La guerra espiritual, ¿tiene cimientos bíblicos?
Llamó a la oficina, con insistencia. Una y otra vez. Recibí la nota cuando llegué. “Hay alguien que quiere hablar contigo— me dijo un compañero de trabajo —. Dice que es urgente”. Inmediatamente me comuniqué: “Si puede atenderme hoy mismo, se lo agradezco muchísimo”, indicó la persona al otro lado de la línea.
Me encontré con un intelectual joven, abogado, lentes de aro redondo, dos libros grandes y la expectativa reflejada en el rostro.
— He leído el material que publica —. Abrió el diálogo — : No comparto en absoluto lo que dice sobre esa supuesta guerra espiritual —. Guardó silencio unos segundos, midiendo sus palabras — : Siento que usted es un fanático religioso. Me da la sensación que cayó en el misticismo —.
Creí que se había desahogado y le dije que en las Escrituras se relaciona una batalla en la dimensión sobrenatural.
— Insisto: eso de los demonios y que nos atacan, no son más que cuentos de viejos. No se usted, que veo es tan estudioso, cómo se deja arrastrar por esas creencias. No, no vine para que me convenciera, sino para decirle lo que pienso— dijo, mirándome fijamente.
No era la única persona que me expresaba su rechazo al tema de la guerra espiritual. Es una posición— lamentablemente— generalizada en una sociedad secularizada y humanista como la nuestra. Sólo se cree en lo que se ve y se puede palpar.
Pero, ¿tiene fundamento bíblico la guerra espiritual? Compartí con mi interlocutor eventual varios elementos que relaciono ahora para usted, que le ayudarán a despejar el interrogante central de este Estudio Bíblico.
Una batalla permanente
Si bien es cierto hay oposición en algunos sectores de la iglesia cristiana evangélica al tema de la guerra espiritual, es evidente que en medio nuestro se libra una tremenda batalla que la dimensión sobrenatural, sobre la que advierte el apóstol Pablo en su carta a los Efesios: “Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, que tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo lleno de oscuridad.” (Efesios 6:12, Versión Popular)
El autor sagrado no solo confirma esa confrontación, en la que estamos inmersos los cristianos querámoslo o no, sino que además enfatiza que las fuerzas de maldad reúnen tres características sobre las que debemos mantenernos alerta: tienen mando, autoridad y dominio.
Es por esa razón, consiente de la situación que enfrentamos, real y no producto de la ciencia ficción, que Pablo recomienda: “Ahora, hermanos, fortaleceos en vuestra unión con el Señor y su fuerza poderosa. Protegeos con toda la armadura que habéis recibido de Dios, i para que podáis manteneros firmes contra los engaños del diablo.” (Efesios 6:10, 11)
Se ponen de manifiesto dos hechos de suma trascendencia: el primero, que los demonios, además de que existen y son atemporales, se oponen a los cristianos y a los propósitos de Dios, y segundo, que hoy día a través de la apostasía y toda suerte de filosofías con un fuerte componente ocultista, sigue obrando y ganando espacio: “Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos se apartarán de la fe para seguir a espíritus engañadores y enseñanzas que vienen de los demonios.” (1 Timoteo 4:1)
Piense por un instante sobre cuál es la razón para que establecer en televisión, radio o Internet un espacio para la proclamación del evangelio transformador de Jesucristo resulta tan difícil, cuando para los parasicólogos, brujos y orientalistas, no solamente se abren puertas sino que sus programas registran día a día altos estándares de sintonía. Sin duda Satanás está moviéndose a través de sus instrumentos, engañando a muchos.
El demonio obra a través de líderes, artistas, hábitos e imágenes
En una ciudad latinoamericana se han dado, en lo corrido del año, sinnúmero de violentes incidentes –que incluyeron heridos y hasta pérdidas humanas — protagonizados por fanáticos de grupos de rock pesado, en cuyas canciones se hacen abiertas invocaciones y exaltación al diablo.
¿La razón? No podían entrar a las presentaciones, por falta de dinero o agotamiento de la boletería, y movidos por espíritus de maldad, desencadenaban violentas reacciones.
¿Y qué decir de líderes políticos que llegan a ostentar posiciones de poder en los gobiernos? Desde allí promueven leyes que abren puertas a la drogadicción, el homosexualismo, la erradicación de enseñanzas de contenido cristiano en establecimientos educativos y, además, bajo el amparo del desarrollo de la “libre personalidad”, son permisivos para que las personas vivan sin “Dios ni ley”.
