¿Puede un cristiano experimentar contaminación espiritual?
“Cometo errores. ¿Es normal? Mi preocupación es que soy cristiana y además, líder. Tengo problemas con mi esposo, y ni qué decir con mis hijos que son bastante rebeldes. Una vecina con la que tuve desavenencias hace algunos días, me dijo presa de la ira: “Con cristianos así, ¿para qué religión?”. No puedo negarle que su afirmación me dejó bastante preocupada. Por momentos creo que no debería seguir congregándome, porque mi testimonio de vida no es bueno.
J.C.M. Colón, Panamá
Respuesta:
Cuando leía su carta, razonaba frente a mi infaltable libreta de anotaciones que no es la primera carta que recibo en esos términos. Lo único que cambia son las palabras que se utilizan, pero el problema es el mismo, indistintamente de si la persona que remite el mensaje es hombre, mujer, joven o viejo, o del país que sea. Es un común denominador en muchos cristianos.
Voy a tratar de ser breve pero por ese hecho, menos claro en el propósito de que tengamos una aproximación que nos explique el asunto.
Componentes de cada ser
Los seres humanos tenemos tres componentes esenciales. Dos son invisibles: el alma y el espíritu, y un tercero, de carácter visible: nuestro cuerpo.
Ahora bien, luchamos con nuestra inclinación pecaminosa. Es una batalla que libramos siempre. Por esa razón es imperativo que nos sometamos al proceso de santificación, que proviene del griego agios que traduce separado. ¿De qué? Del pecado. Cuando pecamos, el cuerpo, alma y espíritu se ven afectados. Sufren contaminación. Y el apóstol Pablo fue claro al advertir que el pecado produce muerte (Cf. Romanos 6.23).
Contaminación en el cuerpo
Una de las principales contaminaciones de orden espiritual que afectan el cuerpo, es el pecado relacionado con la inmoralidad, y específicamente, las relaciones sexuales ilícitas. Hay dos pasajes que le invito a leer en la tranquilidad de su casa: el primero es 1 Samuel 21:4, 5 y el segundo, Romanos 1:24.
Comprendemos por la Biblia que la inmoralidad sexual termina ejerciendo dominio, y lleva a la persona, no solamente a quedar cegada sino también, a un proceso de estancamiento o revés en todos los órdenes.
El apóstol Pablo elevó una advertencia contundente sobre los peligros que corremos y la forma como debemos rendir a Dios adoración: “Por eso, hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que dediquen toda su vida a servirle y a hacer todo lo que a él le agrada. Así es como se debe adorarlo.” (Romanos 12:1, Traducción en Lenguaje Actual).
Lograrlo es posible. Se fundamente en dos cosas: la primera, decisión personal, y la segunda, sometimiento e intimidad con Dios. Si obramos así, el Señor obra la santificación en nuestra existencia: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser — espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23, Nueva Versión Internacional)
Un texto contundente que enfatiza la necesidad de experimentar santificación en las tres dimensiones de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Y además, que no es en nuestras fuerzas como lo logramos, sino en las de Dios y también aprendemos que debe ser un proceso constante.
No podemos olvidar que honramos a nuestro Padre celestial con el cuerpo, y que el cuerpo mismo es templo donde Él mora: “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.” (1 Corintios 6:19, 20, Nueva Versión Internacional)
Hay un imperativo para todos nosotros. Y es menester movernos en la voluntad divina, tomados siempre de Su mano para no caer ni experimentar reveses de ningún tipo.
Contaminación en nuestra alma
Muchísimas personas confunden alma con espíritu. Tremendo error. El alma, para mayor claridad, es la parte consciente nuestra. Y dicha alma, de acuerdo con las Escrituras, puede morir para siempre en el infierno (Cf. Mateo 10:28; Marcos 8:36)
Es necesario recordar que nuestra alma le pertenece a Dios, como lo enseña Ezequiel 18:4. Y se produce la muerte del alma por la contaminación del pecado. Reflexione, tan solo por un instante, el tremendo problema que se desencadena de los pensamientos que acarician la maldad.
