Sembrar nuevas iglesias: la visión de Dios y hoy, nuestro compromiso
(Lección 1)
Resulta sorprendente el inusitado crecimiento poblacional de nuestro planeta. Cada segundo nacen a la luz infinidad de criaturas, y ese aumento de hombres y mujeres, de carácter exponencial, no marcha al mismo ritmo de la defunción de seres humanos. ¿Qué tenemos entonces? Un mundo que crece a pasos agigantados.
Frente a esta realidad que no podemos ignorar ni ocultar, la Iglesia cristiana tiene el compromiso indeclinable de sembrar la semilla del Evangelio como lo describió el Señor Jesús en la famosa parábola del sembrador: “ — Escuchen : Una vez un sembrador salió a sembrar. Al lanzar la semilla, una parte cayó al borde del camino y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras donde había poca tierra; y como la tierra no era profunda, la semilla brotó muy pronto; pero cuando salió el sol, se agostó y, al no tener raíz, se secó. Otra parte de la semilla cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron sin dejarle que diera fruto. Otra parte, en fin, cayó en tierra fértil, y germinó y creció y dio fruto: unas espigas dieron grano al treinta; otras, al sesenta; y otras al ciento por uno.” (Marcos 4 3-8, Versión La Palabra, SBU)
Un sencillo análisis del texto nos permite descubrir al menos cinco pasos en un ciclo que se repite una y otra vez en todos los países donde se predican las Buenas Nuevas de Salvación: el primero y más elemental radica en la preparación del terreno. Es lo que hacemos en oración y aproximaciones a las áreas donde procuramos sembrar una nueva iglesia. Un segundo paso lo representa el esparcir la semilla, es decir, sembrar; en tercer lugar, cuidar los plantíos; en cuarto lugar, velar por el fruto y, finalmente la cosecha. Insisto, son etapas de un ciclo interminable.
El modelo apropiado: Una Iglesia que se reproduce
¿Comprende el enorme alcance del compromiso que tenemos delante? Y permítame enfatizarle: Es un compromiso que nos involucra a todos: a usted, a mí, a quienes nos rodean, a todos. ¿La razón? A la Iglesia la integran personas, no edificios. Está constituida por hombres y mujeres, seres que sienten, piensan y actúan y, en esa dirección, viven la experiencia continua del crecimiento personal y espiritual de la mano del Señor Jesucristo, como lo describió el amado Maestro cuando se dirigió al apóstol Pedro, y a través suyo a todos nosotros hoy: “Por eso te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia, y el poder del abismo no la vencerá. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedarà atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.” (Mateo 16:18, 19. Versión La Palabra, SBU)
Un conocido ministerio internacional comprometido seriamente con la evangelización lo explica de la siguiente manera: “El enfoque del Señor Jesús fue edificar una iglesia, no un edificio ni una denominación. Son las personas llamadas y escogidas por Dios. Él no dijo que iba a construir Su denominación, seminario, librería, emisora u organización misionera. Todos esos son muy buenos, pero son instrumentos para servir a la Iglesia de Jesucristo. La iglesia es el método que Dios utiliza para cumplir con la Gran Comisión.” (Primeros Pasos: movilice su iglesia a los campos de cosecha de Dios. Colombia. 2009. 33Partners Ministry. Pg. 13)
Ahora, por favor tome nota de lo siguiente: El Reino de Dios avanza en la medida en que los cristianos asumimos el compromiso de evangelizar, en otras palabras, de sembrar las semillas de las Buenas Nuevas de Salvación.
Si asumimos una actitud pasiva, sin duda las iglesias llegarán a un lamentable estado de estatismo, y antes que avanzar, corren el peligro de experimentar un revés en todos los órdenes. Jamás olvide que como cristianos comprometidos en la evangelización, estamos llamados a reproducirnos en otros cristianos. Una Iglesia conforme al modelo que definió el Señor Jesús, es en esencia una Iglesia que se reproduce.
Un trabajo donde participan todos
Cuando un pastor, obrero, líder o cristiano comprometido se echa al hombro la tarea de plantar nuevas Iglesias en sus propias fuerzas, lo más probable es que termine frustrado y con la sensación de que Dios lo dejó solo. Tremendo equívoco. No es Dios el culpable sino nuestra propia tozudez que se alimenta por la autosuficiencia.
Para la siembra de nuevas congregaciones es esencial que haya un esquema bien definido de trabajo en equipo. ¿Recuerda lo que dice el Evangelio de Lucas? “Por aquellos días, Jesuús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce, a quienes constituyó apóstoles.” (Lucas 6: 12, 13. Versión La Palabra, SBU. Cf. Lucas 17: 6b.)
Reviste particular importancia que los proyectos orientados a sembrar nuevas iglesias aniden en el corazón de Dios. Él es quien nos guía para escoger a quienes nos acompañarán en el trabajo (Cf. Lucas 6:12)
La explicación es sencilla: Cuando la siembra de nuevas iglesias obedece a la emotividad, es decir, al carácter impulsivo del pastor, obrero o líder, y no media una cuidadosa y juiciosa planificación, lo más probable es que la iniciativa se oriente al fracaso.
