Los siete hechos maravillosos de la obra redentora de Jesucristo
(Lección 4 – Discipulado 5)
Glenn Ford estuvo más de 25 años esperando ser ejecutado en Luisiana, Estados Unidos. Lo condenaron a morir en 1988. Las autoridades lo encontraron culpable de asesinar a Isadore Rozeman, un joyero de 56 años para el cual Ford trabajaba ocasionalmente.
El presunto criminal es el único en la historia norteamericana que pasó tanto tiempo ante la incertidumbre de cuándo llegarían los guardias por él, para llevarlo a la cámara de gas.
Él siempre consideró que era injusto. “Por algo que no hice", solía repetir. Los investigadores decían lo contrario. El reo dijo una y otra vez que guardaba rencor en su corazón. No se merecía estar allí.
Nunca se encontró un arma homicida. No hubo testigos del crimen. La mujer que implicó a Ford en el asesinato, luego confesó tiempo después que había mentido. Los abogados, por su parte, no hicieron en su momento el mejor esfuerzo en la defensa.
"Treinta años prisionero; 30 años de mi vida, si no toda. No puedo volver atrás y hacer lo que debí haber hecho a los 35, 38 y 40, ese tipo de cosas. Cuando me fui, mis hijos eran bebés, ahora son adultos con bebés propios", dijo Glenn Ford al cruzar las enormes puertas de la cárcel de máxima seguridad de Angola, Luisiana.
La anulación de la condena llevaba la firma de la juez distrital del estado Ramona. Lo hizo tras recibir nueva información que respaldaba las afirmaciones que él no se encontraba presente ni estuvo involucrado en la muerte de Rozeman.
Los juristas que en la etapa final de su pena tuvieron a cargo la defensa del condenado a muerte, emitieron un comunicado. Anotaron: "Estamos muy complacidos de ver a Glenn Ford finalmente exonerado y estamos particularmente agradecidos de que la fiscalía y el tribunal actuaron tan decisivamente para liberar al señor Ford”.
Inclusive los familiares de la víctima del asesinato, Isadore Rozeman, también recibió con beneplácito la liberación de Ford.
Glenn Ford fue liberado a los 64 años de edad. En Luisiana, Estados Unidos, hay 83 hombres y mujeres esperando el cumplimiento de su condena a muerte.
Una vida de pecado, causal de muerte
La historia de Glenn Ford resulta interesante. Ocupó la primera plana de los diarios e, incluso, fue una de las noticias más consultadas en la Internet cuando se produjo su liberación.
¿Qué estrecha relación hay entre ese relato y su vida? Mucha. Nos servirá para ilistrar lo que se produce en nuestra existencia al recibir la salvación de Cristo. Piense por un instante que el hombre hubiese sido culpable y, aun cuando estaba condenado a morir, un juez termina interponiendo un recurso legal y lo libera.
Nuestros pecados, de acuerdo con la Biblia, nos hacían merecedores de la muerte no solo física sino también espiritual.
El profeta Ezequiel lo describió en los siguientes términos: “He aquí, todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo mías son. El alma que peque, ésa morirá.” (Ezequiel 18:4. La Biblia de Las Américas)
Por su parte el apóstol Pablo aseguró: “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romano 6: 23. LBA)
Esos dos pasajes Escriturales son poderosos. Nos revelan las consecuencias de pecar, antes que se produjera la obra de redención de Jesús en la cruz, que nos cobija a usted y a mí como sus discípulos.
¿Qué ocurrió con la muerte y resurrección de Jesús?
Cuando se produjo la muerte y resurrección del Señor Jesús, el curso de la historia cambió.
A pesar de estar condenados a morir por nuestros pecados, no solo recibimos perdón de Dios sino que, además, nos abrió las puertas a una nueva vida.
1.- El Señor Jesús nos hizo justos delante del Padre
Lo legal era que muriéramos. Insisto, era lo legal. No obstante, la muerte del Señor Jesús en la cruz, nos hizo justos: “Él fue entregado a la muerte por causa de nuestros pecados, y resucitado para hacernos justos a los ojos de Dios.” (Romanos 4:25. NTV)
En pocas palabras, al morir, llevó en su cuerpo todos los pecados y la condena que merecíamos (1 Pedro 2:24).
2.- El Señor Jesús nos reconcilió con Dios el Padre
Nuestros pecados levantan una enorme barrera con Dios el Padre. Era imposible que fuéramos a su Presencia. No obstante con su sacrificio en la cruz, el Señor Jesús derribó los muros.
La carta a los creyentes de Roma en el primer siglo señala: “Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios.” (Romanos 5; 1, 2. NTV)
Por favor observe un hecho significativo: la fe. Ya Dios hizo la obra a través de Jesús pero su fe es fundamental. Creer que ya Él obró la redención y que la redención lo cobija a usted.
3.- El Señor Jesús nos abre las puertas a una nueva vida
La muerte del Señor Jesús nos asegura vida, en nuestro tránsito terrenal, pero también en la eternidad. El apóstol Pablo lo explica así: “Pues hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo; y tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva.” (Romanos 6:4. NTV)
Este hecho es maravilloso porque no nos alcanza la muerte; por el contrario, lo que tenemos en nuestro horizonte es la vida, plena y por siempre jamás:
“Pues, como nuestra amistad con Dios quedó restablecida por la muerte de su Hijo cuando todavía éramos sus enemigos, con toda seguridad seremos salvos por la vida de su Hijo.” (Romanos 5: 10. NTV)
Estos dos pasajes y otros más que encontramos en el Nuevo Testamento, nos alientan a seguir adelante, prendidos de la mano del Señor Jesús.
