Los tres niveles del crecimiento cristiano
¿Cuál es la ruta de crecimiento de un cristiano? Probablemente esa pregunta rondó su cabeza por mucho tiempo. Deseaba respuestas concretas. Pues bien, el mejor lugar para encontrarlas, es la Biblia. Allí Dios nos habla claramente y deja sentadas las bases de tres niveles que determinan el crecimiento en la vida de un creyente:
1.- Reconocer el pecado como una sombra permanente.
Coincidamos en un punto: satanás no nos empuja a pecar, pero genera las condiciones para que caigamos en la trampa. Esa ha sido su malévola función desde el principio de la creación (1 Pedro 5:8)
En esa dirección, el primer paso es reconocer que el pecado es una red a la que haremos frente en todo momento. El desafío esta en permanecer prendidos de la mano de Jesucristo y no ceder ante el señuelo:
“Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad… Si afirmamos que no hemos pecado, llamamos a Dios mentiroso y demostramos que no hay lugar para su palabra en nuestro corazón.” (1 Juan 1:8, 10 | NTV)
El pecado es real. Todos incurrimos en él. Sale al paso, primero como tentación, y después se materializa si nos dejamos enredar por nuestros deseos carnales. La única manera de salir airosos es prendidos de la mano de nuestro Salvador Jesucristo. Es el primer nivel, muy importante.
2.- Confesamos nuestros pecados para reemprender el camino.
El pecado oculto destruye (Salmos 32:2-5). Nos lleva a la destrucción moral y física. ¿Cuál es la salida? El arrepentimiento sincero y de la mano con ese paso, pedir perdón a Dios.
Al respecto leemos en las Escrituras:
“…pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Mis queridos hijos, les escribo estas cosas, para que no pequen; pero si alguno peca, tenemos un abogado que defiende nuestro caso ante el Padre. Es Jesucristo, el que es verdaderamente justo. Él mismo es el sacrificio que pagó por nuestros pecados, y no solo los nuestros sino también los de todo el mundo.” (1 Juan 1:9; 2:1 | NTV)
La advertencia es clara: no debemos pecar, pero si hemos pecado, es imperativo ir a Cristo.
Imagine por un instante cuántas personas siguen pecando. Sencillamente, se acostumbraron al pecado. Ya ni siquiera reconocen su error, y por supuesto, no piden perdón a Dios.
Un segundo nivel en la vida del creyente es, entonces, admitir que fallamos e ir a la presencia del Padre en procura de perdón, acogiéndonos a la obra redentora de Su Hijo Jesús.
3.- Andar como Jesús anduvo.
Si pecamos, nos arrepentimos y pedimos perdón, llegamos a un tercer nivel de suma importancia: andar como Jesús. Vivenciar sus enseñanzas en nuestra cotidianidad.
El apóstol Juan lo dejó claro cuando escribió:
“Podemos estar seguros de que conocemos a Dios si obedecemos sus mandamientos. Si alguien afirma: «Yo conozco a Dios», pero no obedece los mandamientos de Dios, es un mentiroso y no vive en la verdad; pero los que obedecen la palabra de Dios demuestran verdaderamente cuánto lo aman. Así es como sabemos que vivimos en él.6Los que dicen que viven en Dios deben vivir como Jesús vivió.” (1 Juan 2:3-5 |NTV)
El distintivo del cristiano es la fidelidad a los mandatos de Dios. No hay otra manera de explicarlo. Somos o no somos cumplidores de sus preceptos. Buscar pretextos para explicar por qué no, es admitir que no estamos viviendo conforme a Su voluntad.
Pero hay algo más: caminar en los mandamientos del Señor es una demostración de que le amamos.
Y la pregunta aplica a nosotros: ¿Realmente estamos caminando conforme lo hizo Jesús, en consonancia a los mandatos del Padre? Si no es así, debemos imprimir ajustes a nuestra forma de pensar y de actuar.
Llamados a crecer
La vida cristiana es un viaje extenso. Lleno de altibajos. Hay momentos victoriosos pero también de tristeza y desaliento. La única forma de avanzar es haciendo tránsito por estos tres niveles. Partiendo del pecado en el que hayamos incurrido hacia el arrepentimiento, de ahí a pedir perdón con la firme resolución de no volver a lo mismo, y en el tercer nivel: andar como Jesús, conforme a los mandamientos de Dios.
Si aún no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, es hora de hacerlo. Ábrale las puertas de su corazón. Él traerá cambios a su existencia, y desde ese momento, podrá ejercer una influencia transformadora en su vida familiar.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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