En todo ese proceso, se debe tener dos ingredientes ineludibles: el primero, capacidad de liderazgo y, el segundo, desarrollo de madurez espiritual. Insistimos: no es trabajo de una sola persona sino que involucra a todo el liderazgo y a cristianos comprometidos con la extensión del Reino de Dios.
Transmita la visión
La siembra de nuevas iglesias amerita que ese profundo deseo de extender el Reino de Dios se aloje en el corazón de quien está al frente de la congregación
Un equipo de trabajo especializado en la proclamación de las Buenas Nuevas explica que: “Lo que vemos con nuestras mentes se llama visión. Visión es un cuadro mental claro de cómo será el futuro; tiene que venir a nosotros del corazón de Dios por medio de Su Palabra y Su Espíritu. La visión resulta de un deseo creciente para ver con nuestros ojos el mismo cuadro que vemos en nuestra mente. Esto nos motiva a orar, como la punta afilada de un arado que rompe la tierra dura con el mundo espiritual. El evangelio es la semilla que plantamos cuando evangelizamos. La Biblia promete que cuantas más semillas sembremos, mejor será la cosecha.” (Primeros Pasos: movilice su iglesia a los campos de cosecha de Dios. Colombia. 2009. 3Partners Ministry. Pg. 6)
Es imperativo, entonces, tomar conciencia sobre la necesidad de extender el Reino de Dios mediante la predicación de la Palabra y la siembra de nuevas iglesias, y segundo, que en ese proceso, nuestro amoroso Padre celestial exprese su voluntad clara y expresa para no movernos en la dirección a la que nos guían nuestras emociones. Recuerde siempre que Buena parte de los proyectos que terminan en fracaso, tienen origen en iniciativas que buscaban exaltar al pastor, obrero o líder más que cumplir el propósito de la Gran Comisión.
¿Tenemos autoridad para sembrar nuevas Iglesias?
Con frecuencia escuchamos a personas que comparten dos perspectivas diametralmente opuestas una de otra. La primera, el convencimiento de que es necesario tomar cursos y haber leído sinnúmero de textos antes de dares a la tarea de plantar lugares dónde proclamar el evangelio. Una segunda concepción se enfoca en no mover ni siquiera un dedo hasta no tener confirmación plena de Dios respecto a la siembra. “No creo que tengamos autoridad para emprender esa tarea. Sería como ir en contra de la voluntad del Señor”, me dijo alguien. Pero, ¿es ésto así? Sin duda que no, porque Dios nos ordenó proclamar las Buenas Nuevas de Salvación. No necesitamos que venga de nuevo, se corporice, y nos imparta la orden otra vez.
Jamás olvide que el poder y la autoridad para avanzar exitosamente en la siembra de nuevas iglesias proviene de nuestro amado Salvador Jesucristo (Cf. Mateo 28:18-20) en nuestras fuerzas limitadas, jamás podremos lograr algo significativo; en cambio, con ayuda de Dios, siempre tendremos la victoria.
!Usted es un poderoso instrumento en manos de Dios para la extensión del Reino, y basta que se deje usar!
La clave: movernos en el poder del Espíritu Santo
Hay un hecho que debemos recordar siempre y es que en la siembra de nuevas iglesias debemos movernos en el poder del Espíritu Santo. ¿La razón? Como dicen las Escrituras claramente, la comisión de extender el Evangelio es un compromiso para todos los cristianos. Recuerde las instrucciones que impartió el Señor Jesús a sus discípulos y a nosotros hoy: “Ahora quédense en la ciudad, porque muy pronto les enviaré a quien mi Padre prometió. No se vayan a ningún otro lado, hasta que reciban el poder que Dios les enviará. Jesús fue con sus discípulos hasta Betania. Allí, levantó sus manos y los bendijo. Y en ese mismo instante fue llevado al cielo, mientras ellos lo adoraban. Después de esto, los discípulos regresaron muy contentos a Jerusalén, y todos los días iban al templo para adorar a Dios.” (Lucas 24:49-53, Traducción en Lenguaje Actual)
Hago énfasis una y otra vez en el mismo asunto para que quede profundamente grabado en nuestro corazón: No es por nuestras capacidades sino que, tales potencialidades, provienen de nuestro amado Padre celestial. El poder para ser eficaces en la evangelización y siembra de nuevas iglesias proviene de Dios (Cf. Hechos 1:8)
Cuando vamos a Él, comprobamos que es un poder sobrenatural e ilimitado, y que cuando nos movemos en el poder del Espíritu Santo logramos resultados eficaces. El poder del Señor está disponible para todos nosotros, basta que lo pidamos y nos movamos en Él. No se agotará. Es como una fuente que mana permanentemente.
