Los fundamentos de la Personalidad
(Consejería Pastoral – Cap. 3)
En Latinoamérica hay un refrán popular que encierra una profunda sabiduría. Dice: “Caras vemos, corazones no sabemos”. La grandeza de su significación radica en que dentro de cada uno hay un mundo que solo Dios y cada quien conoce.
Ese cosmos al que estudiaremos hoy como un nuevo paso en la Consejería Pastoral es la Personalidad y se afianza en nueve fundamentos.
Cuando aprendemos a conocerlos se facilita el proceso de identificación de la problemática que enfrenta una persona y, con ayuda de Dios, se logran establecer los pasos a seguir en el proceso de resolución de su conflicto interior.
¿Recuerda una definición sencilla de la Personalidad ? Sin duda que sí. No obstante recordémosla: Es la manifestación del individuo frente a los hechos de la vida.
Allí radica la importancia de que las personas tengan una aproximación clara respecto a su realidad. No olvide que aquel no sabe quién es en realidad, difícilmente podrá experimentar con éxito los estímulos — tanto positivos como negativos — provenientes de su medio ambiente.
Mirándonos al espejo del alma
Parece curioso pero es real: todas las personas nos encontramos frente a tres facetas— diferentes una de la otra— en cuanto a lo que realmente somos. Son concepciones distintas de acuerdo a quien nos mira. ¿Cuáles son?
1.- La perspectiva que tenemos de nosotros mismos. Generalmente es una visión equivocada porque consideramos tener más virtudes de las que efectivamente hemos cultivado.
2.- La perspectiva que los demás tienen de nosotros. Se trata en la mayoría de los casos de un concepto equivocado porque hay a quienes les caemos muy bien en el plano personal y también aquellos a quienes les parecemos “pesados” sin que hayamos hecho méritos para que tengan tal concepción nuestra.
Puede darse también el caso inverso, en el que nos han idealizado de tal manera que tienen una extraordinaria imagen de nuestro comportamiento y, apenas fallamos, descubren la faceta real.
3.- La perspectiva de lo que realmente somos. Distinta de lo que nosotros creemos ser y de aquello que los demás creen que somos.
Ahora la tarea es llegar, con estos tres elementos, a un punto de equilibrio que nos permita identificar los errores, áreas y puntos débiles, aspectos en los que somos fuertes y de qué manera podemos mejorar.
Es necesario conocernos
Lo que llamamos “Yo ” o expresión de la Personalidad se conjuga en tres elementos. El apóstol Pablo los describió así al desear parabienes a los creyentes de Tesalónica: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida del Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23).
Si observa el texto detenidamente, encontrará que siglos antes de que los expertos en sicología se pronunciaran, el apóstol tenía claros tres componentes de toda persona: espíritu –el que nos otorga Dios al darnos vida física y a través del cual nos podemos comunicar con Él — ; el alma –la capacidad pensante de todo ser, es decir, el elemento esencial que nos lleva a tener conciencia de que existimos, a razonar y tomar decisiones — , y por último el cuerpo , que es el revestimiento material en el que se anidan el espíritu y el alma.
¿Cómo se construye la Personalidad?
La edificación de la Personalidad constituye todo un proceso en el que, como si estuviéramos levantando un muro, cada experiencia positiva o negativa, representa un ladrillo –único e irrepetible— pero a la vez de suma importancia para que la estructura quede bien construida o tenga algunos puntos vulnerables.
Una vez levantada la muralla, se conjugan el “Yo ” y la Personalidad. No olvide que el hombre es una unidad inseparable.
Es probable que diga: “Vamos despacio, Fernando, Explíqueme un poco más acerca del y su significación en el ser”. De acuerdo. El “Yo” concentra las facultades de expresión que se manifiestan como la razón, la imaginación, las emociones, los sentimientos y la voluntad, entre otros.
Un excelente complemento hacia el hombre que, como lo anota Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses es “guardado irreprensible hasta la venida del Señor Jesucristo”, lo constituye un adecuado cultivo de su personalidad. ¿De qué manera? Mediante el afianzamiento de dos principios esenciales: el primero, equilibrio y, el segundo, organización.
Es probable que usted analice su comportamiento y razone que obra inequitativamente, sus reacciones no miden consecuencias y tiene una idea desacertada del medio que le rodea. A ésta perspectiva suma el hecho de que no sabe a ciencia cierta quién es, para dónde va y qué es lo que realmente espera de la vida.
Si responde afirmativamente a estos segmentos que hemos identificado, sin duda usted necesita cultivar su personalidad para responder adecuadamente a las exigencias del medio ambiente.
