¿Por qué debo vivir conforme a los mandamientos de Dios?
(Lección 4 – Nivel 4)
El anuncio decía: “Reduzca la velocidad”. Estaba cayendo una suave brisa sobre la ciudad y la autopista estaba empapada. La delgada superficie de agua producía un extraño brillo sobre el asfalto que se perdía en el horizonte.
Raúl miró el mensaje. Lo había hecho muchas veces. Para ser sincero, no le había prestado atención. Aquella mañana sí lo hizo. Desembragó el auto, redujo el impulso y comenzó a transitar despacio. Menos de un kilómetro más adelante, tres vehículos habían chocado. Sus conductores habían resultado gravemente heridos. ¡No prestaron atención a la señal de advertencia!
¿Le ocurrió alguna vez que le advirtieron algo, desestimó la recomendación y terminó metido en problemas?
Si le pregunta a Simón le dirá que vivió en carne propia la situación. No dio relevancia a la instrucción de cuidarse de la inmoralidad, y su hogar avanzó hacia el abismo.
Wilson olvidó la sugerencia de evitar cualquier desliz en el trabajo. Cedió en la honestidad y lo despidieron de un trabajo en el que llevaba más de diez años.
Ahora que tiene un panorama amplio, piense en los mandamientos de Dios. Fueron concebidos con varios propósitos: Afianzar nuestra relación con Él, experimentar intimidad y un mayor conocimiento de Su Presencia y de Su poder, llevarnos a un nuevo nivel personal, espiritual y familiar al tiempo que nos guía a un camino seguro y nos guarda de los peligros.
Nuestro amado Hacedor nos conoce. Y por que nos conoce, compartió las pautas para una vida plena (Cp. Juan 10:10) que están contenidas en los prescripciones.
Fidelidad a los mandamientos, expresión de amor
Ser obedientes a los mandamientos de Dios no es una carga. En la práctica, es una clara demostración de amor hacia Él. Testimonia que le reconocemos como el dueño de nuestra existencia.
El Señor Jesús enseñó: “El que no me ama no me obedece. Y recuerden, mis palabras no son mías; lo que les hablo proviene del Padre, quien me envió.” (Juan 14:24)
Si deliberadamente decidimos ir en contravía de las enseñanzas de Dios, contenidas en Su Palabra, estamos dejando claro que no le amamos tanto como profesan nuestros labios.
El apóstol Juan, por su parte, escribió a los creyentes del primer siglo y a nosotros hoy: "Amar a Dios significa obedecer sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga difícil de llevar." (1 Juan 5:3. NTV)
¿Se da cuenta? Desde el momento en que concebimos como algo difícil asumir los lineamientos de nuestro amado Creador para caminar conforme a su voluntad, estamos haciendo manifiesto que no le amamos tanto como decimos o, al menos, como hacemos creer a quienes nos rodean.
Henry Blackaby, autor y conferencista cristiano, anota que:“Dios quiere que tengas una vida abundante. Cuando te manda algo es para protegerte y guiarte hacia sus bendiciones. No quiere que pierdas la vida plena que Él desea que experimentes. Las instrucciones de Dios no te imponen límites, sino que te liberan. El propósito de Dios es que prosperes y vivas.”(Henry Blackaby. “Experiencia con Dios”. B&H Editores. 2009. EE.UU. Pg. 24)Nos sometemos a los mandamientos de Dios porque lo amamos, y si lo amamos, no consideramos que sea una carga pesada sobre nuestros hombros. Por el contrario, lo hacemos sin murmurar. No cuestionamos, simplemente, aceptamos.
Fidelidad a los mandamientos, un deseo eterno
Nuestra fidelidad a los mandamientos de Dios ha sido un deseo eterno de Dios. ¿La razón? Él desea que experimentemos diariamente una vida llena de significado. Sólo es posible cuando nos movemos en consonancia con las líneas que Él trazó desde antes de la fundación del mundo, para que nuestra existencia tenga propósito, sentido y cumpla una misión en este tránsito terrenal.
El profeta Moisés, dirigiéndose a una multitud en el desierto, les dijo: “Y ahora, Israel, ¿qué requiere el Señor tu Dios de ti? Solo requiere que temas al Señor tu Dios, que vivas de la manera que le agrada y que lo ames y lo sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma. Debes obedecer siempre los mandatos y los decretos del Señor que te entrego hoy para tu propio bien.” (Deuteronomio 10:12, 13. NTV)
Caminar en el temor del Señor no es dar cada paso de la cotidianidad con miedo, sino por el contrario, observando un comportamiento reverente hacia nuestro Creador. ¿Cuándo damos pasos sólidos hacia el cumplimiento de Sus mandamientos? Cuando los atesoramos en nuestro corazón y los hacemos vida en nuestra vida. Cuando lo hacemos, Dios nos prospera en todas las áreas de nuestra existencia y esas bendiciones alcanzan a nuestra familia.
