No luche en sus fuerzas si quiere mejores resultados
(Lección 6 – Nivel 4)
Todos los seres humanos nos estrellamos alguna vez contra un muro sólido de roca. Un impacto fuerte que nos trajo a la realidad. Nos hizo comprender que no somos el centro del universo y que, ese lugar privilegiado, sólo le corresponde a Dios.
— Por años hice esfuerzos procurando la conversión de mi esposo. Todo resultaba inútil. Se resistía a escuchar el mensaje de Salvación; sin embargo, un día cualquiera, un vecino le habló de Cristo y él se convirtió — , relató Rocío, impulsadora de ventas, tras reconocer su fracaso al pretender llevar a su cónyuge a los pies del Salvador.
— Mi caso es diferente a todos de cuantos ha escuchado. Era líder en la iglesia y anhelaba que el ministerio prosperara. Lideraba el grupo de evangelismo. Nadie aceptaba a Jesús en nuestras jornadas callejeras. Un día le dije a Dios: “Haz tú la obra porque yo no soporto más”, y ocurrió el milagro. El Señor obró. Estoy satisfecho — , explicó José Elías, un predicador con quien hablé en Lima, en el Perú.
Lucía eleva un suspiro antes de despachar todo lo que encierra en su corazón. Es una amalgama de gratitud y desconcierto:
— Durante mucho tiempo oré por mi hijo Ronald. Hoy tiene 22 años pero cuando se tornó adicto a las drogas tenía sólo 16. Reñía con él, incluso lo dejaba fuera de casa cuando llegaba pasadas las diez de la noche. Nada funcionaba. Bueno, no hasta que fui desesperada a los pies de Cristo. “Dame una salida”, le dije. “No se qué más hacer”. Unos amigos lo invitaron a un concierto. Resulta que era un evento cristiano. Y allí, una noche de sábado, aceptó la Salvación de Cristo —.
La lista de relatos podría tornarse interminable. Aunque se trata de hechos aislados, todos tienen un común denominador: los protagonistas se cansaron de luchar en sus propias fuerzas. Un día se rindieron a Jesús y los milagros se produjeron. El Señor transformó las circunstancias. Sencillamente, se sometieron a Su voluntad divina.
Probablemente a usted también le ocurrió. Luchó en sus fuerzas. Se agotó y nada pasaba. Un día decidió aplicar un giro a su existencia. Se rindió a Dios y las cosas cambiaron. La diferencia la marcó la decisión de pedirle a Dios que hiciera Su voluntad.
Luchando en sus fuerzas, enfrentando la frustración
Un ejemplo del típico servidor de Dios que avanza en dirección equivocada es el apóstol Pablo, antes llamado Saulo.
Estaba convencido de las enseñanzas recibidas del maestro judío Gamaliel y consideraba que perseguir a quienes no profesaran su misma fe, era algo que agradaría al Señor.
Su empeño trajo mucho dolor a infinidad de personas. Bastaba que declararan ser cristianas para experimentar el rigor de la persecución despiadada.
Las Escrituras relatan así su conversión: “Mientras tanto, Saulo pronunciaba amenazas en cada palabra y estaba ansioso por matar a los seguidores del Señor. Así que acudió al sumo sacerdote. Le pidió cartas dirigidas a las sinagogas de Damasco para solicitarles su cooperación en el arresto de los seguidores del Camino que se encontraran ahí. Su intención era llevarlos — a hombres y mujeres por igual— de regreso a Jerusalén encadenados. Al acercarse a Damasco para cumplir esa misión, una luz del cielo de repente brilló alrededor de él. Saulo cayó al suelo y oyó una voz que le decía: — ¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues? — ¿Quién eres, señor? — preguntó Saulo. — Yo soy Jesús, ¡a quien tú persigues! — contestó la voz—.Ahora levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.” (Hechos 9:1-6. NTV)
Al igual que usted y yo, Saulo creía estar haciendo lo correcto. Probablemente en algún momento experimentó frustración porque las cosas no salían como esperaba. Deseaba mayor rendimiento, pero nada extraordinario ocurría. Fue en medio de su terquedad irracional que Dios debió tratar con su vida.
