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Medir el costo de ser discípulos y de formar discípulos


(Conclusión)

Medir el costo de ser discípulos y de formar discípulos (Conclusión)

Piense por un instante que cuando vamos a la Presencia del Señor Jesús, no importará cuántos sermones predicamos, los artículos que escribimos o quizá las grandes campañas que organizamos.

Creo que en ese momento no contará. Lo que realmente será valioso para el gran Maestro con quien pasaremos la eternidad, es cómo fue nuestra relación con la familia, de qué manera cuidamos de nuestro cónyuge e hijos así como el número de personas que alcanzamos con las Buenas Nuevas de salvación, es decir, aquellos que fueron nuestros discípulos y que formamos para que a su vez fueran disciùladores.

¿Esta ha sido su preocupación? Dios permita que sí, porque es una enorme responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros.
El autor cristiano, Bertram L. Melbourne, llama la atención sobre el asunto cuando escribe:  "Dios nos ha llamado a todos, pero cada uno debe discernir ese llamado y seguir en esa dirección. Cada uno de nosotros tiene oportunidades de servir, pero nosotros debemos ser capaces de tomar esas oportunidades y aprovecharlas de la mejor manera posibe. Demasiados de nosotros estamos satisfechos con quienes somos o dónde servimos... No obstante, eso puede no ser lo que hemos sido llamados por Dios para que hagamos. Cada uno de nosotros es llamado a dar lo mejor de lo que somos y a poner el discipulado en acción para el Maestro." (Bertram L. Melbourne. “Ideas prácticas para el discipulado”. Apia Editores. 2007. EE.UU. Pg. 105)
Si hay un llamado que es transversal a todos los creyentes en Jesús es el de discipular a otros. Lo encontramos definido en Mateo 28:18-20. No podemos rehuir a ese imperativo, a esa convocatoria.

Ahora, es esencial que cada uno de nosotros evaluemos si estamos dispuestos a pagar el precio de ser discípulos y asumir la tarea de discipular a otros.

En alguna ocasión, cuando el Señor Jesús confrontó a sus seguidores, muchos querían volver atrás: "Muchos de sus discípulos decían: «Esto es muy difícil de entender. ¿Cómo puede alguien aceptarlo?»." (Juan 6:60. NTV)

Es evidente que ser creyente y disponernos a servir en el Reino no es tarea fácil. De hecho el trabajo más arduo no es el que hacemos en las cuatro paredes y comodidad del templo, sino el que desarrollamos afuera, en el trato cotidiano con las personas.

Nuestro amado Salvador sabía que ellos, sus seguidores, estaban siendo confrontados y de hecho, tenía previsto que muchos dejaran de andar con Él. Juan relata que: "Jesús estaba consciente de que sus discípulos se quejaban, así que les dijo: «¿Acaso esto los ofende? ¿Qué pensarán, entonces, si ven al Hijo del Hombre ascender al cielo otra vez? Solo el Espíritu da vida eterna; los esfuerzos humanos no logran nada. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida, pero algunos de ustedes no me creen». (Pues Jesús sabía, desde un principio, quiénes eran los que no creían y también quién lo traicionaría). Entonces les dijo: «Por eso dije que nadie puede venir a mí a menos que el Padre me lo entregue»." (Juan 6:61-65. NTV)

Es probable que haya pensando “tirar la toalla” y darse por vencido, pero, ¿es éste el momento en el que debemos renunciar? Por cierto que no. Cristo nos ve como vencedores y en esa dirección debemos movernos.

Es apenas previsible que lleguen momentos difíciles, pero si se presentan antes que dejarnos arrastrar por el desánimo o la derrota, debemos doblar rodillas y pedir a Dios la fortaleza necesaria para seguir adelante.

¿A quién iremos? Sólo a Cristo

Asumir la tarea que nos delegó Jesús de discipular a otras personas que a su vez se conviertan en discipuladores, demanda compromiso, evaluar el precio a pagar, pero de la mano con estos dos elementos hay uno tercero: Representa sin duda un enorme privilegio que el Señor nos concede, el de ser copartícipes en la tarea de extender el Reino de Dios.

Reflexione por un instante que un nuevo creyente a quien usted brinde acompañamiento, recibirá el entrenamiento necesario para llevar otras personas a los pies de Jesús. Un solo discípulo que forme a otro y éste a su vez a otro, constituye el inicio de un proceso de evangelización sencillo que puede impactar a multitudes.

Jesús mismo desafió a los discípulos a ser valientes y a desarrollar compromiso. En el Evangelio leemos que "A partir de ese momento, muchos de sus discípulos se apartaron de él y lo abandonaron. Entonces Jesús, mirando a los Doce, les preguntó: — ¿Ustedes también van a marcharse? Simón Pedro le contestó: — Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios. Entonces Jesús dijo: — Yo los elegí a ustedes doce, pero hay uno de ustedes que es un diablo. Se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, uno de los doce, quien más tarde lo traicionaría.” (Juan 6:66-69. NTV)

No hay mejor ministerio que el de formar a otras personas que a su vez ganarán a otros para Cristo. Es una forma de ensanchar la tienda, de alcanzar muchas personas con las Buenas Nuevas de Salvación.

Le animamos a seguir adelante, y si es pastor, obrero o líder, le pedimos que ore a Dios para que contemple la posibilidad de constituir una escuela de discipuladores en su congregación. Podemos anticiparle que no se arrepentirá.

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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