Fundamentar la familia en los mandamientos
Los mandamientos que recibimos de Dios, que comenzamos a cumplir cuando dejamos de lado la concepción de que se trata de una carga para mirarlos desde la perspectiva de ser una demostración de amor a nuestro Padre, deben ser transferidos también a nuestra familia.
Transmitirlos a nuestro cónyuge y también a nuestros hijos, sienta las bases para que haya generaciones enteras que amen y teman al Señor de señores.
La Biblia relata que fue una de las instrucciones sobre las que hizo especial énfasis el profeta Moisés: “Cuando Moisés terminó de recitar todas esas palabras al pueblo de Israel, agregó: «Toma en serio cada una de las advertencias que te hice hoy. Transmítelas como una orden a tus hijos, para que obedezcan cada palabra de esas instrucciones. No son palabras vacías; ¡son tu vida! Si las obedeces, disfrutarás de muchos años en la tierra que poseerás al cruzar el río Jordán».” (Deuteronomio 32:45-47. NTV)
Le invito a considerar nuevamente que, de acuerdo con el texto Escritural, las bendiciones y la prosperidad están ligadas a la fidelidad a los mandamientos divinos.
Henry Blackaby, con su experiencia de expositor y autor cristiano, escribe: “Los mandamientos de Dios están diseñados para guiarte hacia lo mejor que tiene para ofrecerte. Sin embargo, si no confías en Él, te será difícil obedecerlo. No confiarás en Dios si no lo amas. Y no amarás a Dios a menos que lo conozcas. Sin embargo, si llegas a conocerlo a medida que se revela ante ti, lo amarás, confiarás en Él y lo obedecerás. “ (Henry Blackaby. “Experiencia con Dios”. B&H Editores. 2009. EE.UU. Pg. 28)
Un autor desconocido escribió una frase con un profundo contenido y significación que comparto con usted: “El cristiano entra en la iglesia para amar a Dios y sale para amar al prójimo”.
Si brindamos ejemplo con nuestra vida, ser fieles a los mandamientos de Dios será tan natural, que nuestro cónyuge e hijos se moverán en esa dirección.
El profeta Moisés dijo a la multitud de israelitas que se aprestaban a entrar en la tierra prometida: “En el futuro tus hijos te preguntarán: “¿Qué significan estas leyes, estos decretos y estas ordenanzas que el Señor nuestro Dios nos mandó obedecer?”. Entonces tú les dirás: “Nosotros éramos esclavos del faraón en la tierra de Egipto, pero el Señor nos sacó de Egipto con su mano poderosa. Entonces el Señor nuestro Dios nos ordenó obedecer todos estos decretos y temerlo a él, para que siguiera bendiciéndonos y preservara nuestra vida como lo ha hecho hasta el día de hoy. Pues cuando obedezcamos todos los mandatos que el Señor nuestro Dios nos ha dado, entonces se nos considerará justos” (Deuteronomio 6:20, 21; 24, 25)
Nuestra vida puede experimentar un cambio transcendental. Ese proceso comienza cuando nos decidimos a caminar en pos de las enseñanzas y preceptos de Dios. Decidirnos a que no sean letra muerta sino vida en nuestra forma de pensar y de actuar. No podemos pretender que sea un hecho inmediato, en un abrir y cerrar de ojos. No obstante, conforme conocemos y amamos a Dios, querremos cumplir sus mandatos. Hacerlo nos llevará a nuevos niveles de crecimiento espiritual que a su vez se reflejarán en nuestras actuaciones y en la relación con las personas que nos rodean.
Dios quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Y lo mejor de lo mejor comienza hoy, cuando nos comprometemos a ser fieles a los mandatos. Y no lo olvide, en ese proceso que estamos viviendo de ser auténticos discípulos de Jesús, cada día es de aprendizaje pero también de crecimiento.
Preguntas para su auto evaluación en su avance como Discípulo de Jesús:
Le invitamos esta semana a repasar la Lección y responder los siguientes interrogantes, que le ayudarán a profundizar en las enseñanzas y a tornarlas prácticas en su vida diaria:
a.- ¿Por qué se encienden señales de alarma en nuestra vida cuando no cumplimos los mandamientos de Dios?
b.- ¿Por qué el cumplimiento de los mandamientos permiten que desarrollemos intimidad con Dios?
c.- ¿Qué enseña a nuestra vida espiritual el texto de 1 Juan 5:3?
d.- ¿Qué dijo Dios a los israelitas— y a nosotros hoy— a través del profeta Moisés en cuanto al cumplimiento de Sus mandamientos (Deuteronomio 10.12, 13)?
e.- ¿Por qué recomiendan las Escrituras que debemos enseñar los mandamientos de Dios a nuestros hijos (Deuteronomio 32:46, 47)?
f.- ¿Qué consecuencias positivas trae el cumplimiento de los mandamientos de Dios (Deuteronomio 6:20, 21; 24, 25)?
g.- ¿Qué nos enseñan las Escrituras en cuanto a la renuencia a someternos a los mandamientos de Dios (Juan 14:24)?
Publicado en: Escuela de Discipulado
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