¿Está Usted educando o malcriando a sus hijos?
1.- Lectura Bíblica: Efesios 6:4; Proverbios 20:30; Proverbios 29:15
2.- Objetivos:
2.1.- Que al término del Grupo Familiar los concurrentes comprendan la necesidad de tener equilibrio en la crianza de los hijos.
2.2.- Que al término del Grupo Familiar los concurrentes comprendan que a los hijos se les debe amonestar pero también disciplinar cuando han cometido errores.
2.3.- Que al término del Grupo Familiar los concurrentes decidan involucrar a Dios en la crianza de sus hijos, en procura de guía oportuna y sana.
3.- Desarrollo del tema:
Si alguien emprendió en el siglo veinte una cruzada sin medir el alcance que tendría, alrededor de no regañar ni castigar a los hijos, y menos contradecirlos, fue el médico pediatra norteamericano, Benjamin Spock. Quizá haya visto alguno de sus libros en los almacenes de cadena. Son muy populares. En particular el texto “Tu hijo", vendió más de 50 millones de copias en todo el mundo traducido en 39 idiomas.
Su mayor influencia fue Sigmund Freud, de ahí que es famosa su afirmación respecto a dejar que los hijos hagan pataletas y no obedezcan: “Un pequeño que se siente desdichado y está haciendo una escena, se tranquiliza para sus adentros cuando siente que su padre sabe qué es lo que hay que hacer sin enojarse”. En criterio del especialista los padres no debían alarmarse con los berrinches de los pequeños y simplemente mirarlos como una expresión de cansancio: “Si ocurren con regularidad, varias veces por día, podría significar que el niño está demasiado cansado o tiene alguna perturbación física crónica”. Si una niña, por ejemplo, muerde a las personas, es porque “tal vez esté siendo reprendida y disciplinada en casa, y ello le provoque un estado de frenesí y tensión exagerados”.
Pues bien, estas enseñanzas tomaron mucha fuerza al tiempo que cambió los paradigmas de muchos padres que no se atrevían a reprenderlos porque — en criterio del facultativo — se tornarían furiosos, desafiantes y se comportarían peor.
La violencia no es el camino para formar los hijos pero tampoco lo es permitirle que hagan lo que quieran. Caer en uno de los extremos contribuye decididamente a ver una generación rebelde como la que se extiende en nuestro tiempo, en la cual los hijos no aceptan la orientación de sus progenitores y terminan convirtiéndose en dictadores con quienes los trajeron al mundo.
3.1.- Educar a los hijos sí, pero con ayuda de Dios
Una atribulada madre escribió a nuestro ministerio pidiendo consejo. Su hijo de 17 años estaba inmersos en las drogas, observaba un comportamiento licencioso, robaba con sus amigos y el día que quiso reprenderlo, amenazó con golpearla. “No sé qué hacer con este muchacho", decía.
Cuando indagamos respecto a la crianza, descubrimos que fueron permisivos y consideraban que darle una zurra moderada cuando cometía algún error deliberado, lo traumatizaría. Y allí estaba esta señora viviendo su propio drama. El padre se limitaba a callar porque en la adolescencia ella tomó las riendas y no lo dejaba opinar sobre la disciplina que deberían imponerse. Ahora él simplemente se marginaba del asunto.
Educar a los hijos no es nada fácil. Por momentos llega a resultar complejo. Incluso, podría enfrentar a los padres. Sin embargo, es una responsabilidad que debemos asumir en pareja. No podemos caer en los excesos al castigarlos ni tampoco en la sobreprotección. No debemos creer que deben ser “perfectos” pero tampoco pasar sus errores por alto sin advertirles que están fallando y que esos errores siempre desencadenan consecuencias en su vida y en las de otras personas.
Las especialista, Julie Lythcott-Haims, asegura que la crisis familiar de nuestro tiempo está llevando a que los padres quieran volver a los orígenes de cómo debería ser la crianza de los hijos. Piensan más en ellos pero se han ido al extremo al pretender que se comporten como adultos, sin vivir sus propias etapas.