La Biblia es nuestra mejor escuela alrededor de cómo sembrar nuevas iglesias. El Nuevo Testamento, en particular, arroja muchas enseñanzas prácticas, que rindieron excelentes resultados en el primer siglo como ocurrirá con nosotros hoy, ahora. No podemos olvidar que la obra es de Dios y es Dios quien nos capacita para desarrollar la obra.
Comprendo que hay estrategias que abundan por doquier. Incluso, las instrucciones que comparto con usted, procuran ser una herramienta de ayuda, pero realmente el secreto para lograr eficacia en la siembra de iglesias estriba en regresar a lo básico, a los lineamientos que trazó la iglesia primitiva.
¿Por qué se falla en los procesos de siembra de iglesias?
La pregunta la he escuchado infinidad de veces. Tiene lógica. Es el interrogante que se formulan pastores, obreros y líderes que han visto concluir en un rotundo fracaso sus propósitos de sembrar nuevos lugares para la proclamación de las Buenas Nuevas de Jesucristo.
Creo que la respuesta es sencilla: Un elemento fundamental para ser un instrumento útil en las manos de Dios en la siembra de iglesias, es la unidad. En todo momento, Dios es quien debe recibir toda la exaltación en el momento de sembrar una nueva iglesia, no es la denominación ni quien siembra la semilla.
Es cierto: En el proceso de sembrar nuevas iglesias, nuestro amoroso Padre utiliza las capacidades, dones y talentos de cada uno de los miembros del equipo, pero usted y yo simplemente somos instrumentos en Sus manos; nada más que eso.
Unidad, esa es la palabra clave. No podemos ni olvidarla en nuestra cotidianidad, ni desestimar su poder si queremos ser instrumentos útiles en manos del Señor. Si queremos ser instrumentos eficaces en la siembra de nuevas iglesias, debemos ser hombres y mujeres de oración tal como hacían los primeros creyentes:” Estos seguidores de Jesús eran un grupo muy unido, y siempre oraban juntos. Con ellos se reunían los hermanos de Jesús y algunas mujeres, entre las que se encontraba María, la madre de Jesús. Todos los de este grupo eran como ciento veinte personas. ” (Hechos 1:14, Traducción en Lenguaje Actual)
El trabajo de siembra de nuevas iglesias no lo desarrollamos de manera individual; es necesario contar con un equipo de trabajo (Cf. Hechos 1:15-26)
Una carrera de largo alcance
La siembra de nuevas iglesias es una carrera de largo aliento. El compromiso no es nada fácil, de ahí que usted solo, no podrá cumplir las tareas. Es esencial que se rodee de un buen grupo de colaboradores.
Ahora, cada uno de los que hace parte de un equipo de trabajo de siembra de nuevas iglesias debe estar preparado y convencido del trabajo que desarrolla (Cf. Hechos 1:21, 22) igual que usted, debe compartir la visión y, en su condición de sembradores de nuevas iglesias deben ser sensibles al mover y a la voz del Espíritu Santo (Cf. Hechos 2:1-13)
¿Qué características deben reunir las personas que nos acompañan en esta labor? En primera instancia, compromete a hombres y mujeres de buen testimonio en la sociedad en la que se desenvuelven, para tonar más impactante el mensaje de Salvación.
Una ilustración clara de este cimiento, lo encontramos en la iglesia primitiva ya que: “ Al ver los milagros y las maravillas que hacían los apóstoles, la gente se quedaba asombrada. Los seguidores de Jesús compartían unos con otros lo que tenían. Vendían sus propiedades y repartían el dinero entre todos. A cada uno le daban según lo que necesitaba. Además, todos los días iban al templo y celebraban la Cena del Señor, y compartían la comida con cariño y alegría. Juntos alababan a Dios, y todos en la ciudad los querían. Cada día el Señor hacía que muchos creyeran en él y se salvaran. De ese modo, el grupo de sus seguidores se iba haciendo cada vez más grande.” (Hechos 2:43-47)
Nadie podía decir nada en contra de ellos, porque sus hechos hablaban tanto como sus palabras. Testimoniaban con sus pensamientos y hechos, sobre el Dios de poder en el que habían creído y a quien proclamaban a los cuatro vientos.
Reviste singular importancia, de igual manera, el que los sembradores de nuevas iglesias enfocan sus esfuerzos a brindar acompañamiento a los nuevos creyentes en el Señor Jesús. No los dejan a la deriva una vez reciben a Jesús como Señor y Salvador; por el contrario, les llevan de la mano hasta que alcanzan el grado de solidez y madurez suficientes para convertirse, a su vez, en multiplicadores de las Buenas Nuevas de Salvación.
Ellos enfocan sus esfuerzos a discipular a los nuevos creyentes, tal como hacían los cristianos de la iglesia primitiva. (Cf. Hechos 2:42).
Es tiempo de levantarnos y disponer nuestro corazón para ser instrumentos útiles en las manos de Dios. Puedo asegurarle que, si vamos de la mano del Señor Jesús, la semilla que sembramos hoy rendirá fruto abundante.
Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial
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