No se dé por vencido, decídase a recobrar su hogar
1.- Lectura Bíblica: Lucas 14:28-30
2.- Meditación familiar:
¿Cuándo se acabó el hogar? Ni Luisa ni Santiago tienen memoria de cuándo se produjo el deterioro de la relación entre ellos y con los hijos. Ella se quejaba del trabajo de su marido que lo absorbía todo el tiempo; él se lamentaba que su cónyuge pasara tanto tiempo con sus amigas, y a su vez los hijos consideraban que tenían padres pero en el papel. “Nunca dialogábamos”, dijo su hija menor, de 13 años.
Ahora, en apariencia no había nada qué hacer. Santiago deseaba divorciarse, Luisa estaba tranquila por la manutención permanente que debía recibir y los hijos no querían siquiera regresar a casa.
“Esto se volvió un infierno”, dijo la esposa. “No nos hablamos y cada nueva conversación desemboca en enfrentamientos”.
¿Habría esperanza? Para la mayoría de los conocidos, ninguna. “No te sigas haciendo daño— le dijeron a Santiago —. Esa relación no conduce a nada. Terminarás frustrado.” Y Él lo asumió así hasta que alguien le dijo que estudiara otra posibilidad. No era jurídica, no se relacionaba con aburridas terapias de familia ni tratar de conciliar nada. Era simple: Buscar a Dios y permitirle que Él reinara en el hogar.
No fue nada fácil, pero aun cuando los enfrentamientos de Luisa y Santiago eran constantes, ninguno de los dos quería separarse.
¿Cuál es su situación? ¿Atraviesa por un momento de crisis? Si es así permítame decirle que no todo está perdido. Hay esperanza. Todavía hay una salida al laberinto.
El autor y conferencista internacional, Stephen R. Covey, señala: “Dentro de nosotros está la profunda añoranza por el “hogar”, por las relaciones e interacciones ricas y satisfactorias de la vida familiar de calidad. Nunca debemos darnos por vencidos. No importa lo lejos que creamos encontrarnos del camino; siempre podemos dar los pasos hacia el camino correcto. Le recomiendo firmemente: No importa lo lejos que su hijo o hija parezcan estar, siga intentándolo. Nunca se de por vencido. Sus hijos son su sangre, carne de su carne, ya sea físicamente por nacimiento o emocionalmente por los vínculos del compromiso familiar que ha hecho. Eventualmente, como el hijo pródigo, volverán. Usted los reclamará. De hecho, la jornada es realmente parte del destino, porque en la familia, como en la vida, la manera en que viajamos es tan importante como el destino que llegamos” (Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. México. 1998. Pg. 31)
La puerta para salvar el matrimonio parte de una decisión: La suya y la mía. Nadie nos obliga. Es un paso que damos cuando reconocemos la necesidad de permanecer unidos, y además, admitimos que en nuestras fuerzas no es posible lograrlo.
El Señor Jesús compartió con sus discípulos y con nosotros hoy, una reflexión que le invito a considerar con detenimiento: “Sin embargo, no comiences sin calcular el costo. Pues, ¿quién comenzaría a construir un edificio sin primero calcular el costo para ver si hay suficiente dinero para terminarlo? De no ser así, tal vez termines solamente los cimientos antes de quedarte sin dinero, y entonces todos se reirán de ti. Dirán: “¡Ahí está el que comenzó un edificio y no pudo terminarlo!” (Lucas 14:28-30. NTV)
Es más fácil perdonar y empezar de nuevo, sentando las bases de una relación familiar renovada, que enfrascarnos en un enfrentamiento prolongado que termina generando heridas emocionales a todos.
Piénselo detenidamente. Podrá divorciarse pero su vida emocional terminará hecha añicos al tiempo que se fracturará cualquier relación con sus hijos; finalmente ellos serán quienes lleven las peores consecuencias.
El primer fundamento que debe colocar, en el propósito de reconstruir el hogar, es abrirle su corazón a Cristo y el segundo, permitirle que Él le guíe en todo momento. Es una decisión de la que no se arrepentirá jamás. Cuando Dios gobierna nuestra vida y familia, las cosas comienzan a funcionar y reverdece la esperanza, a pesar de que creamos que no hay salida al callejón en el que nos encontramos.
Hoy es el día de intentarlo de nuevo. Su familia vale la pena. Decídase por el restablecimiento de las relaciones. Con ayuda de Dios podrá lograrlo de la noche a la mañana. Persevere. El Señor le acompañará en cada nuevo paso.
3.- Oración familiar:
“Amado Dios y Padre de los cielos, gracias porque siempre que vamos a ti encontramos esperanza. No importa cuán afectadas estén las relaciones, por culpa mía, de mi cónyuge o de mis hijos. Reconozco que si dispongo el corazón, perdono y decido emprender un nuevo camino, habré dado los pasos para salvar mi hogar. Gracias por estar conmigo siempre. En tus manos quedamos. Amén!
4.- Una Meta familiar para hoy:
No me daré por vencido. Con ayuda de Dios me fijo el propósito de recuperar a la familia.
Publicado en: Altar Familiar
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