Nueve sugerencias para despertar el niño interior en su vida
¿Alguna vez escuchó la carcajada de alguien alegre? A la mayoría de nosotros le ha ocurrido. El lugar puede ser la oficina, el hogar, un espacio donde hacíamos fila para pagar en el supermercado o tal vez mientras nos desplazamos en medio de un tráfico intenso.
¿Qué sintió? Piénselo por un instante. Lo más probable es que se le contagió ese entusiasmo. Reflexionó: “No puedo sustraerme a reír.” No sabe por qué, pero quiso sonreírse o, al menos, expresar una carcajada, también.
La risa está asociada a las personas alegres. Es inherente a quienes dejan aflorar en su vida el niño que llevan dentro.
El problema, hoy, es que asumimos la juventud o la adultez con una etapa en la que debemos permanecer serios; asociamos madurez con un rostro adusto, y creemos que reír o decir algo gracioso, como niños, es una debilidad en nuestro ser. Tremendo error.
Dios ama a quienes tienen corazón de niño
Dios ama a los niños y a los adultos que dejan emerger su mentalidad de niños. Es algo que olvidamos con frecuencia.
Hay un pasaje maravilloso del evangelio de Lucas que le invito a recordar: “Y le traían aun a los niños muy pequeños para que los tocara, pero al ver esto los discípulos, los reprendían. Mas Jesús, llamándolos a su lado, dijo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” (Lucas 18:15-18. La Biblia de Las Américas)
Imagino a los discípulos apartándolos. Quizá ellos mismos habían olvidado su etapa de niñez, cuando eran curiosos y querían saberlo todo e ir tras la novedad. El Señor Jesús por supuesto era alguien novedoso para todos ellos.
Piénselo. ¿Cuántas veces quiso dejar salir a flote esa actitud infantil, pero no lo hizo por cuidarse de los comentarios de su cónyuge, de sus hijos o tal vez de sus compañeros?.
En otro pasaje nuestro amado Salvador enfatizó: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3,4)
Lamentablemente de la mano con nuestra edad adulta, vienen comportamientos demasiado rígidos, que restan movilidad a nuestra capacidad de vivir plenamente.
Haga un alto en el camino y piense lo que podría ser su existencia si asumiera, en momentos específicos y no todo el tiempo, las características de un niño.
Si las olvidó, se las recuerdo: Sinceridad, espontaneidad, alegría, despreocupación, tolerancia, creatividad y disposición a perdonar, entre otras.
¿Cuáles de estos distintivos conserva usted? ¿No cree que es hora de recuperarlos?
Deje salir al niño interior
Los adultos miraríamos la vida distinto, si permitiéramos que aflore nuestro niño interior. No solo cambiaríamos la perspectiva, sino que viviríamos mejor; de paso, le ayudaríamos a otras personas a tener una existencia más placentera.
Cabe aquí tener en cuenta la recomendación de la sicóloga, Mara Tamayo, decente de la Universidad del Valle, en Colombia:
“Toda persona tiene una estructura psíquica en la que convergen el niño, el adolescente, el adulto y el padre o la madre, dependiendo del caso. La mayoría de las personas se centra en el adulto y en su rol de padre o madre. Descuidan su “niño interior”. Esto se convierte en un obstáculo para experimentar la felicidad plena. Debemos dejar salir el niño que todos llevamos dentro.” (Citada en la Revista Salud y Vida. 01/02/16. Colombia. Pg. 2. Edición impresa)
No pierda de vista un horizonte inevitable: La vida es relativamente corta. El tránsito terrenal que Dios nos permite es para disfrutarlo conforme a Su voluntad, no llenándonos de amargura.
Consejos para dar vida a nuestro niño interior
Si la vida es una y Dios desea que la aprovechemos al máximo, ¿no considera apropiado contemplar la posibilidad de que emerja su niño interior? Comparto con usted algunas sugerencias:
1.- No pierda la inocencia. No quiere decir que no avance en su proceso de evolución hacia la adultez. Significa que siga conservando esa credulidad y mentalidad orientada a las cosas buenas.
2.- Sea sincero y honesto. Constituyen dos distintivos maravillosos de los niños que no deberíamos perder en nuestra existencia.
3.- Aprenda a perdonar. El perdón es uno de los distintivos del cristiano. Si sentimos que resulta difícil, Dios nos ayudará para lograrlo, si se lo pedimos.
4.- No actúe movido por los prejuicios hacia los demás. Los prejuicios no hacen otra cosa que levantar barreras. Ponen freno a unas buenas relaciones interpersonales.
5.- Aprenda a dar sin esperar nada a cambio. La generosidad, que es un distintivo de los niños, es una disposición que jamás debemos olvidar y que, por el contrario, debemos recobrar en nuestra cotidianidad.
6.- No pierda la capacidad de asombro. Las pequeñas cosas de la vida nos ayudan a ser realmente felices.
7.- Avive el sentido del humor. Tenga presente que la alegría y el sentido del humor son benéficos para la salud. ¿Quién ha dicho que un cristiano no puede ser alegre y divertido?
8.- Despierte su creatividad. Encasillarnos torna la vida monótona. Elimina toda posibilidad de encontrar caminos nuevos, más expeditos y mejores.
9.- Diviértase sanamente con un juego. Hace pocos días vi a varios niños jugando canicas. Otros montando en bicicleta. ¿Cuánto hace que usted no practica un juego divertido? Es hora de hacerlo.
Es hora de comenzar a intentarlo
El niño interior que todos llevamos, está buscando salir para cambiarnos la vida. Para llevarnos a ver todo desde una perspectiva distinta. Dios permite que muchas características del niño inocente, divertido, agradable, sincero, creativo, perdonador— entre otras cosas— siga con nosotros.
Le invito nuevamente a leer un pasaje poderoso de la Escritura en la que Jesús el Señor habla a nuestras vidas: “Hermanos, no seáis niños en la manera de pensar; más bien, sed niños en la malicia, pero en la manera de pensar sed maduros.” ( 1 Corintios 14:20. La Biblia de Las Américas)
Por favor, revise el texto. Lo dice el Señor Jesús claramente: “…más bien, sed niños en la malicia…”. En pocas palabras, cambio de mentalidad. Aligerarnos del equipaje de adultos que nos lleva a pensar en las ventajas, los privilegios, el resentimiento, la venganza.
Es un proceso maravilloso de cambio y crecimiento personal y espiritual en el que Dios nos ayuda. No estamos solos. Él nos muestra los pasos a seguir. Y si hay heridas en nuestro mundo interior, Él nos sana. ¡Despierte el niño interior que hay en usted!
Si aún no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que le abra las puertas de su corazón. Es una decisión traerá transformación a su existencia. Y esos cambios en su forma de pensar y de actuar, impactarán también a su familia…
Publicado en: Estudios Bíblicos
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