¿Qué hacer con los hijos rebeldes?
El proceso de crecimiento de nuestros hijos es eso precisamente: un proceso. Buena parte de las reacciones descontroladas que observamos conforme avanzan en edad, tienen su fundamento en no instruirlos y educarlos a tiempo.
Algunos chicos por la desmesurada tolerancia de sus padres terminan convirtiéndose en los reyezuelos de casa y esperan que el mundo gire alrededor de ellos. Su frustración viene cuando descubren que no es así y que deben sujetarse a sus padres.
Entre los comportamientos que podemos citar, evidenciados principalmente cuando transitan edades entre los tres y cinco años, encontramos los siguientes:
- Mentiras, algunas sin que medie una razón.
- Expresar la rabia mordiendo a otros niños o como forma de resolver sus dificultades.
- Un descontrolado deseo de “jugar un rato más” a pesar de que se les ordena entrarse a casa.
- Expresiones vulgares en su vocabulario.
- Hablar cosas fantasiosas y, en algunos casos, amigos imaginarios.
- Se desconcentran con facilidad y no terminan a tiempo sus tareas.
¿Qué podemos hacer los padres?
Cuando se presentan situaciones así, lo más importante es reconocer que los padres debemos tomar el control. Alguien que “quiere morirse” porque sus hijos no le obedecen, sencillamente no ha entendido cuál es su posición como padre o madre.
Cuando vamos a las Escrituras nos encontramos con la siguiente recomendación: "Dirige a tus hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán.” (Proverbios 22:6. NTV)
Bajo ninguna circunstancia podemos renunciar a la responsabilidad que nos asiste como progenitores. Recuerde que por nuestros hijos respondemos ante la sociedad — en el presente — , y ante Dios, en la eternidad.
Ahora, frente a los comportamientos que manifiestan nuestros hijos, un razonamiento que debemos tener presente es que su nivel de comprensión no es el mismo que el de usted o el mío. Lo que para nosotros “no está bien” puede que para ellos sí lo esté.
Sobre esa base no está bien, de ninguna manera, impartirles mal trato. Al respecto Pablo escribió: "Padres, no hagan enojar a sus hijos con la forma en que los tratan. Más bien, críenlos con la disciplina e instrucción que proviene del Señor.” (Efesios 6: 4. NTV)
Tome nota del consejo del apóstol. Plantea la necesidad de brindar buen trato a nuestros hijos pero al mismo tiempo recomienda disciplinarlos.
La disciplina está ligada a la educación. En esencia todo gira alrededor de un adecuado proceso formativo en el que los cimentamos sobre sólidos principios y valores, la mayoría de los cuales aprendemos en la Biblia que es el libro de la familia.
Otro aspecto que menciona el pasaje es la importancia de instruirlos en la enseñanza del Señor. No desconozca este punto que es muy importante para su familia.
¿Disciplina o castigo?
Es importante que tengamos clara la diferencia entre disciplina y castigo. Disciplina es educar, formar, mientras que castigar es aplicar un correctivo cuando deliberadamente los chicos han pasado por alto las instrucciones.
Para que ellos nos entiendan, debemos ponernos a su nivel. Nuestra forma de pensar está más desarrollada que la de nuestros hijos, por eso no podemos esperar que lo entiendan desde nuestra perspectiva. Hay que hablarles con claridad con términos que comprendan. Si es necesario, repetirle alguna orientación.
Si apreciamos necedad en ellos, es decir, un comportamiento rebelde, podemos castigarlos.
El castigo no necesariamente debe ser físico, pero si hay que llegar a ese nivel, que nuestra corrección sea con amor, sin rabia, y con el ánimo de educarlos.
Recuerde lo que escribió el rey Salomón: "Quienes no emplean la vara de disciplina odian a sus hijos. Los que en verdad aman a sus hijos se preocupan lo suficiente para disciplinarlos.” (Proverbios 13:24. NTV)
Si descubre que está airado, que ha perdido los estribos, abra un compás de espera antes de ir a reprender a sus hijos. Es una forma de evitar un error mayor. Una vez los vaya a castigar, explíqueles el motivo. Deben ser conscientes del motivo que llevó a aplicar la “vara de la disciplina”.
Amor, comprensión y control
La crianza de los hijos debe estar revestida de tres elementos importantes: Amor, comprensión y control.
El amor es muy valioso porque es nuestra principal motivación para preocuparnos por ellos y dar lo mejor de nosotros en su proceso de crianza.
La comprensión es un segundo componente. Comprensión alrededor de la perspectiva que tenemos de la vida que es muy distinta a como la ven nuestros hijos. Sobre esa base nuestra tarea principal es guiarlos. No basta con rotularlos como “rebeldes” sin antes tomarnos el tiempo para examinar — con ayuda de Dios — porque actúan de tal o cual manera.
Por favor, note que mencioné a Dios. Él debe ocupar el primer lugar en casa. Es gracias a Él que somos orientados hacia la la forma correcta de disciplinar y criar a nuestros hijos.
Si es del caso, explíqueles porqué algunas de las palabras que utilizan son “grosería”. Ligado a este punto, usted como padre o madre deben impartir enseñanza a partir del ejemplo. El mejor libro que leen sus hijos es la vida de sus padres.
Enseñarles sobre la actitud correcta
A los hijos hay que enseñarles todo el tiempo. Indicarles en qué están fallando y orientarles hacia el camino correcto.
En este proceso juegan un papel importante las actitudes. Actitudes que comienzan con la fe. Instruirlos a amar a Dios y creer que Él será su ayuda en todo tiempo y circunstancia.
Una actitud de perseverancia cuando en medio de su corta edad se sienten frustrados. Una actitud que se inclina al auto control cuando se descomponen por algo y quieren protagonizar pataletas.
Una actitud de obediencia hacia las reglas de casa, las cuales se les debe impartir de manera clara y percatarnos que nos entendieron cuando les trazamos los límites.
Finalmente, tome tiempo para escuchar a sus hijos. Dése la oportunidad de oírlos. Es algo maravilloso que ellos puedan contar con nosotros en los momentos difíciles y que tengan la certeza de que siempre estaremos con ellos, en todo momento que lo requieran.
Y por encima de todo lo anterior, tenga presente que si Dios gobierna en nuestro hogar, todas las cosas marcharán bien. Nuestro amado Padre celestial debe ocupar el centro de nuestro hogar. Él nos garantiza la victoria en todo cuanto emprendemos a nivel familiar.
Si aún no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Tenga presente que, prendidos de la mano de nuestro Redentor, emprendemos el camino hacia el crecimiento personal, espiritual y familiar que tanto hemos anhelado...
Publicado en: Estudios Bíblicos
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