De acuerdo con la especialista, hay un desequilibrio al momento de educar a los hijos, no les enseñan principios y valores, a planificar su futuro ni tampoco a enfrentar sus propios problemas para que sean responsables y autónomos.Dice Julie Lythcott-Haims, que: “En ocasiones me tocó recibir a algunos padres que iban en representación de sus hijos, muchos de ellos graduados de colegio ya las puertas de entrar a la universidad, porque eran muy tímidos” (Citada por la Revista Semana. 12/07/2015. Colombia. Edición digital)La clave está en formar a nuestros hijos bajo sólidos cimientos, tomados de la Biblia y que han probado su eficacia por siglos. En esta dirección, estaremos atendiendo la recomendación del apóstol Pablo: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criad los en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6:4)
Observe cuidadosamente que el autor sagrado alude a la crianza de los hijos en disciplina — corregirlos cuando fallan — pero también en la amonestación del Señor, es decir, enseñarlos a caminar de la mano de Aquél que transforma vida y nos lleva a la realización plena en todos los ámbitos.
Cuando los hijos reciben la debida formación y corrección a tiempo, podrán enfrentar la vida y en cada paso que den, acudirán al Señor en procura de guía. Esa es la ruta más sencilla pero al tiempo la más eficaz para criar a los hijos.
La disciplina es esencial, de acuerdo como lo enseña la Palabra. El rey Salomón, hace muchos siglos, escribió que la necedad forma parte de los niños y adolescentes y que, en tales circunstancias se deben reprender: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho: mas la vara de la corrección la alejará de él” (Proverbios 22:15). En otro pasaje el sabio monarca de la antigüedad recomienda: “El castigo purifica el corazón” (Proverbios 20:30).
¿Cometemos un error como cristianos cuando los corregimos? Por supuesto que no. Las Escrituras abordan el asunto con las siguientes palabras: "La vara y la corrección dan sabiduría” (Proverbios 29:15).
Sobre esa base podemos asegurar que disciplinar a los hijos con sabiduría los aleja de la necedad, les trae cambio en el corazón — su forma de pensar y de actuar — y les edifica en sabiduría.
Lo grave es que nadie nos enseña a ser padres. Es algo que aprendemos en el camino porque la Universidad no nos prepara para ser sabios y edificar a los hijos. Sin embargo hay solución: Involucrar a Dios. Cuando Él ocupa el primer lugar en nuestro hogar, en nuestra relación de pareja y en el papel que jugamos como tutores de los hijos, todo cambia. Obramos sabiamente porque Dios mismo es sabio. Es importante que le abramos al Señor las puertas de nuestra familia. Hoy es el día para hacerlo.
3.2.- Aprenda a ejercer la influencia directa e indirecta con sus hijos
¿Hasta cuándo podemos tener el control pleno de nuestros hijos? Esa es una de las preguntas que formulan con mayor frecuencia los padres de familia. Y generalmente lo hacen cuando los hijos experimentan períodos de rebeldía, particulares cuando atraviesan etapas definitivas en su vida y están en la transición de adolescentes a jóvenes y de jóvenes a adultos.
La respuesta invariablemente es la misma: Desafortunadamente tenemos pleno dominio sobre la forma de pensar y actuar de nuestros hijos hasta el momento en el que ellos deciden qué zapatos usar y el color de su ropa. Hasta ese momento ejercemos una influencia directa — que debemos reforzar con principios y valores — y se torna indirecta cuando entran en la adolescencia cuando esos mismos principios y valores deben ir acompañados con nuestro ejemplo.
Tenga presente que de nada sirve insistir a nuestros hijos sobre determinado comportamiento si nosotros hacemos lo diametralmente opuesto.
No obstante, la tendencia de los últimos años es a caer en los extremos. La especialista Julie Lythcott-Haims anota que:“Hay tres estilos de crianza de los hijos. En primer lugar están los padres sobreprotectores, que piensan que el mundo es un lugar miedoso e inseguro, y protegen a sus niños para asegurarles que vivan en un entorno cómodo y tranquilo. Luego está el modelo de la madre tigre, que representa a unos padres estrictos que obligan a sus hijos a seguir el camino que ellos consideran más apropiado. Finalmente, está el tipo de padres que quieren tener a sus hijos siempre de la mano. Es decir, que parecen asistentes personales de sus pequeños cuando ya han crecido.” (Citada por la Revista Semana. 12/07/2015. Colombia. Edición digital)Es evidente que las cosas no andan bien. Y no andan bien porque dejamos de lado a Dios y los principios que Él nos enseñó en la Biblia para criar a los hijos. Es necesario fundamentarlos en sólidos principios y darles pautas para que aprendan a enfrentar las situaciones adversas que inevitablemente vendrán a sus vidas. La sobreprotección los torna inseguros, de ahí que hayan hombres y mujeres — literalmente — que tienden a envejecer con sus padres sin arriesgarse a formar su propio hogar.