Y un tercer escenario: ¿Ha visto a personas, de todas las condiciones sociales, políticas, culturales y hasta religiosas portando cuarzos, amuletos y adornando sus casas con imágenes orientalistas? Si todo esto no es idolatría, hábilmente promovida por las fuerzas del mal, ¿entonces qué puede ser?
La idolatría es sutil en su forma de introducirse socialmente, pero arrastra multitudes, aspecto sobre el cual advirtió el apóstol Pablo: “Con esto no quiero decir que el ídolo tenga valor alguno ni que la carne ofrecida al ídolo sea algo más que otra carne cualquiera. Lo que digo es que, cuando los paganos ofrecen algo en sacrificio, lo ofrecen a los demonios y no a Dios. Y yo no quiero que vosotros tengáis parte con los demonios. No podéis beber de la copa del Señor y, a la vez, de la copa de los demonios; ni podéis participar de la mesa del Señor y, a la vez, de la mesa de los demonios.” (1 Corintios 10:19-21)
Como cristianos debemos pararnos en la brecha y elevar la voz de alerta en nuestras iglesias, no solo para defendernos sino para asumir una posición ofensiva, como recomienda la propia Biblia a través del apóstol Santiago (Cf. Santiago 4.7).
Dominio físico y espiritual de Satanás
Si asumimos una posición abierta y aterrizada, concluiremos que la batalla es real y no podemos quedarnos pasivos mientras que el diablo hace de las suyas. A través de los demonios ejerce dominio en los ámbitos físico y espiritual de las personas, provocando— como lo testimonian los cuatro evangelios — , mudez (Mateo 12:22), demencia (Lucas 8:26-35), inclinaciones suicidas (Marcos 9:22) y enfermedades de diverso género (Lucas 13.31)
El obrar demoníaco pude anular la voluntad del ser humano, llevándolo a pensamientos y acciones que le acercan al precipicio. Reconozco, eso sí, que no todos los casos de afecciones físicas y sicológicas obedecen a posesión demoníaca porque pueden estar asociados a la naturaleza caída del hombre, que se ha ido degenerando con el paso de los años, pero es necesario mantenernos alerta frente a cualquier situación.
También es cierto que muchos de los defectos y desórdenes de personalidad están vinculados a las obras de la carne, que deben ser modificadas por el mover de Jesucristo en las personas. Sobre este particular el apóstol Pablo escribió: “Por lo tanto, digo: Vivid según el Espíritu y no busquéis satisfacer vuestros malos deseos. Porque los malos deseos están en contra del Espíritu, y el Espíritu está en contra de los malos deseos. El uno está en contra de los otros y por eso no podéis hacer lo que quisierais... Es fácil descubrir cómo se portan quienes siguen los malos deseos: cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y practican la brujería. Mantienen odios, discordias y celos. Se irritan fácilmente, provocan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas por el estilo. Os advierto, como ya antes lo hice, que quienes así se conducen no tendrán parte en el reino de Dios…” (Gálatas 5:16-25)
La idea no es que andemos viendo demonios incluso con la persona que cruza frente a nosotros en la avenida, pero sí que nos mantengamos sobre aviso, identificando con ayuda del Señor Jesús dónde hay ataques demoníacos, y reprendiéndolos en la autoridad que nos concedió el Hijo de Dios.
Un mandato del Señor Jesús
Con el propósito de eludir su responsabilidad en la guerra espiritual en que se encuentran inmersos como cristianos, muchas personas piden basamento bíblico para dar la batalla. Y es allí donde recordamos la Gran Comisión del Señor Jesús a su pueblo redimido, cuando instruyó: “Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas.” (Marcos 16:17)
Observe que fue claro en ordenar que los demonios debieran ser expulsados. Nuestro amado Salvador en su ejercicio ministerial aquí en la tierra, rechazó abiertamente la oposición de Satanás: “Pero Jesús se volvió y dijo a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás, pues me pones en peligro de caer! ¡Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres!” (Mateo 16:23)
Jesús no fue condescendiente con el adversario, porque si bien es cierto la propia Biblia dice que el mundo está bajo el dominio del maligno por el pecado, es evidente que Dios no ha abdicado su soberanía y sigue gobernando. Por ese motivo, como cristianos, tenemos autoridad y la ejercemos contra el mundo espiritual de maldad.
