Haga su parte, Dios hará la suya
1. Lectura Bíblica: Hechos 5:14
2. Meditación familiar:
¿Alguna vez puso en práctica estrategias para el crecimiento de su iglesia o quizá para la siembra de una nueva iglesia que escuchó en una conferencia o leyó en el último libro cristiano que salió al mercado? ¿Qué ocurrió cuando las cosas no salieron como esperaba?
Vamos más allá: Quizá se atrevió a predicarle el Evangelio de Jesucristo a otras personas? ¿Le habló de Jesús a su cónyuge o a sus hijos? ¿Siente que puede predicar pero que se le dificulta vivir a Cristo?
Tal vez no pensó que una estrategia que rindió frutos en determinada congregación, pueda que no funcione igual en su congregación. Dios tiene un plan específico para cada uno de nosotros.
Una madre me escribió desesperada desde ciudad de México. “Mi hija sigue saliendo con el mechudo de la cuadra. El joven no trabaja. Lo único que hace es escuchar música y sospecho que fumar marihuana. Le dije a mi hija que ese chico no le conviene y le dije que a Dios no le agradan esas relaciones. Ella hoy día ni siquiera desea oírme.”, decía.
Comprendo el drama, le respondí, pero también lo que significa predicar y esperar que Dios haga germinar la semilla. Jamás debemos ir más allá del lugar en el Dios nos ha colocad. Así como no podemos robar Su gloria, tampoco podemos sustituirle. Él es soberano y si predicamos y oramos por nuestra familia, el Señor hará su obra.
Si algo resultó eficaz en el primer siglo, de manera que multitudes eran ganados para Cristo, obedeció fundamentalmente a que procuraban— en todo momento— honrar y glorificar a Dios con lo que hacían.
Ellos cumplían su parte: Predicar las Buenas Nuevas de Salvación, y el Padre celestial los respaldaba. Una ecuación bastante sencilla, pero eficaz. Le invito para que consideremos lo que enseña el apóstol Lucas: ‘‘Sin embargo, cada vez más personas — multitudes de hombres y mujeres— creían y se acercaban al Señor.” (Hechos 5.14, Nueva Traducción Viviente)
Nos identificamos, predicar no es fácil, pero insisto: Hacemos nuestra parte y Dios hace la suya. Y en el caso de nuestro hogar, comenzamos a predicar mediante los hechos. Reafirmamos lo que decimos, con lo que hacemos.
Los discípulos lo hicieron en el primer siglo, y su trabajo no fue en vano; por el contrario, fue eficaz. Dios bendecía el trabajo que ellos realizaban. Es Él quien produce el crecimiento, no las estrategias que aplicamos.
Las estrategias son útiles por cuanto nos arrojan luces e incluso, ofrecen pautas de trabajo; no obstante, quien nos asegura fruto abundante, que se refleja en almas convertidas a Cristo, es Dios mismo. Él es quien nos asegura la victoria cuando dependemos de Él.
3. Oración familiar:
“Amado Dios y Padre celestial, como familia te damos gracias en este día porque nos permites estar en Tu Presencia e ir creciendo. Estamos seguros que nos ayudarás cada nuevo amanecer a seguir experimentando transformación. Es con Tu poder que lo logramos. Danos la sabiduría necesaria para predicar con nuestros hechos, inicialmente a la familia y después a otras personas. Quedamos en Tus manos hoy. Amén”
4. Una Meta familiar:
Permitiré que sea Dios y su poder ilimitado quien obre en mi hogar
Publicado en: Altar Familiar
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