¿Ha pensado que el amor también se acaba?
Una de las principales causas de separación es la infidelidad. Cuando profundizamos más en el asunto, encontramos que las personas que incurren en comportamientos infieles, aducen falta de pasión. ¿Por qué se produce este fenómeno? ¿Qué estrategias deben asumir los matrimonios cristianos para encarar esta situación?
En primer lugar es necesario reconocer que las separaciones se producen por igual entre creyentes y no creyentes. El segundo elemento es que el divorcio va en contravía de los planes divinos, y el tercer asunto a considerar es que no debemos ocuparnos del matrimonio cuando va camino al abismo sino cuando comienzan a tomar fuerza factores de riesgo.
El apóstol Pablo se refiere a la relación de pareja y familiar en los siguientes términos: "La Escritura dice: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa y los dos formarán un solo ser. Es éste un misterio muy grande, pues lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En cuanto a ustedes, cada uno ame a su esposa como a sí mismo, y la mujer, a su vez, respete a su marido.” (Efesios 5: 31-33)
Observe que hay un imperativo: “…cada uno ame a su esposa como a sí mismo, y la mujer, a su vez, respete a su marido” No podría por tanto argumentarse: “Dejé de amar a mi esposa, y por esta razón me divorcio de ella”. Es una decisión por la que deberemos responder ante Dios, quien lo más probable es que nos preguntará: “¿Hiciste algo por mantener vivo el amor hacia tu esposa?” Es en ese momento cuando tendremos una enorme confrontación, pero quizá ya será muy tarde…
La monotonía: El peor enemigo del matrimonio
¿Por qué razón muchas personas infieles creen que el sexo es mejor con personas diferentes a su pareja estable? Recuerde que la infidelidad se manifiesta con palabras, miradas, filtreos pero mayormente, por las relaciones fuera del matrimonio.
El famoso terapeuta de pareja y autor del libro La verdad sobre el engaño, Gary Neuman, realizó un sondeo en el cual le preguntó a un grupo de hombres infieles si el sexo con su amante era mejor en términos físicos al que tenían con sus esposas. “Casi el 70 % respondió que sí. Para la mayoría es casi obvio que el sexo extramatrimonial es sinónimo de mayor placer. Pero no es tan claro por qué los amantes obtienen tan altas calificaciones. ¿Son sus habilidades para seducir y dar placer mejores que las de la pareja estable?” (Revista Semana. “Mejor la sucursal que la casa matriz”. Edición 1713. 2012. Colombia. Pg. 70)
La razón parece fundamentarse en dos ingredientes que lucen llamativos: la novedad y la curiosidad. La sexóloga Rosa Guevara Quintero, citada por la misma publicación, asegura que la rutina es la peor enemiga de una relación de pareja.
No podemos negar que entre los elementos que nos unieron a la mayoría de las parejas, estaba la atracción física. No obstante una vez se contrae matrimonio los hombres se descuidan, muchas mujeres no se arreglan y— en general— terminan descuidando la relación.
En criterio de la sicóloga Guevara: “Cuando se conoce a alguien nuevo que coquetea y procura llamar tu atención, la química sexual se dispara y todo parece más emocionante, desde un beso hasta sus técnicas en el preámbulo sexual. En este sentido hay “una ilusión producida por la expectativa. Pero si la persona viviera con su amante el mismo tiempo que con su pareja estable son muy altas las posibilidades de que la pasión y la excitación se vuelvan rutinarias.” (Revista Semana. “Mejor la sucursal que la casa matriz”. Edición 1713. 2012. Colombia. Pg. 70)
Si nos atenemos a lo que dicen las Escrituras, y tomamos como fundamento que somos una “sola carne”, es con nuestra pareja con quien debemos tener relaciones. El apóstol Pablo enseña al respecto: “Pues ustedes saben muy bien que el que se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella. La Escritura dice: Los dos serán una sola carne.” (1 Corintios 6: 16)
Tener relaciones fuera del matrimonio, contamina el hogar pero además, desestima el mandato que nos ha dado Dios y que se orienta a mantener sólido el núcleo familiar.
Un buen consejo es trabajar para evitar que muera el amor, avivarlo con el romanticismo que hemos abandonado, hacerle sentir a su cónyuge que le desea y que le satisface. Y también, dialogar con su pareja cuando desea tener intimidad. Esto no es antibíblico, es simplemente parte del proceso de convivencia juntos.
Recuerde siempre que el mayor enemigo de toda unión es la monotonía. Caer en esa actitud rutinaria no une sino que destruye. Y reconocerlo parte de hacer un alto en el camino para ver cómo andan las cosas entre los dos.
El matrimonio está expuesto al resquebrajamiento
Si no queremos que muera el amor es fundamental revisar el trato que le damos. Expresarle rechazo y no manifestarle amor, va minando progresivamente los lazos. También lo es tener temas vedados, y no abordarlos en las conversaciones por temor a la reacción del otro.
Si bien es cierto hay tres factores que aceleran los conflictos de pareja: No tener metas comunes, el manejo del dinero y la crianza de los hijos, el desconocer y no valorar la vida emocional del cónyuge, no decirnos aquello que nos está causando molestia y evadir asuntos críticos, también contribuya a agrandar los problemas.
Buscar diálogo, comprensión y satisfacción en alguien que no es tu pareja, agrava el panorama.
Un estudio de la antropóloga Helen Fisher, autora del libro “Why We Love” (Por qué amamos), precisa que en el cuarto aniversario de bodas— 4 años— debemos prender las “señales de alarma” porque es el período en el que generalmente la relación matrimonial comienza a desdibujarse.