¿Quizá no es eso lo que desea hacer con nosotros? ¿Se ha preguntado si cuanto hace está en el centro mismo de la voluntad del Supremo Hacedor?
Ese encuentro cara a cara con Jesús le transformó la vida. Su existencia tomó un nuevo rumbo. Jamás volvería a ser el mismo.
Probablemente usted desea servir mejor en el Reino de Dios. Generar impacto en la familia o allí donde se desenvuelve. Cree que lo ha intentado todo y siempre se encuentra con una pared enfrente. ¿Es lo que espera seguir haciendo por años? Sin duda que no. Al menos, no debería ser así.
Un ministro cristiano recién ordenado y quien anhelaba plantar iglesias, vivió en carne propia las consecuencias de luchar en sus propias fuerzas y no en las de Dios.
Un texto que leí hace poco y que comparto con usted, relata: “Claude comprobó que Dios podía hacer en una semana más de lo que él hubiera lograd con años de su propio esfuerzo. También llegó a reconocer que había estado tan ocupado tratando de hacer cosas para Dios, que no había dedicado tiempo para disfrutar de la intimidad con Dios… cuanto más se disponía a vivir en una estrecha relación con Dios, más aumentaban los logros a través de lo que Dios hacía por medio de Claude.” (Henry Blackaby. “Experiencia con Dios”. B&H Editores. 2009. EE.UU. Pg. 32)
Piense por un instante en esa descripción de la vida real. Ahora mírese en el espejo de su propia situación. ¿Por qué no prosperan nuestros planes y esfuerzos para la extensión del Reino de Dios? La respuesta es sencilla: Porque no nos hemos rendido en manos de Dios.
Hacer la voluntad de Dios cambia el panorama
Rendirnos a Dios no es otra cosa que someter todos nuestros planes y proyectos en Sus manos. Hacer su voluntad debe convertirse en nuestra prioridad.
Quienes han decidido que Dios sea el capitán de sus vidas, pueden testimoniar lo maravillosa que resulta esta experiencia.
El Señor Jesús lo describió con términos muy sencillos: “Entonces Jesús explicó: — Mi alimento consiste en hacer la voluntad de Dios, quien me envió, y en terminar su obra.” (Juan 4:34. NTV)
Si hay un elemento que dinamiza y fructifica nuestros esfuerzos, es encontrarnos en el centro mismo de la voluntad del Padre. No es preguntarle: “¿Qué está ocurriendo que no prosperan mi trabajo en la obra?”, sino someternos y decirle: “Señor, que se haga tu voluntad.”
Ahora, quizá se pregunte: ¿Y cómo sabemos si nos movemos en la voluntad de Dios? La respuesta es sencilla: Cuando dejamos de centrarnos en nosotros mismos y nos enfocamos en Él.
El secreto es que procuremos la gloria de Dios, no la nuestra. Que Dios haga lo que Él quiere y cuando quiera.
Ahora, interróguese: Lo que estoy haciendo, ¿está conforme a la voluntad de Dios? ¿Honra y glorifica al Señor?
Si nos rendimos a Dios, Él cumplirá su propósito
Cuando Saulo cayó a tierra, en la vía a Damasco, quedó ciego. Sus compañeros de avanzada lo llevaron a la ciudad.
Las Escrituras relatan: “Ahora bien, había un creyente en Damasco llamado Ananías. El Señor le habló en una visión, lo llamó: — ¡Ananías! — ¡Sí, Señor! — respondió. El Señor le dijo: — Ve a la calle llamada Derecha, a la casa de Judas. Cuando llegues, pregunta por un hombre de Tarso que se llama Saulo. En este momento, él está orando. Le he mostrado en visión a un hombre llamado Ananías que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. — ¡Pero Señor! — exclamó Ananías—. ¡He oído a mucha gente hablar de las cosas terribles que ese hombre les ha hecho a los creyentes de Jerusalén! Además, tiene la autorización de los sacerdotes principales para arrestar a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: — Ve, porque él es mi instrumento elegido para llevar mi mensaje a los gentiles y a reyes, como también al pueblo de Israel; y le voy a mostrar cuánto debe sufrir por mi nombre. Así que Ananías fue y encontró a Saulo, puso sus manos sobre él y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, quien se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». Al instante, algo como escamas cayó de los ojos de Saulo y recobró la vista. Luego se levantó y fue bautizado. 19Después comió algo y recuperó las fuerzas.” (Hechos 9:10-18. NTV)
Si nos sometemos a Él y nos volcamos a hacer Su voluntad, Él cumplirá su propósito eterno para nosotros.