Dos formas de lucha espiritual
En la Biblia encontramos documentadas dos formas específicas de lucha espiritual: la confrontación directa y la oración.
a.- La confrontación directa
La Biblia relata que tras llegar a la región de Gadara, el amado Señor Jesús fue abordado por un espíritu inmundo que vivía entre las tumbas. Producto de la acción demoníaca en su vida, tenía una fuerza descomunal, había perdido la razón y “Andaba de día y de noche entre las tumbas y por los cerros, gritando y golpeándose con piedras”. (Cf. Marcos 5:1-5)
El demonio le pidió al Hijo de Dios que lo dejara en paz, pero el Señor ordenó a la legión de demonios –porque eran muchísimos y con diversos grados de operación— que salieran de él (Cf. Marcos 5:6-13).
La liberación trajo como consecuencia que este hombre volviera a sus cabales. “Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y contaron en el pueblo y por los campos lo sucedido. La gente acudió a ver lo que había pasado. Y cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su cabal juicio al endemoniado que había tenido la legión de espíritus. La gente estaba asustada, y los que habían visto lo sucedido con el endemoniado y con los cerdos, se lo contaron a los demás. Entonces comenzaron a rogar a Jesús que se fuera de aquellos lugares.” (Marcos 5:14-16)
Nuestro amado Salvador Jesucristo confrontó a los demonios. No se marginó de la situación. ¿Se ha preguntado cuántas personas podrían ser libres del dominio del mundo espiritual de maldad su usted como siervo o sierva de Dios asumiera su papel protagónico en la guerra contra el ejército de Satanás? No pase por alto el hecho de que Gadara estaba dominada por Satanás, hasta tal punto que sus moradores le pidieron al Señor Jesús que se fuera de su región. ¡No resistían la luz de Dios en medio de ellos!
b.- La oración
El Señor Jesús instó a sus discípulos y a nosotros: “Velad y orad para que no entréis en tentación; espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mateo 26:41).
Es evidente que Dios no nos tienta, sino que es obra de Satanás y también, cuando nos dejamos arrastrar por la concupiscencia (Cf. Santiago 1:13).
Cuando oramos, estamos confrontando abiertamente las estratagemas de Satanás. ¿Había pensado en eso? Le invito a considerar este aspecto. Oramos y guerreamos, de ahí que debemos evaluar qué lugar ocupa la oración en nuestra vida.
Ahora, una vez estamos orando, lo hacemos por tres aspectos, del cual voy a iniciar con la aflicción personal y ataques que libra Satanás en nuestra contra para llevarnos a un revés espiritual, caída o estancamiento.
El apóstol Santiago recomendó que: “Si alguno de vosotros está afligido, que ore. Si alguno está contento, que cante alabanzas.” (Santiago 5:13) Tome nota de la preponderancia de la oración en este caso específico.
Hace pocos días respondía a la carta de un líder cristiano que manifestaba su preocupación: entre más se comprometía y buscaba a Dios, más tentaciones enfrentaba. Incluso, experimentaba largos períodos de desánimo por esa situación.
¿Qué hacer? Sorprenderá si le digo que no hice una exposición de versículos bíblicos sino que me circunscribí a algo fundamental: ore. Si está siendo atacado por Satanás, la batalla la libramos y ganamos, de rodillas, en oración. Tiempo después me compartió que había obtenido la victoria.
Un segundo aspecto desde el que damos la pelea contra las artimañas de Satanás, es orando por los enfermos, incluso cuando nosotros enfrentamos alguna dolencia: “Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y en el nombre del Señor le apliquen aceite” (Santiago 5:14)
Las enfermedades pueden obedecer a desórdenes en el organismo o por ataques directos de las fuerzas de maldad, por eso atamos sus ataques.
Y un tercer elemento, aunque por supuesto no son todos, es que oramos cuando el diablo desata oposición contra la obra de evangelización (Cf. Hechos 4.24-31)
Sí, estamos en plena guerra y como ejército de Jesucristo, tenemos asegurada la victoria. Pablo nos advierte sobre la importancia de estar bien preparados para la confrontación: “Por eso, tomad toda la armadura que habéis recibido de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, después de haberos preparado bien, manteneros firmes.” (Efesios 6.13)
No deje que el demonio siga atacándolo, y usted resistiendo pasivamente. ¡Es hora de batallar! El enemigo ciega el entendimiento de las personas para que no conozcan la verdad, pero usted es la excepción como soldado de Jesucristo. (Cf. 2 Corintios 4:4). Está llamado a pelear y vencer en la autoridad del Hijo de Dios.
Publicado en: Guerra Espiritual
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