En criterio de la señora Fisher: “La mayoría de parejas que se divorcian lo hacen en el cuarto año y la razón es sencilla: buena parte de las especies que se juntan para criar un retoño lo hacen por cierto tiempo hasta que la cría ya no sea vulnerable. Los seres humanos tienen rastros de ese patrón reproductivo. Además, en términos de supervivencia es mucho mejor tener hijos con más de una pareja pues una variedad genética genera mayores posibilidades de pasar sus genes a otras generaciones. Sin embargo, esto no significa que la gente esté condenada al divorcio” (Revista Semana. “Cuándo comienzan los problemas de pareja”. Edición 1708. 2012. Colombia. Pg. 53)
Usted y yo somos responsables por dejar “morir el amor”. Si en este preciso instante busca eludir el por qué, le invito a leer lo que nos enseña el apóstol Pablo: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” (1 Corintios 13:8. RVR 1960)
El asunto es sencillo y tiene fundamento Escritural: Si nos ocupamos de alimentar la relación, crecerá y se mantendrá viva. Si la descuidamos, morirá y es importante anotar esto: Deberemos responder ante Dios si eso ocurre.
Quienes deben asumir una mayor cuota de responsabilidad son los esposos porque según los estudios, el género es la primera variable a considerar y, en ese aspecto, los hombres son más vulnerables puesto que producen altos niveles de testosterona, por lo cual tienden a ser más arriesgados y a tener más aventuras amorosas. La psicóloga clínica Susan Heitler explica: “Mi práctica clínica sugiere que todavía hay más hombres infieles, pero la brecha de género ha disminuido con el paso de los años. Esto se debe a que la mujer ha logrado posicionarse dentro de la sociedad y ha obtenido mayores libertades que en el pasado.” (Revista Semana. “Cuál es el riesgo de ser infiel”. Edición 1709. 2012. Colombia. Pg.62)
No hay razón para descuidar la relación de pareja. Hombres y mujeres debemos mantenernos alerta. Y algo más: Pedir a Dios, quien debe ocupar el primer lugar en la relación, que nos conceda la sabiduría necesaria para alimentar el amor de manera permanente y buscar soluciones cuando consideramos que la relación está atravesando por un mal momento.
¿En qué momento estar alerta porque el amor va muriendo?
Hasta hace algunos años se creyó que el matrimonio duraba para siempre y que en esa misma medida, el amor permanecía. Sin embargo los criterios humanos han cambiado el principio divino y el hogar dura “hasta que el amor se nos acabe”. Pero, en términos prácticos, ¿cuánto tiempo duran los lazos que unen a la pareja?
Un estudio hecho en Gran Bretaña mostró por primera vez que los investigadores se han dado a la tarea de cuantificar de qué manera la atracción sexual disminuye con los años de matrimonio.
Los especialistas concluyeron que el declive en la pasión pero a la vez en la relación de pareja se produce entre los cinco y siete años.
“La encuesta, realizada entre 5.000 personas, encontró que 76 por ciento de quienes habían estado con sus parejas durante menos de cuatro años se sentían satisfechas plenamente con sus vidas sexuales o al menos la consideraban aceptable. No obstante, esa cifra disminuyó a apenas 54 por ciento entre los que cumplieron cinco años, lo que representa un tercio menos de personas satisfechas en la cama a partir de las bodas de madera.” (Revista Semana. “Cuál es el riesgo de ser infiel”. Edición 1709. 2012. Colombia. Pg.62)
El criterio del sexólogo Peter Saddington, consejero matrimonial, muchas de las razones para la caída de la pasión tienen origen en el hecho de que las parejas ponen la sexualidad en el fondo de las prioridades y les dan más importancia a otros temas como la crianza y el ascenso en la carrera laboral.
Ese progresivo deterioro es un asunto serio y debemos prestarle atención. De hecho, el rey Salomón ya había advertido: “Paloma mía, en las grietas de la peña, en lo secreto de la senda escarpada, déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y precioso tu semblante. Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que arruinan las viñas, pues nuestras viñas están en flor.” (Cantar de los Cantares 2:14, 15)
Las pequeñas zorras en las relaciones de pareja son aspectos que no tenemos en cuenta, y que justamente por desestimarlos, van generando el desmoronamiento de la relación.
Los especialistas Daniel Bergner, David Barash y Esther Perel— quienes han escrito abundantemente sobre temas de pareja— coinciden en señalar que es necesario alimentar el amor en la relación mientras todavía está viva la pasión. En su criterio, es entonces cuando se debe avivar la llama del amor pero además fijarse metas comunes y no centrarse únicamente en la pasión sexual.
Ese valioso consejo lleva a que mantengamos encendida la llama con prioridades netamente de la pareja y de los hijos y no tener como único aliciente la pasión sexual.
La decisión de cada uno de los componentes de la pareja juega un papel fundamental. Decisión de permanecer juntos, decisión de establecer metas comunes y decisión de evitar que la relación se fracture o sufra un progresivo desmoronamiento.
Pero ligado de la mano con estas decisiones, está una que es muy importante: Permitir que Dios ocupe el primer lugar en la familia. Si Él gobierna al interior de casa, todo irá bien en la pareja y en la relación con los hijos. Y a propósito, ¿ya recibió a Jesús como Señor y Salvador? Hoy es el día para tomar esta decisión. ¡No se arrepentirá!
Publicado en: Estudios Bíblicos
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