Impacte el mundo sobrenatural desde la dimensión física
Amaneció. Un calor insoportable. La brisa proveniente del río Jordán acariciaba sus rostros. En el campamento se oía el bullicio de los muchachos jugando aquí y allá. En los corrillos se comentaba sobre la tierra prometida que habían comenzado a conquistar.
“Hasta aquí muy hermoso todo, pero mire allá: Jericó. Es una ciudad muy grande y, además, amurallada”, dijo una mujer de mediana edad, enfatizando sus palabras con gestos de admiración por el reto que tenían enfrente. “Difícilmente podremos tomar la ciudad— intervino su esposo, visiblemente consternado —. Es inexpugnable”. Alguien que estaba cerca se alejó, preocupado. El asunto no era nada alentador, y por el contrario, muchos estaban cayendo presas de la desesperación.
Josué iba de un lado a otro, organizando todo el campamento. Había escuchado la voz de Dios e iba compartiendo las instrucciones con la estrategia de guerra a seguir. Lucía optimista.
Algunos días después los moradores de Jericó se asomaban con curiosidad para no perder detalle. No comprendían por qué los israelitas persistían en dar vueltas a la ciudad.
“Están locos — comentó un artesano que no dejaba de mirar en la distancia — , pretenderán intimidadnos con esas excentricidades. ¿Se acercan un poco más y no dejamos a ninguno con vida”. Los demás prorrumpieron en sonoras carcajadas.
En los aires Satanás iba de un lado a otro en su despacho. Se veía preocupado y de mal humor. No podía explicarse qué se traían entre manos los insignificantes israelitas.
Hubiera deseado alentar los ánimos de los habitantes de Jericó, pero prefirió guardar prudencia, algo extraño en él, por supuesto. Lo que ignoraba era lo que iba a pasar poco tiempo después con la marcha del pueblo de Israel alrededor de la ciudad…
Batallas en el poder de Dios
¿Se ha encontrado inmerso en enormes dificultades que considera imposibles de superar? ¿Tiene frente a sus ojos muros infranqueables? ¿Satanás ha generado a su paso ataques sistemática y cuidadosamente concebidos que han desencadenado ruina económica, crisis en las relaciones interpersonales y enfermedades recurrentes que le hacen la vida imposible’
Si puede dar una respuesta afirmativa a este tipo de interrogantes y se considera en un callejón sin salida, es hora de considerar la necesidad de ponerse en la brecha en oración, y dar la pelea en el poder de Dios.
Sea que los obstáculos tengan origen en las circunstancias adversas generadas por sus propios errores o que sean propiciadas por el diablo y sus huestes que no descansan en su propósito de producirnos tropiezo, ya que desde siempre ha sido homicida y padre de mentira (Cf. Juan 8:44), es imperativo que hagamos guerra, impactando desde el mundo físico, la dimensión sobrenatural.
En la toma de Jericó encontramos una excelente ilustración para este tema. La historia la encontramos en la Biblia por el libro de Josué, capítulo 6, versículos del 1 al 26. El autor sagrado describe una auténtica confrontación de las fuerzas del bien y del mal.
Un enfrentamiento en el que, sin utilizar armas, se produce la caída de los muros de la ciudad más grande del valle de Canaán, a 8 kilómetros del mar Muerto y 27 de Jerusalén. Los hechos ocurrieron aproximadamente en el 1.403 a.C.
Para que se produjera esa victoria, convergieron tres componentes esenciales que le invito a considerar: oración, clamor y alabanza.
Como consecuencia se produjo el derrumbamiento de murallas de 9 metros de altura y por lo menos 3 de diámetro, como lo comprobaron investigaciones arqueológicas realizadas entre 1907 y 1937 y corroboradas posteriormente en los estudios de la especialista Katlen Keynon.
Los registros históricos señalan que ocurrieron dos cosas: un terremoto que derribó los muros hacia fuera, y un terrible incendio que arrasó con todo. ¡El poder de Dios se movió como nunca antes, respondiendo a las oraciones de su pueblo! Igual va a ocurrir hoy, librando la guerra espiritual, cuando oramos a Aquél que todo lo puede.
Frente a enormes obstáculos
Considerando las características que rodeaban a Jericó, comprendemos la dimensión de lo que ocurrió.
