora de encontrarse con el Señor Jesús?
c.- ¿Qué dice el Señor Jesús a nuestra vida y a la de otras personas que están atravesando profundas crisis en su existencia (Apocalipsis 3:20)?
d.- ¿Qiuén es el que llama a los Discípulos: Nosotros en calidad de Discipuladores o el Señor Jesús de manera particular?
e.- ¿Cómo define el Señor Jesús el llamamiento a los discípulos (Juan 15:16)?
f.- ¿Cuál es nuestra responsabilidad como Discipuladores de acuerdo con el pasaje que leemos en Mateo 25:14-28?
g.- ¿Podría anotar qué enseñan a su vida el pasaje bíblico en el cual se relata el llamamiento del Señor Jesús a sus primeros cuatro discípulos (Juan 1: 40-51)?
h.- ¿Cuál es la ruta que sigue un Discípulo hasta convertirse en Discipulador?
Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial
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