La construcción de la Personalidad se cimenta en tres bases: la primera, los estímulos. Así sean experiencias agradables o desagradables, si estamos preparados con una Personalidad estructurada, en la que Dios está obrando, no nos causarán daño.
La segunda, el aprendizaje. Cada nuevo incidente que nos ocurre a diario debe llevarnos a aprender una lección. Y la tercera es la aceptación de las influencias positivas. Por naturaleza determinamos qué consideramos favorable y cuáles ocurrencias de la cotidianidad son desventuradas.
Una Personalidad con fundamento no permitirá que lo negativo tome fuerza ante que lo positivo que hayamos aprendido. El apóstol Pablo lo describe de la siguiente manera:”No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” (Romanos 12:21).
Observe con detenimiento que en cada uno de nosotros las decisiones que tomemos, las que contribuyen a la personalidad, radican en nosotros más que en los demás. Si hay algo que no anda bien, no podemos echarle la culpa a quienes nos rodean.
La renovación mental: el secreto
Los seres humanos tenemos una serie de paradigmas que han encasillado nuestro comportamiento sujetándolo a determinadas reacciones. Incluso nuestros deseos obedecen a los clichés que el mundo nos enseñó, son los que traen realización personal, placer y satisfacción, así estén errados.
El apóstol Pablo escribió: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Alguien podrá pensar— por ejemplo— que escuchar música y beber toda la noche hasta caer exhausto es una manifestación de “haberlo pasado bien” mientras que otro, a quien no dudo que puedan considerarlo equivocado en sus apreciaciones, puede pensar que “una noche a todo dar” podría ser leer las Escrituras, meditar en ellas y orar.
Cuando iniciamos el cultivo de nuestra Personalidad es necesario someternos a una Reprogramación mental.
Los cristianos la miramos desde la perspectiva de someternos al obrar de Dios cuando comprendemos que le pertenecemos a Aquél que murió en la cruz por nuestros pecados y nos dio una nueva vida. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Hay quienes esbozan el método de impulsar la reprogramación de nuestro ser a fuerza de la sugestión y la repetición de principios para que tomen forma en nosotros. La idea no es mala, pero tiene el fundamento necesario cuando esa transformación parte de nuestra entrega a Dios para que Él obre en nosotros conforme a Su voluntad.
Recuerdos: no en el pasado ni en el futuro, en el presente
Hay algo bien interesante cuando estamos hablando de la reprogramación. Son los recuerdos.
Cuando usted y yo evocamos un buen o mal momento, nuestro ser no identifica que acaeció en el pasado ni determina la fecha, hora y lugar en que tuvo ocurrencia la escena. Trae al presente la imagen y revive la sensación grata, de dolor o de molestia que pudo producir aquel incidente.
Podemos anotar entonces que el “Yo ” no vive ni en el pasado ni en el futuro sino en el presente. Y algo que pudo haber acontecido hace cinco años, al rememorarlo, puede avivar viejas heridas.
Las experiencias negativas que evocamos pueden tornarse traumáticas. Sus estados emocionales y orgánicos se manifiestan como si estuviera atravesando nuevamente por la misma situación. De ahí la necesidad de que alguien que acude a Consejería Pastoral tome conciencia sobre la importancia de someterse a la Sanidad Interior que proviene de nuestro amado Dios y Padre.
Concluyamos para adentrarnos en los fundamentos: El “Yo ” se expresa a través de la Personalidad. No son diferentes. La Personalidad a su vez se forma con los conocimientos del “Yo”.
¿Qué son los fundamentos?
La pregunta que nos asalta ahora es, ¿qué son los fundamentos de la Personalidad ? Son los medios por los cuales recibimos estímulos internos y externos que contribuyen a la formación de la Personalidad. Representan los “materiales”: componentes, planos, estructuras y pilares de la Personalidad.
1.- La Herencia
Todos los seres humanos traemos una carta de información producto de las características físicas, orgánicas y glandulares que nos transmitieron nuestros padres. Las características dan forma a la parte física y biológica de la Personalidad.
Los padres o quienes tuvieron a su cargo nuestra formación primaria influyen en nuestra vida con aspectos positivos y negativos. Los primeros nos estimulan a la imitación a futuro, los segundos se convierten en la mayoría de los casos en experiencias traumáticas que deben ser sanadas.
Ahora bien, es necesario aclarar aquí que la Personalidad no se transmite por herencia de una manera marcada sino ciertos rasgos básicos que pueden ser modificados por el ambiente que nos rodea.
