Quiso decirle que lo amaba, pero nunca lo hizo
Quiso decirle que lo amaba, pero nunca lo hizo. Y justo la noche que se acostó con la firme decisión de ir al hospital y decírselo, recibió la noticia. Cayó dormido profundamente y, al filo del amanecer, recibió la llamada telefónica. Su padre había muerto.
Quiso decirle que lo amaba, pero nunca lo hizo. Muchos factores se atravesaron en el camino. Le guardaba resentimiento por el mal trato durante la niñez. No pudo perdonarlo, ni siquiera cuando una tarde gris de domingo, él le contó que sufría cáncer terminal. “Ya sanarás”, se limitó a decir. Se mostró insensible frente al dolor de su progenitor.
Quiso decirle que lo amaba, pero nunca lo hizo. Creyó que habría una nueva oportunidad. Quizá mañana. Pero ese mañana nunca llegó. Y cuando arribó acezante a la sala de cuidados intensivos de la clínica, la última imagen que pudo atesorar en su corazón fue la de su padre con un rostro tranquilo mientras lo llevaban en camilla rumbo a la morgue. Había pasado a la eternidad en paz. Sin duda, si algo le hubiera hecho su hijo, él sí lo perdonó.
Quiso decirle que lo amaba, pero nunca lo hizo. Creyó que le debía más a su madre, de quien siempre recordaba sus cuidados. Olvidó que su padre trabajaba hasta altas horas de la noche para darle lo necesario y cubrir sus necesidades e, incluso, lo mucho que se esforzó por saldar los costos de la universidad en la que estudió.
Quiso decirle que lo amaba, pero nunca lo hizo. Prevalecieron en él un cúmulo de rencores. Olvidó la enseñanza del Señor Jesús cuando alguien se le acercó para preguntarle cuántas veces debería perdonar a su prójimo que pecara contra él:
"Luego Pedro se le acercó y preguntó: — Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí? ¿Siete veces? — No siete veces — respondió Jesús— , sino setenta veces siete." (Mateo 18:21, 22| NTV)
Quiso decirle que lo amaba, pero nunca lo hizo. Y cuando se decidió, ya era demasiado tarde.
No espere hasta mañana para decir “te amo”
No deje pasar este momento para decirles a su cónyuge, a sus hijos, a sus padres o tal vez a sus hermanos que los ama.
Jamás olvide que el hoy es ahora, probablemente no habrá un mañana. Eso solamente lo sabe Dios. No se arrepienta ni dilate la decisión de decir un “Te amo” a las personas que significan mucho para usted.
Como el joven de la historia, millares de personas en todo el mundo quisieron decirle a alguien cercano que le amaban, pero se detuvieron. Lo lamentable es que, cuando por fin tomaron la decisión, ya era tarde.
Vamos, decídase, tome su teléfono. Llame a ese ser especial. Dígale que lo ama. Es la mejor decisión que podrá tomar hoy.
Y la mejor decisión de su existencia, es decirle a Jesucristo que entre a morar en su corazón. Cuando lo hace, Él obra poderosamente trayendo transformación en su forma de pensar y de actuar.
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Publicado en: Reflexiones
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