¿En qué momento un matrimonio alcanza la solidez?
1.- Lectura Bíblica : Hechos 20:35
2.- Meditación familiar :
Mientras que el primer año es crucial para darle solidez a una relación conyugal, las señales de alarma deben encenderse desde que concluye la luna de miel hasta los primeros siete años de vida juntos.
La razón es muy sencilla: Cuando termina la fiesta de bodas y se van juntos a celebrar la unión— generalmente en un viaje — , todo retorna a la calma y aterrizan, en ocasiones, en una terrible realidad. Descubren las diferencias de uno y otro, distintivos particulares que generalmente no afloran en el noviazgo.
Entre el primer y séptimo año los cónyuges aprenden a acoplarse. En el intermedio, es decir en cualquier momento de los siete años, es probable que se produzcan crisis que— si no saben manejar adecuadamente— pueden traer como consecuencia un enfriamiento de la relación y hasta el divorcio.
Conocerse uno al otro lleva al deterioro o al afianzamiento del amor, como sentimiento pero también como disposición y actitud. Tres elementos fundamentales. Lo que sentimos, la disposición que ponemos para expresar ese sentimiento y la actitud que asumimos cuando las cosas no van bien como esperamos.
En ese tránsito juntos uno de los mayores errores es esperar que nuestra pareja nos brinde felicidad. Es una actitud egoísta. Olvidamos que tenemos el compromiso de asumir el dar, el contribuir a que nuestro cónyuge sea feliz.
Dirigiéndose a los creyentes de Éfeso, el apóstol Pablo, dijo: “Y he sido un ejemplo constante de cómo pueden ayudar con trabajo y esfuerzo a los que están en necesidad. Deben recordar las palabras del Señor Jesús: “Hay más bendición en dar que en recibir”. (Hechos 20:35. NTV)
Sería maravilloso que en nuestra relación conyugal nos repitiéramos una y otra vez: “Hay más bendición en dar que en recibir”
Si nos disponemos a amar antes que a esperar que nuestro esposo o esposa den lo mejor de sí mismos, contribuiremos a enriquecer la relación matrimonial. Sin duda no solo pasaremos la etapa difícil del primer año sino que llegaremos al séptimo, que es un escalón de triunfo; ese triunfo, por supuesto, es posible cuando ponemos de nuestra parte y le concedemos a Dios el primer lugar.
El matrimonio es un viaje que podríamos calificar de maravilloso o frustrante. Todo depende del cristal con el que lo miremos.
Disfrutar ese tránsito juntos es posible cuando aprendemos a conocer a la otra persona, la aceptamos con sus fallas, pero al mismo tiempo, nos disponemos a cambiar. Es un ingrediente importante para que la vida conyugal sea gratificante y enriquecedora.
También reviste importancia desarrollar habilidades no solo para manejar las discrepancias y peleas, sino también para ajustar expectativas de la convivencia.
Pero lo más importante, por supuesto, es que Dios gobierne nuestra familia. Él trae transformación y crecimiento. El primer paso para que ocurra, es abrirle las puertas de nuestro corazón. Es una decisión de la que jamás nos arrepentiremos. Ábrale su corazón a Jesús el Señor.
3.- Oración familiar:
“Dios, te damos gracias por ser el Dios de la familia y acompañarnos en cada etapa de nuestras vidas, como cónyuges, pero también en la relación con nuestros hijos. Te pedimos que nos concedas la sabiduría para encontrar soluciones cuando surjan problemas, y nos des la humildad necesaria para perdonar si alguien en nuestra familia nos causó algún daño. En tus manos quedamos hoy. Amén”
4.- Una Meta familiar para hoy:
Desde hoy me fijo el propósito de aceptar los errores de mi pareja y, en cuanto esté a mano, ayudarle para que desarrolle un proceso de cambio con ayuda de Dios.
Publicado en: Altar Familiar
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