Lo que hacen los progenitores es servir de modelo básico en la formación incipiente de la Personalidad del niño.
2.- El Temperamento
Lo podemos definir como el conjunto de particularidades fisiológicas, morfológicas y glandulares que diferencian a los individuos entre sí, determinando características particulares de reacción frente a los estímulos.
Todo se relaciona con sus estados internos. Podemos decir que en el Temperamento es hereditario en alto grado. A él se asocian las tendencias impulsivas, afectivas y emotivas.
¿Es inmodificable? En absoluto. El Temperamento es susceptible de ser encausado. No podemos permitir— en nuestra condición de cristianos— que obre con los parámetros de siempre.
3.- Las Emociones
Las Emociones son hijas legítimas del Temperamento. Constituyen su forma de expresión. Aquél que educa sus Emociones incide directamente en su Temperamento y a la inversa. Las emociones se expresan en ciclos. Se les denomina “ciclos emocionales” que es menester aprender a conocer y a manejar.
Las Emociones se pueden conducir. Son susceptibles de “forjar estados de ánimo positivos” cando llega la depresión o el desánimo, tal como lo leemos en el texto del apóstol Pablo: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7).
Cuando nos sometemos al Señor se producen los cambios que por años anhelamos y que eran imposibles dependiendo de nuestras propias fuerzas.
4.- Los Instintos
Una definición sencilla de los Instintos podríamos orientarla al decir que se trata de la impulsión natural que domina el comportamiento de un ser humano. Constituyen una fuerza poderosa que amerita su satisfacción de una manera imperiosa, por ejemplo el hambre, reaccionar frente al peligro de muerte y descansar, entre oteros.
Son eminentemente algo biológico que influye en el Temperamento y a su turno, el Temperamento en los Instintos.
5.- Los Factores Externos
¿Cuáles son los Factores Externos que influyen en la Personalidad ? Hay por lo menos tres. El primero es el medio ambiente vital , que es la concatenación de experiencias que ocurren en el individuo desde la niñez y que le afectan positiva o negativamente en su desarrollo físico, mental y emocional. Estos incidentes repercuten en su personalidad. Entre ellos podemos mencionar las manifestaciones de afecto, amor, comprensión y tolerancia de padres y allegados.
El segundo es el medio ambiente social en el que toman parte la sociedad en la que nos desenvolvemos y la cultura prevaleciente. Es la realidad con la cual se enfrenta el ser humano apenas tiene uso de razón; por tal motivo es necesario que se adapte a las circunstancias que le rodean. Es imperativo, entonces, que preparemos al niño para asumir las vivencias que pueden ser positivas o negativas afrontándolas con equilibrio.
El tercer y último factor sobresaliente es el medio ambiente ético en donde priman aspectos morales, la influencia que ejerce la religión y la formación educativa. Es una fase de suma importancia porque se afianzan los valores del ser humano.
6.- El Intelecto
Al Intelecto lo definimos como la capacidad de pensar, entender, comprender y aprender, Unos seres pueden desarrollar más habilidades que otros, pero eso no significa que tengan mayor desarrollo de inteligencia que sus congéneres.
El Intelecto o Inteligencia influye y modifica la Personalidad. Aprender a pensar equivale a aprender a vivir bien.
7.- La Salud Integral
Ante todo en este estudio es necesario tener en cuenta que la Salud Integral debe ser física, mental y emocional.
Cuando se produce un trastorno de la Personalidad , hay serias fallas en la salud. Es una enfermedad del alma o de la mente que debe ser atendida ya que pueden manifestarse como afecciones orgánicas.
8.- Las Experiencias
Se constituyen en la colección de vivencias que el individuo experimenta durante su existencia, bien sean positivas o negativas y quedan grabadas en nuestra mente. Aunque no seamos conscientes, afectan nuestros actos.
Al revisar el pasado recordamos las imágenes y qué tipo de experiencias evocan, y a partir de allí es probable corregir la influencia que ejercieron en nosotros.
9.- El Carácter
El Carácter integra todos los fundamentos de la Personalidad y vendría a ser como el tronco de un árbol cuyas raíces son las bases que mencionamos anteriormente. El Carácter al igual que la Personalidad es susceptible de ser modificado con la ayuda de Dios.
Conocer nuestro mundo interior y lo que representa la Personalidad para nuestro ser, es esencial para quien ejerce la Consejería Pastoral. Primero, porque puede abrirse al mover de Dios con el propósito de que aplique los cambios que requiere, y segundo, porque podrá comprender fácilmente qué ocurre con aquellos que van en su búsqueda en procura de orientación.
Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial
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