La influencia que ejercen sobre nuestro comportamiento es insospechada y terrible. Por ese motivo, comprendemos que al pensar mal, también se pecad y esa inclinación que no corregimos a tiempo, nos lleva a la muerte.
La Biblia advierte sobre la necesidad de velar por nuestras emociones y sentimientos, que si no estamos apercibidos, pueden verse seriamente afectados: “Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse.” (Proverbios 25:28, Nueva Versión Internacional)
Es importantísimo que le demos espacio a Dios en nuestra vida para que Él nos limpie de toda contaminación.
Contaminación en el espíritu
A diferencia de lo que piensan muchos, nuestro espíritu se contamina, y no solamente hay quienes se solazan en su maldad como lo anota Romanos 1:24: “Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros.” , sino que además, una vez contaminado, el espíritu lleva a la destrucción a la persona: “Mi pueblo consulta a su ídolo de madera, y ese pedazo de palo le responde; su tendencia a prostituirse los descarría; se prostituyen en abierto desafío a su Dios. ” (Oseas 4:12, Nueva Versión Internacional; Cf. Hebreos 3:10)
Por ese motivo es imperativo que haya limpieza en nuestro espíritu, alma y cuerpo (Cf. 2 Corintios 7:1).
¿Y el testimonio de vida?
Se preguntará, pero a todas éstas: “¿Qué tiene que ver este asunto de la contaminación y la santificación, con mi testimonio de vida?”. A algo muy elemental: Satanás pone tropiezo a nuestro desenvolvimiento, llevándonos al pecado. Nos seduce y arrastra, para producir nuestra caída espiritual, y al hacerlo, por supuesto, afecta el testimonio y vida cristiana en general.
En cierta ocasión el Señor Jesús advirtió al autosuficiente Pedro: “»Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos.— Señor — respondió Pedro— , estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.— Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.” (Lucas 22:31-34, Nueva Versión Internacional)
Observe que el adversario espiritual está pendiente, pero en procura de llevarnos a un revés espiritual. Lo único que nos permite vencer, es la fe. Es la que nos lleva a permanecer firmes. Y avivamos la fe, permaneciendo asidos de la mano del Señor Jesucristo.
¿En qué áreas afectamos nuestro testimonio de vida?
A nuestro amado Señor Jesús y la fe que profesamos en Él lo negamos en cinco áreas que le invito a considerar:
1. En la vida personal
2. En la vida familiar, lo que incluye el trato que les damos, el amor que les prodigamos y de qué manera les edificamos.
3. En el desenvolvimiento personal, en elementos claves como la puntualidad, responsabilidad y compromiso.
4. En el desenvolvimiento eclesial. Es probable que seamos líderes, pero no demos buen testimonio allí.
5. En las finanzas.
Hay un pasaje que le invito a considerar referente al testimonio de vida y la forma como negamos a Cristo. Se encuentra en Lucas 22:54-62:
“Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo: — Éste estaba con él. Pero él lo negó. — Muchacha, yo no lo conozco. Poco después lo vio otro y afirmó: — Tú también eres uno de ellos. — ¡No, hombre, no lo soy! — contestó Pedro. Como una hora más tarde, otro lo acusó: — Seguro que éste estaba con él; miren que es galileo. — ¡Hombre, no sé de qué estás hablando! — replicó Pedro. En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.» Y saliendo de allí, lloró amargamente.”
Observe como primer elemento, el ingrediente para una caída espiritual: la autosuficiencia. Pedro lo evidenció en su existencia. Advirtió que no negaría a Jesús y terminó haciéndolo. Tres veces.
Pero es tiempo de arrepentirnos. Si lo hacemos y volvemos la mirada al amado Salvador, Él nos fortalece para dar solidez a nuestro testimonio de vida cristiana. ¡Es posible vencer y salir airosos!
Recuerde siempre que el secreto estriba en permanecer asidos de la mano de Jesucristo el amado Señor. Con Él, somos más que vencedores (Filipenses 4.13)
Publicado en: Consejería Familiar
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