Persevere, no se desanime… ¡Dios escucha sus oraciones!
(Lección 6 – Nivel 3)
En un hospital al que fui recientemente en dos ocasiones con motivo de visitar a un paciente conocido, encontré a una madre atribulada que me miró con la misma sensación de quien emprendió una carrera y pronto se dio por vencido.
—¿Qué le ocurrió? ¿Cómo sigue su hijo? —, le pregunté.
El chico llevaba casi un mes en la Unidad de Cuidados Intensivos. Se había accidentado en su camioneta y “no quería despertar”, según me explicó la primera vez que nos encontramos en el vestíbulo.
—Cada vez peor… —me respondió apesadumbrada.
—¿Y la oración? ¿Dejó de orar? —le interrogué sin comprender qué ocurría si la vez que nos encontramos la vi animada cuando le hablé del poder de la oración.
—Dejé de orar porque llegué a la conclusión que Dios no me escucha… Tal vez a usted o quizá a otros cristianos, pero no a mí —.
Traté de razonar con ella al respecto, pero tras unos minutos concluir que sería inútil y la invité a que examináramos las Escrituras. Era la única forma de probable que nuestro amado Señor sí nos escucha y que, además, desea ayudarnos a tornar posible lo que para la ciencia y para la lógica humana resulta imposible.
Deseche las voces de los incrédulos
Si algo escuchará cuando se decida a orar y perseverar en esa tarea, serán las voces de los incrédulos que quieren robar el último ápice de fe que guarda en su corazón.
—¿Para qué orar si Dios no te escucha? —, sin duda le dirán.
Pues bien, cuando esas frases que hieren procuren llevarle al desánimo, recuerde una enseñanza poderosa de nuestro amado Señor Jesús: “Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá. Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.” (Lucas 11:9, 10. NTV).
Es evidente que nuestro amado Padre celestial escucha cuando clamamos. Otro asunto distinto es el tiempo que Él se toma para responder, pero no puede inferir —por lo que dicen quienes se encuentran a su alrededor —, que sus oraciones no recibirán contestación.
Sométase a Dios cuando ora
Cuando oramos, estamos sometiéndonos a un poder sobrenatural. Nosotros no somos dueños de ese poder, sino que es Dios. Él en su poder ilimitado y sabio, es quien transforma las circunstancias y rompe todos los esquemas de la lógica para concederle cuanto le pedimos.
Sobre esa base le invito a considerar lo que nos enseña el apóstol Santiago:
“Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos. Elías era tan humano como cualquiera de nosotros; sin embargo, cuando oró con fervor para que no cayera lluvia, ¡no llovió durante tres años y medio! Más tarde, cuando volvió a orar, el cielo envió lluvia, y la tierra comenzó a dar cosechas.” (Santiago 5:16-18. NTV)
Es un pasaje revelador en cuanto a la oración. A partir del texto vamos a aprender y aplicar en nuestra vida varios elementos:
a.- Es necesario perseverar en la oración
b.- Es necesario creer en ese poder sobrenatural que se libera: El poder de Dios
c.- Es necesario tener la certeza de que cuando oramos, Dios nos escucha
d.- Es necesario creer que Dios responde al clamor de sus hijos
Sin duda los cristianos no hemos aprovechado el poder liberador y transformador de la fe. Y ese poder es el que se desencadena, de parte de nuestro amado Padre celestial, cuando oramos en Su Presencia. ¡El responde con poder!
Si me lo permite, le diré que la clave es el sometimiento a Dios. Reconocer que Él es quien tiene el poder y que nosotros simplemente le servimos, y que nuestra condición de servidores, nos lleva a depender de Su amor y poder ilimitados.
Si renuncia a la oración, renuncia a los milagros
Conozco infinidad de personas que oran una vez y consideran que es suficiente. Y también a quienes oran por espacio de dos días o quizá de una semana, y están convencidos que Dios les volteó la espalda y no responderá.
Leí acerca de un cristiano que visitó a una paciente en coma. Él se comprometió a orar por ella. Y lo hizo durante un año. Incluso cada vez que iba a orar por la enferma, los médicos y los auxiliares lo miraban con compasión. Creían que él perdía su tiempo. Sin embargo, un año después, la joven abrió los ojos y salió del hospital… caminando y dueña de todas sus facultades.
Ese es el Dios de poder y de milagros en el que hemos creído. A continuación comparto con usted una enseñanza del Señor Jesús:
“Luego utilizó la siguiente historia para enseñarles más acerca de la oración: «Supongan que uno de ustedes va a la casa de un amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. Le dices:“Acaba de llegar de visita un amigo mío y no tengo nada para darle de comer”. Supongan que ese amigo grita desde el dormitorio: “No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo ayudarte”. Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia.” (Lucas 10:5-8. NTV)
Insistimos: La perseverancia es fundamental. Sólo perseveran quienes desean ver milagros. Los que renuncian fácilmente, es obvio que están renunciando a los milagros, y de paso, están levantando una barrera gigantesca que impide el mover sobrenatural de Dios.
Si desea dinamizar su vida de oración, debe asumir fe, compromiso, sometimiento y perseverancia, que son tres fundamentos para que los milagros ocurran en su vida y en la de las personas que ama.
Cuestionario para profundizar en la Lección de hoy:
a.- ¿Cuán eficaz considera usted que es su vida de oración?
b.- Cuando ora, ¿son específicas sus oraciones?
c.- ¿Se pregunta acaso por qué razón otras personas reciben respuesta a sus oraciones y con usted no ocurre lo mismo?
d.- ¿Alguna vez se ha preguntado si su problema realmente es que no sabe orar?
e.- ¿Se siente frustrado en la vida de oración que emprendió? ¿Quizá comenzó con entusiasmo su vida devocional pero pronto se dio por vencido?
f.- ¿Cómo aplica a su vida de oración la enseñanza del pasaje bíblico de 1 Juan 5:14, 15?
g.- ¿Qué alentadora promesa puede representar para usted el pasaje bíblico de Lucas 11:5-10?
Publicado en: Escuela de Oración
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