Sacrificios de sangre, ofrenda a las tinieblas
(Parte 2)
Los aztecas practicaron los sacrificios humanos aun cuando no resulta claro cuáles eran las dimensiones de esta costumbre que de acuerdo con algunos investigadores, se ha sobredimensionado con base en la leyenda negra creada por frailes y conquistadores españoles para justificar la conquista de América.
Hoy sabemos que los sacrificios humanos fueron practicados por diversas civilizaciones de Mesoamérica e incluso por los nativos de América del Norte.
Las pruebas de los sacrificios en el territorio que hoy geográficamente conocemos como México, nos llegan a través de las crónicas de los conquistadores, las ilustraciones de los códices y los yacimientos arqueológicos, pero las cifras son objeto de debate; algunas versiones aseguran que al año morían de esta forma 250 mil personas y otras reducen la estimación a sólo 20 mil.
De acuerdo con Fray Toribio de Benavente. Motolinia (1482-1569), el auto sacrificio era una forma de expiación y un medio de evitar calamidades.
Entre los aztecas la forma más elevada de sacrificio era la extracción del corazón humano, que se creía relacionado con el sol y se le identificaba como centro de la vida espiritual y material. Los dioses más importantes recibían sacrificios especiales, de acuerdo con un nutrido calendario festivo.
A Hutizilopochtli, identificado con el sol cuando llega a su punto más elevado, se le ofrecía el corazón pulsante de la víctima, que se extraía con un filoso cuchillo de obsidiana; los restos se obsequiaban a los dignatarios o se ingerían durante un ritual.
En honor de Tezcatlipoca, el dios de la noche, se sacrificaba a un joven que a lo largo del año previo se había caracterizado como su encarnación.
Los seres humanos que se ofrecían a Huehueteotl, dios del fuego, para evitar que la ira del dios llenara de fuego las calles de las ciudades, se quemaban en su integridad.
Para agradar a Tláloc y propiciar la lluvia se le dedicaban las vidas de infantes. Parte de estas víctimas se conseguían a través de las guerras floridas practicadas en diversos puntos de Mesoamérica, guerras de entrenamiento en las que varios pueblos se ponían de acuerdo para tomar prisioneros que terminarían siendo objeto de sacrificios rituales, para que el sol saliera cada mañana.
¡Cuidado con las prácticas ocultistas!
Lo más sorprendente del ocultismo es que, gracias a la influencia de los medios de comunicación, se ha difundido de manera agigantada utilizando las redes sociales. Millares de personas— adolescentes, jóvenes y adultos — , son parte activa de cultos de adoración a Satanás y los demonios. Si hace siglos era común, hoy más que nunca.
Desde la antigüedad Dios advirtió sobre el peligro de imitar el comportamiento ocultista de la generación en la que se desenvuelve Su pueblo, que es Israel y que somos nosotros hoy: “En el futuro, cuando tengan hijos y nietos, y hayan vivido en esa tierra por mucho tiempo, no se corrompan haciendo ídolos de ninguna clase. Esa práctica es mala a los ojos de Dios y provocará su enojo.Hoy pongo al cielo y a la tierra como testigos contra ustedes. Si rompen mi pacto, pronto desaparecerán de la tierra que poseerán al cruzar el Jordán. Vivirán allí poco tiempo y después serán destruidos por completo. Pues el Señor los dispersará entre las naciones, donde solo unos pocos sobrevivirán. Allí, en tierra extraña, rendirán culto a ídolos hechos de madera y de hierro, a dioses que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.” (Deuteronomio 4:26-29. Nueva Traducción Viviente)
Dios prometió, sin embargo, que si desde esa situación que trae maldición a quien practica la idolatría y al ocultismo así como a su familia por generaciones enteras, se arrepentían y volvían su mirara a Él, los perdonaría.
¿Está inmerso en esas actividades? ¿Salió ya de esos rituales? Si es así, es tiempo de volver la mirada a Jesucristo, el Hijo de Dios. Él rompe las ataduras y nos hace libres.
Recuerde que si algo no permite Dios, es que haya quien le robe la gloria a Él por volverse a los ídolos, que no son otra cosa que demonios. El Señor dijo: “No tengas ningún otro dios aparte de mí.” (Deuteronomio 5:7. Nueva Traducción Viviente)
Advirtió además: “No rindas culto a ninguno de los dioses de las naciones vecinas, porque el Señor tu Dios, quien vive en medio de ti, es Dios celoso. Se encenderá su enojo contra ti y te borrará de la faz de la tierra” (Deuteronomio 6:14, 15. Nueva Traducción Viviente)
Es tiempo de huir de las maldiciones que encierran las prácticas ocultistas. Ningún sacrificio en ritos, bien sea de animales o de seres humanos, incluso fetos, es inocente. El verter sangre, como es propio del vudú y el candombe, son ofrendas para los demonios, como lo es aquel ritual en el que usted haya participado y que obligó un corte en su muñeca o alguna parte del cuerpo para tomar gotas de sangre.
Dios demanda que su pueblo se aparte de esas actividades: “Lo que tienes que hacer es: destruir sus altares paganos, hacer pedazos sus columnas sagradas, derribar sus postes dedicados a la diosa Asera y quemar sus ídolos. ” (Deuteronomio 7:5. Nueva Traducción Viviente)
Deshágase de todo fetiche, imagen o elemento de prácticas ocultistas. Renuncie en el nombre de Jesucristo a toda actividad de la que haya sido partícipe y vuélvase a Cristo. ¡Él rompe las cadenas y lo hace libre de ataduras demoníacas! Hoy es el día. No deje pasar la oportunidad. Es Cristo y nadie más que nuestro amado Señor quien debe reinar en su corazón. ¿Ya le abrió las puertas de su corazón? No deje pasar esta oportunidad.
Publicado en: Guerra Espiritual
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Un consejo oportuno con fundamento en la Biblia.