Si caen, debemos enseñarles a levantarse y no correr tras ellos velando que ni siquiera una mariposa se pose en su cabeza. ¡Tremendo error! Llevarlos de la mano por la vida los tornará inútiles, y esa es también una responsabilidad por la que deberemos dar cuenta ante Dios.
El libro de los Proverbios tiene mucho que enseñarnos alrededor de la crianza, formación y disciplina para los hijos. Si no lo hacemos apropiadamente, advierte que los padres correremos con las consecuencias.
¿Quiere mirar algunos ejemplos? Por ejemplo, el rey Salomón enseña que si no los disciplinamos y educamos adecuadamente, los hijos serán para la madre motivo de tristeza (Proverbios 10:1); de vergüenza, de oprobio (Proverbios 29:15b); de amargura (Proverbios 17:25 b); y luego, el hijo la menospreciará (Proverbios 15:20 b), y aun la ahuyentará (Proverbios 19:27 a).
También se verá afectado el padre, a quien le causará pesadumbre (Proverbios 17:25 a) y aun le robará (Proverbios 19:26), y llegará a decir que tal cosa no es maldad (Proverbios 28:24). El corazón del padre no se alegrará (Proverbios 17:21), al contrario, será para él motivo de tanto dolor que preferiría en lugar de su hijo al siervo prudente (Proverbios 17:2).
Los hijos hay que formarlos adecuadamente. En esa dirección, es Dios quien nos provee la orientación apropiada para dar solidez a la educación de los hijos pero también, nos enseña de qué manera hacer cuando llega el momento.
Recuerde la enseñanza del rey Salomón: "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Proverbios 13:2) ; y también un poco más adelante instruye: "Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza” (Proverbios 19:18). Sobre esa base aprendemos que una disciplina tardía resulta inútil. La instrucción debe ser oportuna, en el momento indicado.
Es importante hacer un alto en el camino y evaluar el tipo de formación que estamos impartiendo a los hijos; si lo estamos haciendo oportunamente o si dejamos que ellos hagan cuanto quieran, y por último, llegó el momento de involucrar a Dios en nuestro hogar para retomar el control de la familia.
3.3.- No se desanime, sus hijos no son perfectos pero pueden cambiar
Si algo aspiramos los padres es que nuestros hijos jamás enfrenten las mismas situaciones traumáticas que atravesamos. Bajo esa premisa, nos tornamos temerosos al momento de disciplinarlos o tal vez de impartirles enseñanzas.
"Hubiese deseado que a mi hijo jamás le faltara nada; le di todo lo que quería, pero con el tiempo descubrí que no valora nada. Todo cree que se lo debemos", confesó un padre atribulado al término de una conferencia de familia.
Y es que su caso no es el único. Millares comparten la situación. A los hijos hay que educarlos, amarlos, consentirlos, comprenderlos, pero también, enseñarles que todo tiene un valor. De lo contrario desarrollarán por siempre una dependencia hacia sus padres que les impedirá luchar por sus sueños y metas.
Igual ocurre con los estudios. Queremos que cursen una carrera pero, en la mayoría de los casos pretendemos superar nuestra propia frustración estudiando lo que nosotros hubiésemos querido.
De acuerdo con la especialista, Julie Lythcott-Haims:"Uno de los errores más recurrentes de los padres es confundir felicidad con éxito, pues si bien son importantes, tienen significados distintos. La mayoría de papás piensa que la felicidad de sus hijos depende de que estudien una carrera como Ingeniería, Finanzas o Medicina, en vez de valorar que esa satisfacción solo se obtiene por medio del trabajo con el cual sus hijos se sientan a plenitud. Los hacen sentir fracasados si no obtienen las mejores notas o si no clasifican a las mejores universidades. Les trazan el camino que deben seguir y su definición de éxito no concuerda con las habilidades, pasiones y valores de sus niños”. (Citada por la Revista Semana. 12/07/2015. Colombia. Edición digital)El psiquiatra infantil Germán Casas, citado también por la revista Semana, llama a este comportamiento “la teoría del niño imaginario", que se refiere a los padres que imaginan a su hijo como un ser perfecto o superior y no son capaces de tolerar la frustración de que este no sea como se lo imaginaron. “Piensan que los niños deben ser una versión mejorada de ellos. Esto expone a los pequeños a unas enormes exigencias que los hace vulnerables a no tolerar cualquier tipo de frustración”, dijo el médico.
