No se deje engañar por el ocultismo
El ambiente lúgubre. La oscuridad apenas era rota por la tenue luz de dos velas. Sobre las paredes y gracias a lo que se podía apreciar en la penumbra, cuadros e imágenes desconocidas. Enfrente, una mujer de cuarenta años, tal vez más. Distribuyó las cartas del Tarot con la rapidez y pericia de un prestidigitador. Murmuraba frases ininteligibles que imprimieron mayor dramatismo al momento.
—Su futuro lo veo ensombrecido por una tragedia...— hizo una pausa mientras destapaba una a una las cartas —-. Tiene un negocio pendiente... déjeme ver... sí, uno de sus socios empaña su mañana. Traerá traición. No es de fiar...— guardó silencio. Con parsimonia, como en una escena cinematográfica de cámara lenta, otro movimiento y una nueva carta —: Debe hacerse una limpieza espiritual... de lo contrario persistirá la ruina en su vida— enfatizó para recordarle, terminada la sesión, que le debía el equivalente a veinte dólares.
Jairo Alonso salió del lugar con la leve sensación de haber sido engañado. De nuevo en el mundo real, con vehículos pitando estruendosamente, decenas de personas en un ir y venir desesperado y bajo el calor húmedo de la capital, entendió que todo había sido una mentira. Era jubilado, no tenía negocios. Vivía cómodamente en una casa a las afueras de la ciudad, y no tenía socios. Jamás pretendió tenerlos. La mujer había mentido...
Su futuro está en manos de Dios
El Tarot tiene su origen en los siglos XII y XIII. Se compone de 78 cartas, y en sus comienzos, se reemplazaban por pendientes. La historia señala que el rey Carlos VI de Francia acudía a esta práctica antes de realizar cualquier acto de gobierno.
Como este monarca europeo, muchas personas no inician la nueva jornada sin antes leer el horóscopo. Hay quienes, entre sus costumbres habituales, asumieron el consultar toda suerte instrumentos ocultos con el propósito de saber qué ocurriría mañana o en el futuro.
Esta costumbre es contraria a las pautas de vida cristiana ya que Dios a través del autor sagrado advirtió: “No recurran a espíritus y adivinos. No se hagan impuros por consultarlos. Yo soy el Señor su Dios.” (Levítico 19:31. Nueva Versión Popular “Dios habla hoy”).
El paso esencial es depositar toda nuestra confianza en manos de Dios. El, como amoroso Padre, conoce nuestro mañana y –si estamos en el centro mismo de Su voluntad— conducirá nuestros pasos por el sendero de victoria, asegurando que todo cuando emprendamos salga bien. Al respecto escribió el salmista: “En tu mano están mis tiempos; Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores.” (Salmos 31:15).
A las puertas de un nuevo año, someta sus planes y proyectos en manos del Señor. Lo que muchos llaman “buena suerte” y que los cristianos conocemos como “bendición de Dios” estarán de su parte...
¿Usted en quién confía?
Una pregunta clave no es en qué sino en quién confiamos. Muchos habrán depositado su confianza en los amuletos. Otros tantos en riegos o sortilegios y un buen número en el Tarot, el horóscopo o la lectura del tabaco, el té o el chocolate.
Además de caer bajo el engaño del ocultismo, abrir puertas al mundo de maldad y alejarse progresivamente de Dios, quienes habitúan actuar así se encontrarán cada vez con nuevos desengaños. Es en Dios y nadie más que en El en quien debemos entregar nuestro mañana. Traerá tranquilidad a nuestra existencia.
Es probable que quiera dar este paso pero no sepa cómo. El primer paso es entregarle su vida a Jesucristo, pedir que traiga cambio a su vida y le permita caminar en los senderos de verdad. Hacerlo es sencillo. Basta con hacer una sencilla oración, incluso frente a su computador. Dígale: “Señor Jesucristo reconozco que he pecado. Gracias por perdonarme por tu sacrificio en la cruz. Entra a mi corazón. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea y ayúdame a depositar toda mi confianza en tu obrar”.
Si realizó esta oración, lo felicito. Ha dado el primer y más grande paso para una existencia renovada y plena. Ahora le hago tres sugerencias. La primera, entablar una amistad con Dios mediante la oración. La segunda, consultar Su divina voluntad a través de la Biblia y, la tercera, comenzar a congregarse en una iglesia cristiana. Sus días serán diferentes...
Publicado en: Guerra Espiritual
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