Aunque parecía un enorme obstáculo, el Señor entregó la ciudad en manos del pueblo de Israel: “Los habitantes de Jericó mantenían las puertas de la ciudad bien cerradas porque tenían miedo de los israelitas. Nadie podía salir ni entrar. Entonces el SEÑOR le dijo a Josué: *Jericó, su rey y todos sus guerreros ya están derrotados, porque los he entregado en tus manos*” (Josué 1:1, 2, Nueva Biblia al Día)
Por favor, hágase una imagen mental del panorama de lo que estaba ocurriendo en ese momento y podrá valorar en su verdadera dimensión el enorme reto que enfrentaban. Igual cuando usted y yo nos encontramos con problemas que, desde nuestra perspectiva, son aparentemente insalvables.
Hay momentos en los que llegamos a considerar que no hay solución. Nos gobiernan la desesperación y el desaliento. Nuestro adversario espiritual, Satanás, no descansa en su propósito de propiciar dificultades a los cristianos comprometidos.
Nos hace creer que todavía tiene poder pese a que las Escrituras nos enseñan que el amado Señor Jesús ya lo venció en la cruz: “Por consiguiente, ya que los hijos de Dios son de carne y hueso, Jesús también compartió esa misma naturaleza de carne y hueso, para así anular, por medio de su muerte, al que tiene el dominio de la muerte, al diablo, y poder librar a los que vivían siempre en esclavitud por temor a la muerte” (Hebreos 2:14, 15, Nueva Biblia al Día)
Hay además otro elemento que documenta la Biblia y es que, mediante su sacrificio redentor, el Señor Jesús despojó a las fuerzas espirituales de maldad: “Él eliminó la prueba acusatoria que había contra ustedes, es decir, los mandamientos de la ley. Esa quedó anulada cuando la clavó en la cruz. Y así despojó a los seres espirituales que tienen poder y autoridad, y por medio de Cristo, los humilló públicamente y los exhibió en su desfile triunfal” (Colosenses 2:14, 15, Nueva Biblia al Día)
Cuando tenemos claro el hecho de que Jesucristo venció con su sacrificio rededor y por tal motivo nos hace vencedores (Cf. Filipenses 4.13), asumimos que Dios nos da el poder para recobrar territorios y abrir las puertas a personas de libertad sobre personas en quienes Satanás tenía dominio.
Derribando barreras espirituales
Mediante la guerra espiritual, asumiendo una posición ofensiva y no defensiva como acostumbramos frente a los ataques de Satanás, derribamos desde el mundo físico las enormes barreras que se levantan en la dimensión sobrenatural.
Y si bien en Él somos vencedores, es necesario considerar dos aspectos relevantes: Dios tiene un plan perfecto y maravilloso para nuestras vidas desde antes de la fundación del mundo, y estar en el centro mismo de su voluntad obliga de nuestra parte que seamos fieles en cumplir lo que el Padre ha dispuesto porque sus propósitos son perfectos y no el fruto del emocionalismo y la improvisación, como suele ocurrirnos cuando actuamos.
Resulta interesante que Dios dispusiera el orden de batalla que les aseguraría éxito en su empresa: “Los hombres que pueda pelear caminarán alrededor de la ciudad una vez al día durante seis días. Lo harán con siete sacerdotes que caminarán delante del cofre, cada uno con una trompeta hecha de cuerno de carnero. En el séptimo día caminarán siete veces alrededor de la ciudad, y los sacerdotes irán con sus trompetas” (Josué 6:3, 4. Nueva Biblia al Día)
Observe cuidadosamente que debían marchar en orden: los hombres preparados para la guerra, los sacerdotes y el Arca del Pacto. Y digo que reviste singular importancia porque en procura de resolver dificultades, solemos dejar de lado el componente espiritual, que es fundamental.
¿Problemas económicos? ¿Contratiempos con los hijos, en la relación de pareja o con los demás? ¿Oposición en la iglesia o lugar secular donde se desenvuelve? ¿Diferencias con amigos o vecinos, que han provocado malentendidos y hasta disgusto? Sin duda todos, en mayor o menor grado, hemos enfrentado situaciones así, pero ¿en cuántos casos hemos buscado la presencia e intervención de Dios en procura de una solución? Resulta sorprendente, pero lo hacemos pocas veces.
Generalmente confiamos en nuestras fuerzas o capacidades de resolución de conflictos, antes que dirigirnos a nuestro Padre celestial en oración y clamor: “Porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lucas 1:37, Reina Valera 1909)
La toma de Jericó fue esencialmente espiritual , como igual, la mayoría de los problemas que resolvemos desde el ámbito espiritual, en oración. Nuestro adversario, Satanás, lo sabe y nos lleva a pensar que podemos enfrentar y superar los obstáculos con diplomacia, inteligencia, calma, tacto y dejando de lado a Dios y Su obrar poderoso.
