No venda la imagen de un Dios que aterroriza
(Lección 6 – Nivel 1)
¿Por qué tardó tanto Damaris en convertirse a Cristo? Por temor. Sí, aunque suene raro: Por Temor. La imagen que le vendieron de Dios, era la de un Padre castigador. Alguien con rostro adusto pendiente de los errores de las personas en la tierra para castigarlos severamente.
“A decir verdad, me gusta el baile. Procuro no perderme un fin de semana. ¿Tragos? Sí, unas cuantas copas. Pero salvo bailar y tomar, no hago nada malo. Soy una buena persona. Pero me inquieta que Dios me vaya a castigar”, me dijo al término de una conferencia en una ciudad que visité. Fue por interés en el tema de Guerra Espiritual. Pero el breve espacio de diálogo sirvió para que se desahogara.
¿Le vendieron a usted la imagen de un Dios que procura encontrar los errores de sus criaturas para enviarlos al infierno?
Quizá fue una de las estrategias que resultó eficaz a mediados del siglo pasado, de tal manera que algunos predicadores pareciera que invocaban el fuego, el humo y el azufre en sus mensajes, llevando a decenas de personas intimidades a hacer decisión de fe. Horas después, cuando su estado anímico y emocional era estable, volvían a sus viejas andadas y era necesario predicarles otra vez las Buenas Nuevas.
Un Dios de misericordia
El Dios en el que hemos creído, nuestro amado Padre celestial, es infinitamente misericordioso. Nos perdona, de una vez y para siempre. En las Escrituras leemos que, cuando pedimos perdón, nuestro amado Señor arroja nuestros pecados al fondo del mar (Miqueas 7:18, 19).
Es importante que las personas a quienes les compartimos el mensaje, lean esas palabras. Tomemos el tiempo necesario para buscarlas en las Escrituras y leérselas.
El amor de Dios expresado en Jesús nuestro Salvador
Dios se despojo de Su Hijo, Jesús, parte de Él, para traernos salvación. Es una demostración infinita de su amor hacia nosotros que humanamente no podemos explicar.
El profeta Isaías lo describe con palabras que tocan lo más profundo de nuestro ser: “Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; fue azotado para que pudiéramos ser sanados. Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas; hemos dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros. Sin embargo, el Señor puso sobre él los pecados de todos nosotros.” (Isaías 53:5, 6. NTV; Cf. Hebreos 10:11-14)
Todos nuestros errores, pasados y presentes, se vertieron sobre la humanidad de nuestro amado Señor. En la cruz nos hizo libres de culpas y nos dio entrada en la Presencia del Padre. Es otra de las facetas que debemos enfatizar cuando compartimos el Evangelio.
El apóstol Pablo lo describe de la siguiente manera, pero igualmente magistral: “Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo.” (2 Corintios 5:21. NTV)
Gracias a la obra redentora del Señor Jesucristo el Padre nos ve no como somos sino como llegaremos a ser, como consecuencia de su obrar en cada uno de nosotros.
Somos santos por la obra de Jesús el Señor
Si usted evalúa con detenimiento, lo que hemos descrito hasta aquí, comprobará que es necesario replantear la forma como evangelizamos.
El apóstol Pablo— quien considero es el autor de la carta a los Hebreos —, escribió a los creyentes del primer siglo y a nosotros hoy: “Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre.” (Hebreos 10:10. NTV)
¿Se da cuenta? Dios nos ve ahora como hombres y mujeres santos. Ese concepto reviste mucha importancia.
¿Lo enseña usted a las personas cuando evangeliza? Es importante revisar los pasajes Escriturales que utilizamos y presentar, como debemos, la obra redentora (2 Corintios 5:21, Romanos 5:6; 1 Corintios 5:3)
Alguien a quien leí hace algún tiempo proponía que, quienes predicamos, leamos sistemáticamente las Escrituras y hagamos un listado de los versículos y pasajes que podemos utilizar, que hagan énfasis en el amor de Dios y la segunda oportunidad que ofrece a los pecadores.
El mensaje evangelizador debe enfocarse en el amor. No desconocemos que hay castigo para el pecado, pero antes que el castigo, debemos orientarnos al amor, a lo que Dios nos permite avanzar si hay disposición en nuestro corazón para cambiar.
Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial
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