No se detenga, avance hacia el cambio
1. Lectura Bíblica: Romanos 8:9,10
2. Meditación familiar:
Su hijo se lo dijo con rabia. “No te preocupes, no quiero ser un bebedor como tú”. Esa fue su respuesta airada cuando José le llamó la atención por llegar tarde, un jueves en la noche.
Un arma a la que acudía también su madre. “¿Olvidas acaso que eras un borracho?”. Y esas palabras, de su cónyuge y de su hijo, calaron en lo más profundo de su ser.
Se sentó en la soledad de la sala, encendió el televisor pero no prestó atención al programa que transmitían. Le dolía profundamente que en casa le recordaran su pasado cuando procuraban justificar errores. Pareciera que se hubiesen puesto de acuerdo para deslegitimar su travesía hacia el cambio desde el día que un amigo le habló de Jesucristo y él decidió recibir al Salvador en su corazón.
El proceso de transformación fue lento, porque había estado inmerso en una vida disipada por mucho tiempo. No obstante, al hacer un paralelo con su vieja vida, reconocía que había realizado ajustes. No era el hombre agresivo de antes ni tampoco se dejaba arrastrar por la necesidad de beber. Y justo cuando creía que avanzaba, le hacían caer en cuenta de sus errores del ayer.
Esa misma situación la enfrenta Vanessa. Tiene 32 años, es abogada y trabaja en una oficina de profesionales de ciudad de México. Lleva veinte años con su esposo, pero recién casada le falló con un antiguo novio. Ese desliz que él le perdonó en su momento, es el que le saca en cara su marido cada vez que quiere humillarla.
“Me pregunto para qué ser cristiana si hasta mi marido me acusa por algo que ocurrió hace tantos años”, me escribió en un correo electrónico.
No solo algunas personas insensibles que nos rodean— lamentablemente hay que admitir que personas muy cercanas — , nos desalientan con sus críticas y acusaciones. Pero con todo y eso, nuestro amado Padre celestial conoce las luchas que libramos, y nos ayuda a salir victoriosos cuando el desánimo nos asalta. Satanás es quien nos acusa para llevarnos a experimentar un revés o estancamiento personal y espiritual, pero no podemos permitírselo.
Debemos tener claro que al aceptar a Jesucristo como el Señor de nuestra vida, Dios perdonó todos nuestros pecados, restableció su relación con nosotros y legitimó el que somos sus hijos. Nada puede separarnos de él, ni siquiera las luchas que libramos con nuestra naturaleza pecaminosa.
El autor, Neil T. Anderson, lo describe de la siguiente manera: “Si usted cree que es en parte luz y en parte tinieblas, en parte santo y en parte pecador, vivirá de una manera mediocre y habrá poco que lo distinga de los inconversos. El cambio interior de la justificación se efectúa en el comportamiento diario del creyente. La santificación continúa a través de la vida. Pero la obra progresiva de la santificación sólo es completamente efectiva cuando se realiza la transformación radical, interior de la justificación, y se apropia por medio de la fe.” (Neil T. Anderson. “Victoria sobre la oscuridad”. Editorial AVLA. 1991. México. Pg. 63)
Usted emprendió el proceso de cambio, Dios lo sabe y desea ayudarle en cada nuevo paso. Claro, nuestra naturaleza sigue procurando volver atrás, al pecado, pero estamos llamados a seguir dando nuevos pasos de victoria. Ahora somos hijos legítimos del Creador por la obra de Su Hijo Jesús.
El apóstol Pablo explicó el asunto en palabras sencillas al escribir a los creyentes de Roma: “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El. Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia.” (Romanos 8:9, 10. La Biblia de Las Américas)
Tome conciencia que ahora es hijo de Dios. Hijo legítimo. Dios le ama y comprende que ha cometido errores sin proponérselo o por su debilidad. No vuelva atrás. Levántese, sacúdase el polvo y siga adelante. La victoria está de su parte porque el que nos hace vencedores e incluso creó con las potencialidades para que lo seamos, es nuestro Supremo Hacedor.
Si no ha tomado la decisión de recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida, le invito para que lo haga ahora, y emprenda de Su mano poderosa, el proceso de crecimiento personal y espiritual que tanto anhela. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Cristo Jesús.
3. Oración familiar:
“Amado Dios, como padres de familia reconocemos que fallamos; igual, admitimos nuestras fallas como pareja. Reconocemos que al pelearnos, antes que procurar arreglar los asuntos, herimos a nuestro cónyuge sacándole en cara su pasado. Hoy reconocemos ese error y te pedimos tu misericordia para cambiar. Sabemos que prendidos de tu mano podemos lograrlo, porque en este proceso no estamos solos. Sometemos en tus manos este día. Amén”
4. Una Meta familiar para hoy:
Me fijo la meta— con ayuda de Dios— de nunca más echarle en cara a mi pareja, los errores que cometió en el pasado.
Publicado en: Altar Familiar
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