Es hora de liderar la batalla espiritual
Como soldados de Jesucristo usted y yo estamos llamados a librar la batalla contra Satanás y los problemas que desencadena a nuestro paso. “Josué reunión a los sacerdotes y les dio instrucciones: *Los hombres armados irán a la cabeza de la procesión, seguidos por los siete sacerdotes que tocarán continuamente sus trompetas. Detrás de ellos irán los sacerdotes que transportarán el cofre, seguidos por una retaguardia*” (Josué 6.6-9, Nueva Biblia al Día)
Usted y yo debemos ser los primeros en encabezar la confrontación. Es situación nos obliga a mantener una íntima relación con Dios mediante la oración y fidelidad a sus mandamientos.
Josué y los israelitas tenían claro que el éxito en su cometido dependía de ser obedientes y sujetarse a conciencia y con compromiso a las instrucciones del Señor para tomarse la ciudad.
No es en nuestras fuerzas sino en las de Dios. Recuerde que desde la misma creación Satanás ha buscado engañar y que creamos que no necesitamos de nuestro amado Padre celestial y que, sin Él, podemos hacer grandes cosas.
Fue por esa razón que alimentó la rebeldía en Eva en el Edén: “La serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo creados por Dios el SEÑOR, se acercó a la mujer y le preguntó: — ¿Es verdad que Dios no les permite comer de ningún árbol que hay en el jardín?. La mujer contestó: — Sí podemos comer los frutos de cualquier árbol, menos del que está en el centro del jardín. Dios nos dijo que si comemos o tocamos el fruto de ese árbol, moriremos.— ¡Mentira!— silbó la serpiente —.¡No morirán! Lo que pasa es que Dios sabe que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol, obtendrán todo el conocimiento, pues podrán conocer el bien y el mal. ¡Ese día ustedes serán como Dios! La mujer contempló el árbol y se convenció de que su fruto era bueno para comer. Además, lo vio muy hermoso, y pensó que era la oportunidad para conseguir la sabiduría. Así que agarró el fruto y comió. Luego dio de comer a su marido, el cual estaba con ella” (Génesis 3:1-6, Nueva Biblia al Día)
Debemos mantenernos alerta porque Satanás es muy hábil y no cesará en su propósito de cegarnos, de cara a que nos apartemos de Dios y lleguemos a considerar temas tan importantes como la guerra espiritual como cosas de niños o fábulas.
En Dios no hay muralla que siga en pie
Cuando libramos la batalla en el poder de Dios, los problemas y asechanzas de Satanás se derrumban, no pueden permanecer firmes.
Después de rodear Jericó por siete días, sin gritar y solamente haciendo sonar las bocinas, llegó el momento decisivo: “Cuando el pueblo oyó el sonido de las trompetas, gritaron lo más fuerte que pudieron. Repentinamente las murallas de Jericó se derrumbaron delante de ellos, y el pueblo de Israel entró en la ciudad desde todas las direcciones y la capturaron.” (Josué 6:20, Nueva Versión Internacional)
Las enormes murallas cayeron. Satanás, que tenía dominio sobre la ciudad y sus habitantes, experimentó una nueva derrota. Todo lo que estaba ligado a ese territorio, que constituiría hacia el futuro una atadura, fue destruido. Josué así lo había ordenado, por instrucciones de Dios: “No tomes botín porque todo debe ser destruido. Si no lo hacen, toda la nación de Israel sufrirá un gran desastre” (Josué 6:18, Nueva Biblia al Día)
Cuando logramos que caigan las murallas, por la intervención de Dios, hay algo ineludible: la ruptura con toda relación con el ocultismo, porque de lo contrario Satanás tendría pretexto para seguir ejerciendo influencia en nuestras vidas, familia y posesiones.
No podemos volver atrás. Es necesario que permanezcamos firmes, en fidelidad a Dios.
Recuérdelo siempre: Satanás y sus huestes ya fueron vencidos por nuestro amado Señor Jesucristo. Nos corresponde ejercer autoridad, la misma que Él nos dio: “Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán en sus manos serpientes, cuando beban algo venenoso, no les hará daño, pondrán las manos sobre los enfermos y éstos sanarán” (Marcos 16:17, 8. Nueva Biblia al Día)
¡Tenemos asegurada la victoria en Jesucristo! No deje que Satanás avance ni un solo centímetro trayéndole problemas que parecen gigantes. Es hora de levantarnos y dar la batalla en oración.
Se sorprenderá de los resultados, producto del milagroso obrar de Dios, y comprobará que desde la dimensión física podemos impactar el mundo espiritual, destruyendo problemas y derribando fortalezas.
Sin aún no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón. Le aseguro que no se arrepentirá.
Publicado en: Guerra Espiritual
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