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Escuchar: clave de la Consejería Pastoral


(Consejería Pastoral – Cap. 6)

Escuchar: clave de la Consejería Pastoral (Consejería Pastoral – Cap. 6)

Hace algún tiempo leí una nota del periódico en la que se informaba sobre un servicio muy especial que ofrecía una agencia en España. Consistía en Consultorios a los cuales acudían las personas para –simplemente— ser escuchadas.

A decir verdad tenían tantas emociones represadas en su interior, que el mayor anhelo era encontrar a alguien dispuesto a oírles.

Se liberaban de sus frustraciones, temores, estados de desesperanza, angustia y sinnúmero de sentimientos que los ahogaban por momentos.

Lo sorprendente es la enorme demanda del servicio. El periodista relataba que decenas de personas apartaban cita con antelación.

¿Ha experimentado la sensación de tranquilidad que le embarga cuando logra descargarse de una pesada carga que considera insufrible? Sin duda que sí.

Lo sorprendente es que bastó que alguien estuviera dispuesto a atenderle y, por supuesto, a interesarse con sinceridad en sus problemas.

El Consejero y su papel cuando escucha

La Consejería Pastoral reviste singular importancia para la Iglesia. Los estudios revelan la existencia de gran número denominaciones en las que llegan almas con regularidad a los pies de Cristo pero, en breve, abandonan el lugar. ¿La razón? Adolecen de quien se interese de corazón por los nuevos convertidos.

Pero hay algo más: quienes llegan a las iglesias generalmente enfrentan problemas y andan en búsqueda de respuestas a sus interrogantes y, ¡no hay quien los escuche y atienda!.

El Consejero debe preocuparse por las personas. Dios mismo lo manifestó así cuando se refiere al cuidado que tiene por su pueblo: “Como pastor pastorea a su rebaño; recoge en brazos a los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas” (Isaías 40:11 Biblia de Jerusalén)

También leemos: “Buscaré la oveja perdida, tornará a la descarriada, curará a la herida, confortará a la enferma...” (Ezequiel 34:16 Biblia de Jerusalén).

Un ministerio en la iglesia no será eficaz en la medida en que el bienestar de las almas no representen preocupación en nuestro corazón; si las miramos con indiferencia, iremos en contravía de una actitud que identificaba al Señor Jesucristo.

En cierta ocasión “... al desembarcar, vio a mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6:34 Biblia de Jerusalén).

Una primera tarea, entonces, es sentir compasión por todas las personas que no tienen a Cristo como su único y suficiente Salvador. De lo contrario, debemos pedir a Dios en oración por millares hombres y mujeres que parten a la eternidad sin Jesús el Señor en sus corazones.

La segunda tarea, desarrollar un principio fundamental en nuestra condición de consejeros, y es aprender a escuchar.

Dominar la tendencia de hablar

Una tendencia común entre quienes ocupamos cierto grado de responsabilidad o liderazgo en la iglesia, es que hablamos más de lo que escuchamos.

Es cierto que en los evangelios hallamos diversas escenas en las que el Señor Jesús es quien asume una actitud proactiva al intervenir, pero hay que tomar nota del buen número de diálogos que sostenía con las personas, a quienes escuchaba con detenimiento.

Quiero aludir a dos ejemplos específicos. El primero, el encuentro que sostiene con una mujer, la samaritana. La historia la ubicamos en el Evangelio de Juan, capítulo 4, versículos del 1 al 26.

La segunda ilustración, la breve aunque profunda conversación que sostuvo con una mujer adúltera. También se encuentra en el relato de Juan. Quienes deseaban apedrearla, tras la intervención del Maestro, se alejaron. “... y se quedó Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más” (Juan 8:9-11. Biblia de Jerusalén).

Usted y yo tenemos que asumir este principio: permanecer en atenta escucha.

Cuando nos encontramos frente a alguien que viene en procura de orientación con fundamento en principios bíblicos, además de amabilidad debemos expresar el deseo que tenemos de oírle.

Hay que darle plena libertad para que se exprese, sin poner límites, los cuales podrían estar representados en mirar constantemente el reloj o quizá, preguntar por el intercomunicador a la secretaria si hay llegado alguien a buscarnos.

Aunque parezca gracioso, son estrategias que utilizan algunas personas que se desenvuelven en el campo de la Consejería para hacer entender con actitudes y gestos, que el tiempo del interlocutor ha terminado o, al menos, que está llegando a su límite.

Como ya hemos visto una serie de elementos relacionados con el ser humano y su mundo interior, lo esencial es que usted asuma la disposición de oír a quien tiene enfrente con el propósito de reunir los elementos de juicio que le ayuden en el proceso de diagnóstico.

Mientras hable la persona que solicitó aconsejamiento, mírela con detenimiento y vaya tomando apuntes.

Haga el mayor número posible de anotaciones: me refiero a los hechos y detalles que, aunque luzcan intrascendentes a primera vista, pueden resultar de significativa importancia.

Dos métodos de diagnóstico

Cuando estamos tomando anotaciones, es probable que nos hayamos inclinado por uno de los dos grandes métodos de aconsejamiento.

Indistintamente de cuál hayamos elegido, allegar el mayor número de información sobre el entorno y los incidentes que rodean a quien pidió orientación, es esencial.

Veamos de cuáles métodos hablamos:

1.- Método Directivo o de Direccionamiento.

2.- Método no Directivo.

¿En qué consisten? Vamos a describirlos brevemente. El Método Directivo es aquella técnica en la cual el Consejero asume un papel similar al del médico, es decir, toma la información del paciente que obtiene mediante la formulación de preguntas, hace el diagnóstico con fundamento en su evaluación y prescribe el remedio. Es una de las más utilizadas en la Consejería.

El segundo método es el no Directivo. Éste toma elementos del sicoanálisis cuyo mayor exponente fue el médico austriaco Sigmund Freud.

Quien hace las veces de Consejero escucha al paciente, analiza cada detalle, aplica principios orientados a comprender la situación por la que atraviesa el aconsejado, y le ayuda a identificar cuál es la solución más apropiada de acuerdo con su caso.

¿Cuántas sesiones deben emplearse?

Usted deberá emplear cuantas sesiones considere oportunas. Puede que con la primera entrevista— la cual podría durar entre cuarenta y cinco minutos o una hora — , considere que tiene todos los elementos necesarios para orientarle. Sin embargo, no olvide que en la Consejería Cristiana— a diferencia de la sicología— median la oración, la sanidad interior y la orientación con base en los principios trazados por la Biblia. Por tanto, no debe apresurarse.

Usted debe estudiar la integralidad del individuo y no permitir que lo muevan las apariencias. Es importante que tome tiempo para orar por el asunto y tener claridad respecto al direccionamiento que brindará.

Deberá revisar los apuntes. Lo hará con sumo cuidado. No tenga afán al hacerlo. De su habilidad en este aspecto depende la eficacia de su trabajo como ministro cristiano en el área de la Consejería.

Su tarea, al término de este capítulo, es desarrollar con ayuda de Dios el principio de escuchar. Póngalo en práctica con sus compañeros de trabajo, con su familia y, en general, con quienes le rodean. Tómese el trabajo de oír antes de hablar. ¡Se sorprenderá de los resultados!.

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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