Cuando el Señor trató con Saulo, sentó las bases para que él llegara a ser un poderoso proclamador de las Buenas Nuevas de Salvación en el mundo conocido hasta entonces.
¿Cómo pudo lograrlo? Cuando se sometió a Aquél que todo lo puede. Él nos va guiando y muestra el paso a paso que debemos seguir.
El autor y conferencista, Henry Blackaby, asegura: “A veces las personas o las iglesias están demasiado ocupadas en ejecutar planes que, a su criterio, cumplirán los propósitos de Dios. Por eso, no se molestan en averiguar lo que Él realmente quiere. A menudo, nos agotamos con el esfuerzo y logramos poco para el Reino de Dios.” (Henry Blackaby. “Experiencia con Dios”. B&H Editores. 2009. EE.UU. Pg. 33)
Procurar que sea Dios quien gobierne y haga su voluntad, nos ahorrará muchos dolores de cabeza y se convertirá, de paso, en la antesala para que nuestra vida y ministerio sean fructíferos tal como lo esperaba el Señor Jesús.
Recuerde que Él dijo: “Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada.” (Juan 15:5. NTV)
Centrarnos en la voluntad de Dios y orientar nuestros esfuerzos para hacer lo que Él desea, imprimirá un vuelco definitivo a nuestra vida. Nos convertirá en auténticos Discípulos de Jesús. Nos trasladará a una nueva dimensión.
Por supuesto, Dios no nos obliga. La decisión se movernos conforme a lo que Él desea para nosotros, es una decisión que solamente usted y yo debemos tomar. Nadie decidirá por nosotros. Sin embargo, cruzar la frontera nos llevará a lograr el máximo potencial en nuestra existencia.
¿Debe hacer algo extraordinario? Por cierto que no. Simplemente decirle: “Aquí estoy, Señor.” Seguidamente, esperar en Él. Acoger la instrucción del rey David cuando escribió: “Quédate quieto en la presencia del Señor, y espera con paciencia a que él actúe.” (Salmos 37:7 a. NTV)
Quedarnos quietos en la Presencia del Creador. Una frase sencilla pero poderosa que define un plan de vida. Una línea que nos llama a la reflexión pero también al descanso. Dios tiene el control de todo, así es que basta esperar en Él, confiando, para que todo el curso de nuestra historia experimente transformación...
Preguntas para su auto evaluación en su avance como Discípulo de Jesús:
Le invitamos esta semana a repasar la Lección y responder los siguientes interrogantes, que le ayudarán a profundizar en las enseñanzas y a tornarlas prácticas en su vida diaria:
a.- ¿Podría decir cuál es la razón por la que muchos de nuestros esfuerzos para el Reino de Dios terminan en frustración?
b.- ¿De qué manera ayuda a nuestro crecimiento personal, espiritual y familiar el rendirnos a la voluntad de Dios?
c.- ¿Acaso usted está realizando algo que considera está en la voluntad de Dios pero no rinde frutos?
d.- ¿Cuál dijo el Señor Jesús que era su mayor deleite (Juan 4:34)?
e.- ¿Qué secreto compartió el Señor Jesús para que experimentemos crecimiento personal, espiritual y familiar (Juan 15:5)?
f.- ¿Qué significa para usted esperar en Dios (Salmos 37:7 a)?
g.- ¿Qué aprende y podría aplicar a su vida en cuanto al trato de Dios con Saulo (Hechos 9.1-18)?
Publicado en: Escuela de Discipulado
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