4.- El Señor Jesús materializó la gracia de Dios en nuestras vidas
¿Cómo ilustrar la gracia de Dios? La mejor imagen la encontramos en la historia de Glenn Ford. Piense que él hubiese sido culpable. Por supuesto, debido a su delito, debería morir. No obstante, el juez a cargo decide perdonarle y darle una nueva oportunidad.
¿Lo comprende? Esa misma graficación aplica para la gracia de Dios, y en palabras de Pablo, lo explica así: “Entonces, así como el pecado reinó sobre todos y los llevó a la muerte, ahora reina en cambio la gracia maravillosa de Dios, la cual nos pone en la relación correcta con él y nos da como resultado la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.” (Romanos 5: 21. NTV)
Dios nos perdonó por Su infinito amor, no porque lo mereciéramos. Esa es la gracia que no podemos comprender fácilmente, pero que se hace real en nuestras vidas cuando sencillamente lo creemos.
5.- El Señor Jesús nos hizo libres del castigo
Constantemente el enemigo espiritual, Satanás, nos acusa por los pecados del ayer. No obstante, aun cuando él se ampara en lo legal para decir que deberíamos morir, el Señor Jesús nos hizo libres del castigo, como anota la carta a los Romanos:
“Sin embargo, Dios nos declara justos gratuita y bondadosamente por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados. Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre. ” (Romanos 3:24, 25. NTV)
Sin duda, el amor de Dios por nosotros, manifestado por la obra redentora de Su Hijo Jesús, no tiene límites. No hay razón para cesar de darle gracias, hoy y siempre.
6.- El Señor Jesús con, su sacrificio en la cruz, nos hizo santos
Cuando hablamos de santidad, inmediatamente pensamos en alguien que sencillamente no comete pecado. En nuestro caso e inmediatamente nos acogemos a la obra redentora del Señor Jesús, ocurren las dos cosas.
En primer lugar, es cierto que nuestra naturaleza nos inclina al pecado y en muchos casos cedemos a la tentación; no obstante, si hay arrepentimiento en nuestro corazón y vamos a la Presencia de Dios, a su trono de gracia, recibimos perdón. Él lo hace no porque lo merezcamos, sino por la obra redentora del Señor Jesús.
Sobre esa base, el apóstol Pablo, dijo: “Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. ” (Romano 6: 22. La Biblia de Las Américas)
La santificación no es la consecuencia de nuestro esfuerzo. Dios ya lo hizo. Obedece a la obra redentora de Jesús. Puede que usted mismo se sienta culpable, que no merece la gracia de Dios, pero no entra a jugar lo que usted piensa sino lo que Dios ya hizo.
7.- El Señor Jesús nos permite escribir una nueva historia
Es evidente que el pecado ya no tiene poder sobre nosotros. Y no lo tiene por la obra redentora de Jesús el Señor. La naturaleza pecaminosa querrá seguir ganando la partida, pero hay una buena noticia y es el perdón de Dios.
El apóstol Pablo describe así esa obra maravillosa: “Así también ustedes deberían considerarse muertos al poder del pecado y vivos para Dios por medio de Cristo Jesús.” (Romanos 6:11. NTV)
La vida se hace real en nosotros. Y se hace real porque al recibir perdón de nuestros pecados y asistirnos la certeza de que seremos perdonados, caminamos confiadamente. Sabemos que reconocer nuestras trasgresiones y pedir perdón, borra la página y se abre siempre un nuevo capítulo que debemos escribir.
Vivir para Dios
El amor de Dios es ilimitado. Ese amor hace posible el perdón. Es por gracia, no porque lo merezcamos. Y cuando ese amor y esa gracia que excede la comprensión humana, nos cobijan, tenemos la posibilidad de disfrutar una vida plena como discípulos del Señor Jesús. ¡Ánimo! Hay una nueva oportunidad para su vida.
Preguntas para auto evaluar su avance como Discípulo de Jesús:
Le invitamos esta semana a repasar la Lección y responder los siguientes interrogantes, que le ayudarán a profundizar en las enseñanzas y a tornarlas prácticas en su vida diaria:
a.- ¿Ha pensado qué consecuencias habrían aplicado a su vida por el pecado, de acuerdo con las Escrituras (Ezequiel 18:4; Romano 6: 23)?
b.- ¿Qué ocurrió cuando se produjo la muerte del Señor Jesús en la cruz (Romanos 4:25)?
c.- ¿Describa lo que ocurrió con la barrera que nos separaba de Dios (Romanos 5:1, 2)?
d.- La muerte y resurrección del Señor Jesús, ¿qué nos garantiza (Romanos 6:4; 5: 10)?
e.- ¿De qué manera podríamos explicar la gracia de Dios en nuestras vidas (Romanos 5: 21)?
f.- ¿Qué ha ocurrido con el castigo que merecíamos por nuestro pecado (Romanos 3:24, 25)?
g.- ¿Podría explicar de manera sencilla, por qué motivo es usted visto con alguien santo delante de Dios (Romano 6: 22)?
Publicado en: Escuela de Discipulado
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