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Petición correcta con la actitud indicada


(Lección 9 – Nivel 6)

Petición correcta con la actitud indicada (Lección 9 – Nivel 6)

El desespero y la frustración acompañaron a Lucía tras nueve meses de oración pidiendo que su hijo fuera elegido gerente de la empresa. Desespero porque se dilataba el tiempo, y frustración porque finalmente escogieron a otro funcionario con mejor prospecto. Inmediatamente se quejó con Dios. “No me escuchaste las oraciones”, se lamentaba.

No pasó un año antes que estuviera clamando al Señor por un mejor auto para su hijo. “Se merece uno más caro, propio de su estatus. El que tiene ya está viejo. Dale, Señor, un último modelo”, solía repetir en la soledad de su cuarto.

Poco tiempo después, con el dinero que le dieron al vender su carro y unos ahorros, se compró uno de modelo más reciente pero no el de moda ese año.

Si yo pido por mi esposo y mis hijos, ¿por qué no escucha Dios mis oraciones —, me preguntó.

Puedo asegurarle que no es la única persona que piensa y actúa así. Infinidad de hombres y mujeres se identifica con ella. Están bajo el influjo equívoco de la filosofía según la cual “como soy hijo del Rey de reyes, me merezco lo mejor de la vida”. Escogen lo que quieren pero no le dan espacio a Dios para que haga su voluntad.

¿Cuáles y cómo son sus peticiones?

Orar. Además de ser necesario, podemos elevar las oraciones que creamos convenientes. No obstante, tratándose de nuestra vida y de los miembros de nuestra familia, es necesario recordar que nuestras peticiones deben estar en consonancia con la voluntad perfecta de Dios.

Deberíamos reflexionar en cuanto a cuáles y cómo son nuestras peticiones. Le invito a ilustrar el asunto con un pasaje del evangelio de Mateo:

“Entonces la madre de Santiago y de Juan, hijos de Zebedeo, se acercó con sus hijos a Jesús. Se arrodilló respetuosamente para pedirle un favor. — ¿Cuál es tu petición? — le preguntó Jesús. La mujer contestó: — Te pido, por favor, que permitas que, en tu reino, mis dos hijos se sienten en lugares de honor a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.” (Mateo 20:20, 21 | NTV)

Ahora considere la esencia de la petición de esta buena señora. Saltan a la vista los siguientes aspectos:
  • Ella creía que Jesús reinaría, física y espiritualmente.
  • Creía que ocupar posiciones privilegiadas obedecía a los méritos de sus hijos.
  • Por ser discípulos de Jesús, consideraba que ellos también merecían beneficios.
  • La mujer esperaba que sus hijos consentidos estuvieran por encima de los demás.
En millares de personas hay ideas equivocadas respecto a como viven la fe.

Si les pregunta, encontrará que le dan un estatus especial a su condición de cristianos. Esperan un trato especial o favorecido por ser discípulos de Jesús. Para ellos y ellas, el sacrificio, vivir el viaje hasta lograr metas que están en la voluntad del Señor, e incluso, saber esperar, no está dentro de su presupuesto mental.

Dios decide las respuestas

Podemos pedirle a Dios que, de la noche a la mañana, terminemos siendo dueños de una fortuna incalculable; que nos permita tener el mejor auto y vivir en el sector más reconocido socialmente de la ciudad, e incluso, que nos conceda fama que trascienda los límites del país. Ahora, sume otro ingrediente: podemos pedir cosas grandes para nuestro cónyuge o hijos en iguales proporciones.

En un análisis rápido, todo eso no está mal. Pero, en la vida práctica, ¿recibiremos aquello que pedimos? Usted puede argumentarme una fe muy grande. Eso es maravilloso, pero quien responde a las oraciones es Dios y Él sabe que nos conviene, como también lo que resulta apropiado para los miembros de nuestro círculo familiar.

Prosigamos con el relato de Mateo:

“Jesús les respondió: — ¡No saben lo que piden! ¿Acaso pueden beber de la copa amarga de sufrimiento que yo estoy a punto de beber? — Claro que sí — contestaron ellos— , ¡podemos! Jesús les dijo: — Es cierto, beberán de mi copa amarga; pero no me corresponde a mí decir quién se sentará a mi derecha o a mi izquierda. Mi Padre preparó esos lugares para quienes él ha escogido.” (Mateo 20: 22, 23 | NTV)

Muchas de nuestras oraciones son equivocadas y están motivadas por propósitos egoístas. Considere el asunto. Probablemente su vida de oración es adecuada pero su forma de hacerlo no lo es. Es un asunto que debemos equilibrar. Pedir para recibir, pero en la voluntad de Dios.

Claro, deseamos lo mejor para nuestro cónyuge e hijos, pero es esencial que consideremos qué es lo que realmente desea el Señor de la obra, Aquél que tiene poder para concedernos lo que pedimos.

Transformando el entorno familiar con oración

Una familia donde hay oración es una familia bendecida y próspera en todo. Más aún cuando nuestro clamor busca glorificar a Dios al pedirle que haga su voluntad.

El mayor problema, sin embargo, es que dedicamos poco tiempo a la oración y en esa dirección, no damos ejemplo adecuado ni a nuestro cónyuge ni a los hijos.

Permítame traer a colación un comentario del pastor Eduardo Cañas referente a la oración, la necesidad de orar y los resultados que se obtienen:
“Siempre he creído que el cristiano es más grande de rodillas que de pie, porque en el secreto de la recámara es donde se obtienen las grandes victorias espirituales… Me sorprende ver cómo se ha devaluado la vida cristiana en la actualidad. Hay tiempo para diferentes actividades, pero no lo hay para la oración.”(Eduardo Cañas. “Cuando la sal pierde su sabor”. Editorial Vida. 1983. EE.UU. Pg. 6)
El secreto para traer cambios profundos y duraderos en nuestro entorno familia es la oración. Definir un listado de peticiones por cada miembro del hogar, pero al pedir, decirle a Dios que deseamos lo que está conforme a Su voluntad y, además, lo que nos conviene.

Si asume esa dinámica, puedo asegurarle que se producirán cambios sorprendentes para su vida y la de su familia. Decídase hoy a pedir lo necesario con la actitud indicada.

Cuestionario para la profundización de la Lección 9:

Por favor, lea detenidamente los textos y postulados de cada pregunta, y teniendo a mano su libreta de apuntes, anote las respuestas:

a.- Cuando ora a Dios, ¿espera que Él responda a todas sus oraciones?

b.- ¿Permite y espera que Dos haga su voluntad al responder a sus oraciones?

c.- A partir del texto de Mateo 20: 20, 21, ¿podría evaluar cómo son sus peticiones al Señor?

d.- Considerando Mateo 20: 22, 23, ¿cómo deberían ser nuestras oraciones?

e.- ¿Dedica tiempo a la oración?

f.- ¿Enseña a su familia a orar?

g.- ¿Qué cambios considera necesarios en su vida de oración?

Publicado en: Escuela de Oración


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