Prudencia y discreción, dos principios para vivir hoy
La discusión estalló en la oficina por algo que dijo alguien, quien a su vez se lo comentó a otro y fue caminando de una persona a otra hasta perder las proporciones iniciales del chisme y se convirtió en el argumento propio de una novela de Ágata Christie. Una verdadera trama con todo y realismo mágico. Y todo comenzó con un comentario.
Los reclamos iban de un lugar a otro. “Tú dijiste” y quien se defendía: “Yo no dije absolutamente nada”. Y el que entra a terciar en el asunto: “Sosténgase en lo que dijo; tenga carácter”. Y como en las mejores películas country norteamericanas, la diferencia iba tomando ribetes de batalla campal.
Julio permanecía impasible. En ningún extremo. Ajeno a participar en el terrible enfrentamiento. Prudente. Reservándose cualquier opinión. Alguien lo tildó de “acomodado”. Él no replicó. No había razón para hacerlo. No era un problema que él hubiese gestado y tampoco creía oportuno intervenir.
Dos días después la calma había retornado a la oficina. Se habían hecho los pases. No existía el menor asomo de rencor. Sin embargo el ciclo comenzó cuando alguien dijo: “Por ahí andan diciendo que...”
Cuando guardar silencio es de mucho valor
Si usted hace una evaluación muy somera de la enorme cantidad de problemas en los que se ha visto inmerso por no guardar prudencia y no decir nada, sin duda comprenderá el verdadero valor que tiene el silencio.
Un dicho muy difundido en mi país señala: “Es mejor ver, oír y callar”. Se refiera a la tranquilidad que trae el no intervenir en aquello que no nos han pedido opinar. Y aun así lo pidan, no opinar.
En las Escrituras leemos una extraordinaria recomendación: “Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos, guarda la prudencia y la discreción, y serán vida para tu alma, y adorno para tu cuello. Entonces andarás con seguridad por tu camino, y no tropezará tu pie.” (Proverbios 3:21-23. la Biblia de las Américas).
Recuerde siempre que la prudencia y la discreción revisten mucha importancia para mantener unas muy buenas relaciones interpersonales.
¿Ya recibiste a Jesucristo? Recibir a Jesucristo es la mejor decisión que podemos tomar. Te invito a que lo hagas ahora mismo, allí donde te encuentras. Dile en oración: “Señor Jesucristo, te recibo en mi corazón. Gracias por morir en la cruz por mis pecados para perdonarlos. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”.
Si tomó esta decisión, lo felicito. Ahora, no olvide tres recomendaciones. La primera, ore cada día a Dios. Hable con Él. Vuélquele sus angustias, inquietudes y sueños. La segunda, lea la Biblia. Es el libro más maravilloso en el que aprendemos principios dinámicos de camino al éxito, tanto personal como espiritual. Y la tercera… Comience a congregarse en una iglesia cristiana. Allí encontrará hermanos en la fe que le ayudarán en su crecimiento de fe.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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