Si bien es cierto no podemos condicionar ni limitar las aspiraciones de nuestros hijos conforme vayan creciendo, debemos ejercer nuestro derecho a orientarlos pero no a determinar de qué manera pensar. Lo más probable es que obren en sentido contrario simplemente por rebeldía.
Si los hijos han sido educados adecuadamente — bases que nos provee la Biblia — deberán ser responsables por sus acciones, analizar en qué problemas han incurrido y encontrar el camino a seguir sin depender en un todo de sus progenitores, porque quizá llegue el momento en que no se encuentren cerca.
Hay recomendaciones que son válidas para los padres en el proceso que acometieron de formar a sus hijos: En primer lugar, darles el tiempo apropiado; ocuparse de ellos. Brindarles amor y expresarlo cada vez que tengan oportunidad de hacerlo. Otro aspecto importante es enseñarles a respetar la autoridad y que, si encuentran dificultades a su paso, les permitan levantarse y vencer los obstáculos. Jamás podemos olvidar que Dios también concibió a nuestros hijos para ser triunfadores.
De la mano con estos consejos está el consejo bíblico del rey Salomón: "No rehúses corregir al muchacho, porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.” (Proverbios 23:13-14).
Corregirlos a tiempo no afectará su auto estima como enseña la psicología moderna. Dios no se equivoca y Él mismo fue quien nos instruyó hace siglos a ser oportunos al disciplinarlos.
Consentir a los hijos y no hacerles caer en cuenta de sus errores, no hará otra cosa que perjudicarlos. Es tiempo de que revisemos nuestro papel de padres y en caso de ser necesario, apliquemos correctivos y reorientemos nuestro camino.
No podría terminar si antes hacerle una recomendación: Reciba a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador. Es la mejor decisión que jamás podremos tomar. Prendidos de Su mano avanzamos hacia el crecimiento personal, espiritual y familiar que siempre hemos anhelado...
4.- Preguntas para la discusión en grupo:
a.- ¿Podría decir que en el proceso de formación de sus hijos acude al equilibrio y no se va a los extremos?
b.- ¿Comprende la diferencia y a la vez importancia de la amonestación y disciplina de los hijos?
c.- ¿En qué errores considera que ha incurrido como padre?
d.- ¿Qué correctivos ha aplicado a la forma como educa a sus hijos?
e.- ¿Se pone de acuerdo con su pareja en el proceso de educación, formación y disciplina de los hijos?
f.- ¿Qué dicen las Escrituras en cuanto a la naturaleza de los hijos (Proverbios 22:15)?
g.- ¿Qué papel juega la disciplina de los hijos durante su proceso de crianza (Proverbios 20:30)?
h.- ¿De qué manera dicen las Escrituras que podemos proveer sabiduría a los hijos en el proceso de formación (Proverbios 29:15)?
i. - ¿De qué manera perjudica a los hijos el asumir una actitud sobreprotectora? ¿Qué relación tiene con la inseguridad que evidencian en su comportamiento?
j. - ¿Por qué enseñan las Escrituras que una disciplina tardía resulta inútil?
5.- Oración al terminar el Grupo Familiar:
“Amado Dios y Padre, te damos gracias por un nuevo día que nos regalas en familia. Reconocemos que quizá no hemos jugado el papel protagónico que nos corresponde como padres, y que hasta el día de hoy les hemos impartido una educación inadecuada. Te pedimos que nos guíes para tomar las decisiones apropiadas en el momento indicado en lo que hace a la disciplina de nuestros hijos y que, bajo ninguna circunstancia, desautoricemos a nuestro cónyuge. En tus manos entregamos esta jornada. Amén”
Publicado en: Grupos Familiares
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