El ser perdonado y perdonar, una manifestación de la gracia divina
Perdonar nos libera. Rompe con las ataduras. Permite que experimentemos una vida renovada. Y algo más: nos permite experimentar la gracia de Dios y, al mismo tiempo, extender esa gracia a otras personas. ¿El motivo? Perdonamos sin que medie nada a cambio.
Una forma sencilla de explicarlo, es lo que plantea el autor y conferencista cristiano, Philip Yancey:
“La gracia no es cuestión de terminar el último el primero, no tiene que ver con cuentas. La recibimos como un don de Dios, y no como algo que nos esforzamos por ganar…. En cierta medida la gracia le resuelve a Dios un dilema. Por una parte, nos ama; por otra parte, no comparte nuestra conducta pecaminosa. El mismo Dios que creo los cielos y la tierra tiene el poder para trazar un puente sobre el gran abismo que lo separa de sus criaturas. Va a reconciliarse, va a perdonar, cualesquiera que sean los obstáculos que le pongan en el camino sus hijos pródigos.”
Dios nos perdona y, nosotros, estamos llamados a perdonar. El Señor Jesús instruyó a sus discípulos en el Padre nuestro:
"Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.” (Mateo 6: 12 | RV 60)
Perdonar nos acerca más a nuestro amado Padre y a las personas que nos rodean, muchas de las cuales quizá nos hayan causado mal.
El perdón es una decisión, no una imposición
No estamos obligados a perdonar. Cuando lo miramos desde la perspectiva de obligación, obramos sin que el corazón esté comprometido. Simplemente por cumplir. Cuando decidimos perdonar, lo hacemos por amor a nuestro amado Dios y porque la persona que nos ha causado daño, es una de Sus criaturas maravillosas.
El autor y conferencista cristiano, Philip Yancey, lo plantea en los siguientes términos:
“El perdón rompe el ciclo de las acusaciones y afloja el mundo estrangulador de la culpa. Estas dos cosas las realiza por medio de un notable enlace, en el que pone al que perdona del mismo lado de quien le provocó el daño. Por medio del perdón, nos damos cuenta que somos tan diferentes de quien nos ha hecho mal, como nos gustaría imaginarnos.”
Al optar por perdonar, experimentamos una liberación interior que nos permite desarrollar y disfrutar plenamente nuestra espiritualidad.
Quien se decide a perdonar, experimenta crecimiento
La Biblia registra numerosos casos de perdón. Uno de ellos, relevante en el Antiguo Testamento, es el de José. Aunque sus hermanos lo vendieron como esclavo y cambiaron humanamente el curso de Su historia, cuando llegó al poder, los perdonó.
En la Palabra leemos:
"Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban. Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón.” (Génesis 50: 16-21 | RV 60)
Nuestro amado Dios y Salvador, Jesucristo, es un ejemplo vivo del perdón. Trazó un sendero que debemos seguir. Recuerde la escena cuando fue condenado a la crucifixión:
"Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. “ (Lucas 23: 33, 34 | RV 60)
Otro ejemplo lo encontramos en Esteban, uno de los mártires entre los creyentes del primer siglo. Recordemos que fue apedreado por las autoridades religiosas de la época en retaliación por proclamar su fe en Jesús el Señor.
"Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.” (Hechos 7: 57-60 | RV 60)
Dios es una demostración viva del perdón. Como Su pueblo, hemos fallado una y mil veces. Sin embargo, por gracia, nos ha extendido el amor al perdonarnos. Lo hizo al ver la disposición del corazón arrepentido.
Usted podrá perdonar, no es Sus fuerzas, sino con el poder del Señor. Él quiere ayudarlo en todo el proceso. Usted no está solo.
En medio de las circunstancias que esté viviendo, no olvide que es esencial permitir que Jesucristo tome el control de su vida y su hogar. Puedo asegurarle que su existencia no será la misma. Ahora le invito para que asuma el hábito de hablar con Dios cada día mediante la oración, leer la Biblia para entender qué principios de vida nos traza allí y acercarse a la congregación cristiana más próxima a usted.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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